4. Lágrimas de sorpresa.

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Capítulo 4.
Lágrimas de sorpresa.

La sensación es placentera, es realmente placentera, es inexplicable para ser más preciso, pero no es igual, nunca será igual. Me odio a mí mismo cada vez que comparo a todas las chicas que pasan por mi cama, pero es algo que no puedo evitar. Todos los días de mi vida intento no pensar en ella, en cada una de las cosas que la hacían hermosa y adorable y no hablo de mierdas superficiales. Hablo de sus pequeñas pecas casi invisibles, de su sonrisa, su ancha sonrisa cada vez que me veía, como se sonrojaba cada vez que decía alguna barbaridad, como bailaba en las mañanas mientras me preparaba el desayuno, como se mordía el labio inferior cuando estaba incómoda o nerviosa. Todo de ella era perfecto, todo era hermoso.

Me sobresalto cuando mi teléfono suena, veo la pantalla y me alegro al ver quién llama. Le hago una señal a la chica para que se vaya y así lo hace. No sin antes darme un pequeño beso que por educación acepto.

—Es impresionante el hecho de que me estés llamando. Creí que estabas enojado conmigo —es lo primero que digo cuando contesto la llamada.

—Estoy preocupado, no enojado. Me enteré que ya estás allá, lo que quiere decir que vas en serio.

—¿Qué te hace pensar que no iba en serio desde el principio? Chris, me hice una promesa a mí mismo, debo cumplirla.

—¡Es una mierda de promesa, Damián! Te dije que podías quedarte aquí en México, podíamos ser socios, pero tú sigues con esa mierda en la cabeza —el grito de Chris me asombra. Nunca había gritado, al menos no a mí.

—¡No es ninguna mierda en la cabeza, Chris! Dime una cosa, ¿qué harías tú si un hijo de puta te arrebatara a Kim? Ella es tu vida, se te nota cuando la miras, imagina que te la quitan y te darás cuenta cómo me siento yo —se queda en silencio por un segundo por un segundo muy largo.

—Lo lamento mucho, Damián —contesta luego de un tiempo en silencio—, el amor de mi vida despierta junto a mí todos los días, tal vez por eso es que no te entiendo. Eres mi amigo y si lo que haces te da tranquilidad, te apoyo.

—Sólo tengo dos putos amigos en todo el mundo; Fernando y tú. No me des la espalda.

—No es eso —se apresura a contestar—, sabes que no es eso. Escucha, Estados Unidos es mi hogar, pero me la paso de maravilla acá en México, sin embargo, no dudes en llamarme si me necesitas allá. Kim y yo vamos volando.

—Lo haré. Salúdala de mi parte.

—Está bien. Cuídate, Damián —me río un poco al escucharlo.

—La vejez te pone sentimental —él ríe del otro lado de la línea.

—¡Vete al diablo, cabrón!

—Adiós, Chris.

—Adiós, Damián.

Chris es una parte esencial en mi vida, es quién me sacó de la mierda en la que estaba. Él fue quién me sacó de un pozo vacío, vacío y oscuro. Lleno de recuerdos que me torturaban, que aún me torturan, sin embargo, lo hacen de manera menos recurrente. La vida misma me ha enseñado a desconfiar, desconfiar hasta de mi sombra, pero con Chris y Fernando, la cosa cambia, ellos han estado para mí, en las peores circunstancias y los aprecio por ello.

Recuerdo que cuando llegué a México, no tenía absolutamente nada allá, salvo por un buen amigo de mi padre, que, a pesar de todo, me ayudó. Al descubrir quién había matado a mi padre, se mostró casi sorprendido, incluso vi un reflejo de tristeza casi invisible por su rostro. Me dijo que me ayudaría y me brindó trabajo, el cual consistía en llevar la mercancía y cuidar de ella. Justo en ésas, conocí a Chris; alto, intimidante y muy autoritario, iba a todos lados con una castaña hermosa, de cara angelical, pero cuerpo de diabla. Recuerdo que cuando la vi por primera vez casi se me sale el corazón del pecho, me imaginé a Jessica como ella, me la imaginé vestida de esa forma, sólo que más hermosa, siempre ha sido más hermosa que todas. Le tomé mucho cariño a Kim, porque en el fondo, me la recordaba, me la recordaba de buena forma.

Chris dijo que me veía potencial, que yo le recordaba a él un poco más joven y que me ofrecía ser socios. Lo pensé por mucho, porque no lo conocía de nada, pero al final accedí, accedí cuando me di cuenta que debía vengar la muerte de mi padre y de Jessica y que el poco dinero que me ganaba con el amigo de mi padre, no me iba a servir para una mierda, así que me convertí en el socio de Chris. Al principio fue difícil, él trabaja de una manera mucho más limpia, a como lo hacía yo acá en Estados Unidos, así que tuvo que enseñarme algunos trucos. Me bastó dos años conseguir mi propia gente y separarme de Chris, claro, sin dejar de ser socios y un año, planear mi venganza.

A Chris nunca le gustó la idea, dijo que ya tenía una vida allá en México y que era de locos, dejarla por una estúpida venganza, en cambio, Kim, sonrío en cuanto le conté. Dijo que ella haría exactamente lo mismo y que, de hecho, lo hizo. Me contó su historia, su trágica historia, la cual me sirvió como fortaleza para seguir con mi plan y aquí estoy, cumpliendo la promesa que me hice a mí mismo, entre lágrimas, de matar a Alex, hacer que sufra y que se dé cuenta que hacerme daño, fue una pésima decisión en su vida de porquería. Siento mi teléfono sonar y veo que es Fernando, desvío la llamada, quiero verlo cuando me tenga información real.

Dejo el teléfono a un lado y me meto a la ducha, me doy un reconfortante baño y salgo media hora más tarde. Bajo a la primera planta y me encuentro a Carmen, sirviendo mi plato.

—Señor, estaba a punto de llamarlo para la cena. Le hice una muy deliciosa —le sonrío en respuesta y me siento a la mesa.

Mis hombres se alejan levemente para darme privacidad.

—Muchas gracias, Carmen —ahora es su turno de sonreír.

Carmen me recuerda demasiado a mí mamá, a mi abuela o a cualquier mujer de edad que significa una madre para mí. Es muy cariñosa y tiene muy buena sazón. Me alegro de que esté aquí. Dejo el plato vacío y salgo a la piscina donde más hombres se pasean con sus armas.

—Señor —saluda uno de ellos con la cabeza. Hago lo mismo y me siento en una silla playera.

Cierro los ojos y disfruto del sonido del agua moviéndose en la piscina. Es magnífico y relajante, tan relajante como el sexo. A los pocos segundos un sonido ensordecedor me saca abruptamente de mi ensoñación. Es el sonido de una llanta al ser frenada de repente.

Tres hombres se colocan delante de mí en defensa y los demás van en busca de la causa del sonido. Intento buscar mi arma en mi cintura, pero recuerdo que la he dejado en la habitación ¡Mierda! Me relajo cuando veo el rostro familiar de Fernando y de Marcos. Ambos vienen sudados y cansados como si fueran corrido una maratón. Mis hombres relajan sus hombros tensos y se alejan.

—¿Qué carajos fue eso? ¿Acaso no deberían venir mañana?

—Está viva —es lo único que me contesta Fernando.

—¿Qué? ¿cuánta droga se metieron?

—¡Carajo, Damián! ¡Escucha! —el grito de Fernando me sorprende—, ¡Jessica está viva! ¡Está viva! Ella era la castaña de la que hablaba Marcos, todo este tiempo estuvo con la hermana de Alex.

Caigo derrotado en la silla playera. ¿viva? ¿Alex? ¿con su hermana? ¡carajo! Y sin poder evitarlo las lágrimas brotan de mis ojos.

Deseos Oscuros II (Vehemencia)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora