Comienzo

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—¡No! No, ¡por favor! —. Louis sollozaba e intentaba safarse del agarre de los guardias. Digamos que nunca se le dio bien obedecer, y cansada de eso, la señora Rofers, jefa de la cocina real, decidió mandar a Louis con la caravana que partiria a Rusia.

—¡No exageres, es solo por unas semanas! —gritó Rofers antes de que el niño desapareciera de su vista.

—¡Mi bebé! ¡Mi bebé, se fue!—. Lloraba Yasi, abrazada a su hija Lottie quien con solo 2 años no entendía lo que sucedía.

—¡Oh mujer! Deja de llorar, él volvera, son pocos los criados que se retienen sin permiso, además apuesto lo que sea a que no lo soportaran —dijo, antes de irse, la jefa.

Aunque eso era verdad, la hacía sentirse más insegura, ella escuchó hablar del rey de Rusia, un hombre, que no permitia errores y que más de una vez se apoderó de criados de otros reyes. Como esperaba que los rumores fueran solo eso; rumores. Su Louis era tan insensato, se metía en toda injustia y más de la mitad de las veces la pagaba él. Sonrio al pensar en su pequeño valiente, pero nada iba a calmarla.

Yasi lloró un buen rato

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Se tenía que calmar, eso era seguro. Amaba tener su cabeza en su cuello y se aseguraría de tenerla de regreso con su madre y su hermanita.

Callarse y obedecer.

Bien, eso era facíl.

Frente al rey de Rusia.

Le iban a cortar la cabeza.

Bueno, no. ¿Que tan dificil era? lo habian elegido para asistente del criado real, eso significaba estar en el salon, estar con reyes y reinas, príncipes y princesas. Solo debía tomarlo con calma, ¿no?

—Abajo —demandó un guardia.

¿Ya habían llegado? ¿Tan pronto?

Bueno quizá estuvo tan nervioso que apenas notó los 2 días de viaje en el carruaje.

Bajo sintiendo grilletes inexistentes en sus pies, pero estaba lejos de ver una cárcel. Todo lo contrario.

Al bajar se dividieron, los carruajes reales siguieron hasta la entrada principal y los empleados caminaron hasta la entrada lateral para ingresar a la cocina

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Al bajar se dividieron, los carruajes reales siguieron hasta la entrada principal y los empleados caminaron hasta la entrada lateral para ingresar a la cocina.

Al entrar se maravilló, la cocina era inmensa, limpia y elegante.

Estaba tan concentrado en las piedras preciosas que adornaban la pared que apenas si vio venir al gran cuerpo que se lo llevó por delante.

—¡Lo siento! —exclamó el morocho extendiendo su mano al pequeño Louis que estaba en el suelo—. ¡Juro que no te había visto!

—Esta bien, esta bien —comentó distraído al ver como su mano era tan pequeña comparada con la del extraño, a pesar de que se había levantado aún no la soltaba.

—Eres muy pequeño —río el ojimiel.

—No, tú eres gigante —masculló el menor, recuperando su actitud y soltando la mano del desconocido.

—Eso dicen todas. —Le giño un ojo al ojiazul, quién solo rodo los ojos—. Soy Zayn por cierto. —Le extendió la mano esta vez en forma de saludo.

Louis examinó al tal Zayn, le sacaba casi dos cabezas, su piel era morena y hermosa, sus ojos color miel y su cabello negro, vestía una camisa blanca con un chaleco mostaza oscuro y unos pantalones del mismo color—. Louis. —Acepto la mano del más alto y este sonrió.

Zayn resultó ser una buena compañía, él se encargaba la seguridad pero de forma más discreta que los soldados, le daba una mano a todo el mundo y ayudó a Louis en todo lo que el asistente del rey le pedía: que básicamente era todo lo que le pedían a él.

El día se paso rápido, cuando menos lo espero lo habían mandado a alistarse para el baile o fiesta o lo que fuere que iban a hacer, no le importaba, él solo pensaba en volver con su familia.

El sonar de la campana le indicó que debía irse, ya estaba vestido y preparado.

Que sea lo que tenga que ser.

Su majestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora