1. Nadie como ella.

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Capítulo 1.
Nadie como ella.

Desde que soy un niño he hecho estupideces. Me la pasé creyendo que mi padre estaría siempre a mi lado para resolverlas, para sacarme de los problemas en los que me metía, sin embargo, él se metió en muchos más y me arrastró consigo.

Cuando tenía siete años, mi padre se fue de casa. No entendí por qué lo hizo, por qué se fue y me dejó. Me abandonó, fue lo que pensé. Dos años más tarde apareció en las noticias detenido, por porte de drogas. Mi madre se levantó del sillón, apagó el televisor y se fue a la cama.
No me dijo ni una sola palabra en todo el día y yo con nueve años no entendía por qué, era todo lo que quería saber, por qué.

Cumplí diez años y caminaba por la calle cuando lo vi. En una esquina, asustado y tembloroso, estaba como nervioso, recibiendo dinero y entregando pequeñas bolsas transparentes, tan pequeñas que las podías esconder en tu puño y era lo que hacían los que la recibían. Tenía sólo diez años, pero sabía lo que estaba haciendo. Sin miedo me acerqué y lo encaré. Le grité y él sólo me pedía que me callara y que me calmara.

Cuando por fin lo hice, me llevó a una pequeña cafetería, me pidió huevos revueltos y un café, no me dijo ni una sola palabra, sólo me entregó un pequeño papel con una dirección. Allí vivía. Me despedí y me fui, llegué a casa y allí estaba mi madre, estaba follando con otro hombre, alguien que no era mi papá, la cosa era que en ese momento no entendía que ella podía hacerlo porque mi padre se había ido, sin embargo, yo a él lo adoraba y siempre lo iba a preferir ante todos, incluso ante mi madre. Entré a mi cuarto, empaqué mis cosas en el bolso de la escuela y me largué de casa, llegué a la dirección que me había dado y lo encontré con varios hombres contando más de aquellas bolsitas. Le conté todo y me permitió quedarme.

Así empezó, así empezamos, contando bolsitas y vendiéndolas en las calles y sólo le costó cuatro años más formar su propia organización al lado de su hijo de sólo catorce años.
Entre esfuerzo y esfuerzo, tres años más tarde era una de las más duras del mundo.

A esas alturas ya yo sabía el por qué. Era lo que él quería, ser un duro, ser respetado, tener dinero y mujeres y lo consiguió. Tal vez creerán que no es algo de admirar, pero yo sí que lo hago y no me importa.

Pero justo cuando estaba en la plenitud de su vida, cuando ya lo había logrado todo, se equivocó, se equivocó bastante.

Alex Monroe, maldito infeliz. Mi padre, Martín Miller hizo negocios con este hombre, joven e inteligente, muy parecido a mí. En cuanto lo vio supo que sería el socio perfecto.
Duraron algunos meses trabajando de manera eficaz pero algo salió mal, un cargamento se perdió, cargamento que pagó Alex, dinero que Alex perdió. Enfureció y mi padre solo le causaba gracia su enojo debido a que él podía pagarle cuantos cargamentos quisiera, pero ése a él no le daba la gana de pagárselo.

Alex se enojó mucho más y en un abrir y cerrar de ojos lo mató. Mató a mi padre y por poco a mí, sin embargo, se llevó las dos mitades de mi corazón. Mi padre y mi amor, el amor de toda mi vida, una pequeña muñeca de tan sólo quince años, perfecta y hermosa, la chica de mis sueños. La única que iluminaba la vida oscura que tenía.

El caso es que hace tres años Alex Monroe mató a mi padre y después mató a Jessica, justo hace tres años la adrenalina estaba latente en cada parte de mi cuerpo. Ésta vibraba y se agitaba en cada parte de mi ser. Tenía miedo, mucho miedo, pero no por mí. ¡Por favor! Yo sólo era un pedazo de carne que los lobos querían, pero ella, ella lo era todo para mí y estaba allí, a merced de esos lobos, los cuales no iban a dudar en acabar con ella.

—¡Damián, acelera! ¡más rápido! —su rostro estaba bañado en lágrimas. Estaba jodidamente asustada y no estaba siendo de mucha ayuda.

—¡No te preocupes! ¡No voy a dejar que te pase nada!

Deseos Oscuros II (Vehemencia)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora