2. Nunca será ella.

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Capítulo 2.
Nunca será ella.

Llegar al lugar donde naciste, te llena de sentimientos realmente hermosos, recuerdos recurrentes y una magnífica idea de lo maravillosa que fue tu vida en ese lugar, en mi caso, esto no sucede. Viví una infancia bastante rara y cuando al fin, en la plenitud de mi adolescencia, creía que lo tenía todo, me lo arrebataron, me bajaron de aquella nube de fantasías.

Estoy en Miami, Estados Unidos. Una ciudad maravillosa, que, para mi gusto, guarda demasiados secretos. La ciudad que me vio crecer y que habitare durante todo este tiempo. El tiempo necesario para mi venganza.

—No hace tanto calor, señor. Eso es algo bueno.

La voz de Fernando, mi mano derecha me saca de aquellos pensamientos enfermizos que tenía de la muerte de Alex.

—Tal vez sí, tal vez no, no me interesa el clima, Fernando, sólo llévame a casa.

—Sí, señor —Fernando toma mi maleta y me conduce hasta la camioneta negra blindada que me espera.

Ya dentro, me permito respirar con más tranquilidad; Alex no sabe que he llegado a Estados Unidos, siendo más específico, no sabe nada de mí, sin embargo, no puedo evitar no estar alerta.

Mientras voy en el auto, observo con detenimiento mi ciudad, no ha cambiado casi nada, pero sigue siendo bellísima. Puedo ver la playa, el sol y la vista bellísima. Recuerdo que conocí a Jessica en la playa. Luego de todo lo que pasó no he tenido el coraje de volver a pisar una.

Respiro profundo llevando lejos esos pensamientos y vuelvo a postura dura.

—Fernando, llama a nuestro infiltrado, que esté listo. Lo quiero en casa antes de que llegue yo.

—Por supuesto señor —Saca su teléfono e inicia con las llamadas.

Sonrío al imaginarme a Alex sentado detrás de su escritorio con alguna puta en sus piernas mientras ríe a carcajadas, creyendo tener la vida perfecta, vida que me encargaré de destruir.

Él me cree muerto, de eso estoy seguro, sin embargo, estoy tan eufórico de demostrarle lo contrario. Se preguntarán, qué hice todo ese tiempo y dónde estuve. Me fui a México, empecé desde cero hasta que conocí un muy buen amigo, robusto y llenos de tatuajes que estaba viajando con una mujer hermosa. Me ayudó demasiado, tanto que pude hacer mi propia empresa, tanto que pude volver a destruir al desgraciado de Alex. Tengo tanto que agradecerle, tengo que visitarlo.

—Hemos llegado, Damián

—Gracias Fernando —él sonríe y baja del auto. Hago lo mismo.

Me quedo impresionado ante la plenitud de la casa. Es magnífica. Es de dos plantas, y tiene grandes ventanales que te permite ver la luminosidad de la casa y la belleza que tiene por dentro. Tiene una piscina perfecta rodeada de varias sillas playeras y una pequeña casa para huéspedes al costado.

—Justo como la pidió.

—Gracias Fernando, encárgate de que los hombres se ubiquen en sus respectivas posiciones, y lleva al infiltrado al despacho.

—Ya está allí, esperándolo.

Asiento en respuesta y me dirijo hacia dentro de la casa. Al entrar no presto mayor atención a los detalles pues tengo sólo una cosa en mente; el infiltrado.

No tengo que esforzarme demasiado para deducir cuál es el despacho. Su puerta grande en madera me lo dice. Justo antes de entrar dos hombres se posan delante de ellas, con un asentimiento de cabeza los saludos y entro.

Observo por un segundo el lugar y noto que está perfectamente ordenado como lo pedí. Detrás de mi escritorio veo la espalda de Marcos. Paso por su lado y me siento frente a él.

—Señor, es un placer verlo de nuevo —se levanta de su asiento y me tiende su mano derecha. La estrecho con la mía.

—Para mí también, Marcos. Supongo que sabes perfectamente porqué estás aquí y lo que pedí.

—Así es, señor —coloca en el escritorio una carpeta negra—. Allí están los nombres de cada persona que hace negocios con él en Canadá y aquí en Estados Unidos, junto con el número de kilos que envía al mes, la dirección de su casa, el número de hombres en ésta. La dirección del apartamento de su hermana y de su universidad. El grupo de amigos de su hermana y las prostitutas más allegadas a él.

—Perfecto, quiero que empieces a seguir a su hermana. Quiero saber qué hace en el día, qué hace en la noche, qué hace fuera de su casa, qué hace dentro de su casa. Todo, necesito todo.

—Ya mismo me pongo en eso, señor —se levanta de su asiento e intenta irse.

—Vuelve en una semana con esa información —Marcos asiente—, si puedes acércate a ella. Eres joven y apuesto y como estoy seguro que ella es una zorra, caerá rápido.

Marcos sonríe fríamente y se retira cerrando la puerta a su espalda.

Me levanto y luego de servirme un Whisky, me vuelvo a sentar. Debo revisar con mucho detenimiento ésa carpeta.

Tocan a la puerta y con desdén digo que pase quién quiera que sea.

—Damián, llevas horas en este despacho, no quieres conocer tu habitación, la casa —despego la vista de los papeles y lo miro con dureza.

—Fernando, yo no viene aquí a comprar casas o dormir. Yo tengo un propósito y no voy a permitir que nada me distraiga.

—Acabas de llegar, que te quedes toda la noche leyendo esos papeles, no te asegura que lo matarás mañana. Sal y tomate un trago con tu amigo, podemos invitar mujeres —levanta las cejas divertido, causando que me ría.

Aunque he madurado demasiado rápido y no he vivido una vida normal, soy como un adolescente y me gusta divertirme.

—Pequeña, una fiesta pequeña.

—Ya me pongo en eso, capitán —río por sus tonterías y luego de que sale del despacho me desplomo en mi silla. La verdad sí necesitaba un descanso.

Salgo de mi escondite y subo a la que es mi nueva habitación, equipada con lo mejor en tecnología. Es magnífica.
Entro al baño aproximadamente veinte minutos, rebusco en mi armario ya organizado y me pongo lo primero que veo.

Mientras bajo por las escaleras escucho la música a tope, veo mujeres, muchas mujeres y demasiado alcohol. Fernando habla con los hombres de seguridad, pero al verme, los despacha.

—Entonces, ¿te gusta? ¿te gusta lo que ves? —es lo primero que me pregunta al juntarse conmigo al pie de la escalera.

—Son lindas, pero en mis tiempos había mejores —él suspira.

—Ya debes olvidarla, amigo. Ya no está y no volverá.

—¿De qué carajos me hablas? —finjo y él lo nota, me conoce demasiado bien.

Me alejo hacia el sillón donde varias mujeres beben, elijo una, cualquiera y la llevo conmigo a la habitación. Lo sé, soy un estúpido porque, aunque estoy aquí, con esta chica de la cual no sé ni siquiera su nombre y que me cogeré en unos segundos, no lo disfrutaré plenamente, no lo disfrutaré porque no es ella y ¡carajo! Nunca será ella.

Deseos Oscuros II (Vehemencia)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora