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Un gran estruendo los sorprendió, haciendo que brinquen en su lugar y se alejen.

Louis volteó hacía el ventanal con miedo, durante el brinco, y al volver su rostro sintió una pequeña presión en su mejilla.

El rey le había dado un beso.

Debajo de los labios de Harry, las mejillas de Louis se encendieron, porque: ¿cómo era eso posible? ¿qué estaba pasando?

Mientras Louis estaba sumido en su pequeño trance lleno de preguntas, Harry se alejó sonriente y desapareció por una puerta que Louis no había notado antes. Al volver tenía consigo una muda de ropa, la cual le ofreció a Louis y le señalo un biombo.

Vistiendo de azul salió y se quedó a un costado del cambiador. El rey estaba sentando en su escritorio, acomodando unos papeles de espalda al ojiazul.

Al acabo de unos minutos el monarca se volteó rápidamente, como recordando que Louis estaba ahí. Chocaron miradas un instante, antes que el menor centrara su atención a sus propios pies.

Y aunque nadie los vio: los ojos de Harry brillaron ante la escena de ese pequeño muchacho... vistiendo esa túnica azul que hacía resaltar sus ojos. Sin embargo, algo no cuadraba en aquella obra de arte, su pieza principal estaba derecho, cabizbajo, y con las manos en la espalda, como esperando órdenes.

El rey solía dar órdenes todo el tiempo, de todo, a todos y todo el tiempo. Estaba costumbrado a ser servido y tener personas a su disposición. Mas se sentía incorrecto subyugar al chico. ¿Por qué utilizar esa obra de arte como un lienzo cualquiera? ¿cómo darle órdenes a un Ángel? Sabía que ese era un pecado por el cuál no sería perdonado.

No hay perdón, exoneración ni redención para aquel que haya osado lastimar de alguna manera a Louis. Tapar el sol tiene dos características: es imposible hacerlo por completo y solo trae oscuridad. Y Louis, Louis es el sol.

Carraspeó antes de hablar —Puedes ponerte cómodo donde gustes.

—Gracias, su majestad.

—No hay de qué —. Louis caminó al escritorio, acercándose al ojiverde—. Y puedes llamarme Harry.

Antes de sentarse frente al rey dió una vista rápido a los papeles en la mesa, pudo reconocer el sello de Mailpa, su reino, en varios papeles y pensó en su familia, en si podría volver en la caravana que saldría la próxima semana, si Harry lo había comprado y s... ¿Harry? ¿Ya lo llamaba mentalmente Harry? ¿Al rey de Rusia? Definitivamente los golpes que recibió le habían afectado.

—¿Tienes hambre? —preguntó amable el rizado, con aquel tono amable que había utilizado la primera vez que le ofreció comida, era desconcertante como el mismo hombre podía pasar de ser temible a ser ¿adorable?—. Es decir, claro que sí, pero ¿qué quieres comer?—Louis lo miró con duda y parpadeo dos veces como si no acabara de escuchar lo que dijo el rey—. ¿Pizza? ¿Guisado? ¿Papas fritas? ¿Te gustan las papas fritas? Es decir, a ¿quién no le gustan?—¿Harry estaba nervioso?

—Eh... yo...

—¡No importa! Mejor pediré todo, ya regreso. —Se levantó rápidamente, abrió la puerta y antes de salir volteó a ver a un Louis confundido—. Por favor, no vuelvas a escapar —rogó en un tono preocupado y amable. El ojiazul le sonrió y negó con la cabeza.

El rey salió y cerró la puerta, dejándolo solo una vez más. En la gigante habitación, con sus pensamientos desordenados y sus sentimientos dispersos.

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Del otro lado de la puerta Harry estaba recostado en la pared, con las manos en la espalda, pensando, ¿por qué actuaba así? ¿se había puesto nervioso? ¿él? Nada de esto tenia sentido, pero se sentía bien, estar con Louis se sentía bien.

Y no iba a dejarlo ir.

Su majestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora