Primera Parte: VI

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Sí Quiero

   Pensamos que una boda resolvería nuestros problemas. Pensamos que haciendo las cosas que hacía la gente normal conseguiríamos que la normalidad llegara a nuestras vidas.

   Sabíamos que siempre estaríamos juntos. Cuando nos metíamos un buen pico, nuestro amor parecía no tener límites. En esos momentos sólo conocíamos el mundo de la dicha. Éramos almas gemelas. 

   - Te quiero tanto, Deku.

 No hacía falta más elocuencia que la que proporcionaba la heroína.

   - Eres mi chico precioso- decía él y me acariciaba el pelo con los dedos.

   En el almacén, echados en el sofá, la idea del matrimonio vino sola. Era la culminación de la inercia de un amor y una fidelidad profundos.

   Pero cuando nos levantábamos sin un pico que meternos, cuando no teníamos heroína, resultaba difícil sentir otra cosa que no fuera malestar. Entonces, manteníamos los intercambios de comentarios a un nivel mínimo, nos mordíamos las uñas y esperábamos a que sonara el teléfono, a que llamara Eijiro, o Shoto, o alguien que nos prestase dinero. No nos podíamos tocar. No nos podíamos ayudar. Era como si el amor se tomase un tiempo muerto.

   Después, cuando la heroína llegaba a nuestras venas, era como si esa horrible tensión nunca hubiera existido.

   Entre esos dos extremos estaban los momentos intermedios, los momentos cotidianos, en los que no sentíamos ni malestar ni una dicha completa. A veces, la idea del matrimonio traspasaba los momentos de dicha y llegaba hasta los momentos intermedios.

   Estábamos cenando con los padres de Deku. Supongo que estaríamos diciendo las chorradas de siempre, comportándonos como si todo nos fuese de maravilla; es lo que siempre hacíamos cada vez que los veíamos. Ir a casa de los padres de Deku y comer buena comida y beber buen vino, vino caro, resultaba agradable. 

   El padre de Deku, un hombre tierno que era partidario de una vida tranquila, solía sacar el tema de los nietos que tanto deseaba tener.

   - ¿Y para cuando un nietecito?- preguntó.

   Deku y yo nos miramos. Con el vino tinto y la comida y un poco de heroína en el cuerpo y el amor que sentíamos el uno por el otro, resultaba fácil sonreír y llenarnos de bellos sentimientos.

   - Me gustaría que fuese pronto- dijo Deku.

   - Y a mí- manifesté- Me encantaría tener un hijo.

   Sentados alrededor de la mesa, los cuatro nos sumergimos en una mezcla de esperanza y certidumbre: la llegada de un bebé nos sacaría, tenía que sacarnos, del lío en el que estábamos metidos. En esas reuniones nunca se hablaba del tema, pero, si te concentrabas, podías notarlo en el aire.

  Yo quería estar siempre con Deku. En el fondo de mi corazón, la idea de que lo nuestro pudiera acabar resultaba inconcebible; lo que iba a acabar era el lío en el que estábamos metidos.

   - Hemos estado hablando de casarnos- intervine- A los dos nos encantaría. Realmente sólo es cuestión de decidir cuándo.

   - Exactamente. Hay que fijar una fecha- respondió Inko.

   - Sí, hay que empezar a hacer planes- afirmó Deku.

   Y, de hecho, esa misma semana empezamos a prepararlo todo. La verdad es que fue fácil. Optamos por una ceremonia sencilla, sin demasiada parafernalia: una boda civil con un par de testigos y un par de parientes. Sabíamos que todo el dinero que gastáramos en frivolidades sería dinero al que no podríamos recurrir en momentos de desesperación.

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