Primera Parte: V

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La Buena Suerte de Tamaki

   A pesar de todo e todo el dinero que ganaba, había veces que Deku se hartaba de prostituirse, así que intentábamos salir adelante a base de vender heroína. Nunca llegábamos demasiado lejos. Siempre acabábamos metiéndonosla toda.

   Nuestra falta de previsión solía meternos en problemas. Desde luego chutarse caballo de un día entero en un solo pico es una falta de previsión. También es una falta de previsión decidir que vas a dejar la heroína cuando en el fondo sabes perfectamente que no lo vas a conseguir.

   En momentos como ésos te encuentras a la deriva. Una vez más, no estás preparado para hacer frente al violento ataque de calambres estomacales, ni al espantoso sudor. Vas andando por la calle y te gustaría atracar una tienda. Aunque, un domingo de invierno, no es nada fácil encontrar una tienda abierta en un Kioto vacío y azotado por el viento.

   Deku y yo estábamos andando por la calle, pensando en a quién podríamos llamar y qué cuento le podríamos contar para que nos prestara un poco de dinero. Pero entonces intervinieron los dioses. Cuando pasábamos al lado de unas cabinas telefónicas, uno de los teléfonos empezó a sonar. Deku y yo nos miramos. Desde luego, era una extraña casualidad. Deku cogió el auricular y yo me acerqué para poder escuchar.

   - ¿Sí?- dijo Deku.

   - ¿Quién es?

   - ¿Quién eres tú?

   - Soy Tamaki.

   - Hola, Tamaki.

   - ¿Y tú quién eres?

   - Soy Izuku.

   - ¿Es el Teléfono de la Esperanza? Necesito hablar con alguien.

   - Creo que te has equivocado ¿A qué número llamas?

   - Entonces ¿no es el Teléfono de la Esperanza? Pero ¿con quién hablo?

   - Me llamo Izuku.

   - Ah... Supongo que me habré equivocado de número.

   - ¿Estás bien, Tamaki? ¿Por qué quieres hablar con el Teléfono de la Esperanza?

   Miré a Deku y levanté un pulgar en señal de aprobación. Alguien con problemas, alguien angustiado, siempre podría llegar a estar lo suficientemente desesperado como para deshacerse de algo de dinero. Deku estaba pensando lo mismo que yo. Casi siempre pensábamos lo mismo.

   - Es que no me siento demasiado bien. No sé... ¿Dónde estás?

   - En una cabina, en la calle XXX.

   - ¿En una cabina? No puede ser. Te estás quedando conmigo.

   - No. Es verdad. Has llamado a una cabina. Te lo juro.

   - Es increíble. Qué pasada.

  - Y dime, Tamaki ¿por qué estás tan deprimido?

   - Por todo, la verdad. Mi novia me odia, yo odio mi trabajo, odio mi vida.

   - ¿En qué trabajas?

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