2. Good enough

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—...Y entonces me di cuenta de que sólo me miraba a mí. Al principio creí estar alucinando, o que miraba a mis amigas por que o sea, ¡son Amy y Becky!, lo bastante bonitas para llamar la atención de cualquier chico— hablo tan rápido que hago una merecida pausa, en la que Stefan parece querer hablar pero sé que si no termino ahora, se me olvidará el resto del chisme, así que con el mismo ritmo continúo —¡pero no! Hicimos varias pruebas para verificarlo, y sólo gané su hermosa mirada clavada en mí. ¿Crees que mañana me pida matrimonio?-No se asusten, me gusta ser dramática cuando me emociono, aunque una boda no suena mal, tal vez en unos años. 

—Creo que vas demasiado rápido— el tono de voz de Stefan se torna serio, a pesar de que minutos antes nos divirtiéramos viendo los típicos videos de "Si te ríes pierdes" en YouTube —no puedes ilusionarte simplemente porque un tipo te miró. Al inicio del día más de uno te miró el trasero y no te veo babeando por ellos. Sólo estás así con ese porque es un atleta.

Debo admitir que sus palabras me dolieron un poco, y que tuve que voltear la mirada hacia la cocina para que no notara como secaba pequeñas lágrimas debajo de mis lentes.

Stefan no me había provocado lágrimas desde que se empeñó en ver conmigo la película de Hachiko ilícitamente en la sala de proyección de la escuela. Lloré como magdalena, ocultando mi rostro de su vista, pero al escuchar cómo se sacudía los mocos me sentí mejor.

Tristemente en esta ocasión la única que se sentía mal era yo. Por eso no permití que se diera el gusto de verme llorar.

Respiré para relajarme un poco y lo miré con enojo —¿Enserio me dices a mí que me ilusiono rápido cuando fuiste tú el que cayó tan veloz con una chica que hizo una apuesta?— no me di cuenta de cuándo elevé tanto la voz —Por lo menos yo me daría cuenta si alguien solo juega conmigo, Hamilton.

—¡No me cambies el tema! Eso no viene al caso— sus ojos se oscurecieron. Jamás me había levantado la voz.

—¿No viene al caso?— Le recrimino indignada —¡Yo no soy la que voy a casas ajenas a insultar!

—Tómatelo como quieras, sólo te digo que vas a terminar mal. ¡Actúas como una fácil con él!— esa fue la gota que derramó el vaso. No creí ser capaz de sentir tanto enojo.

—Largo— le dije, impaciente.

—¿Qué?

—¡Largo de mi casa!— furiosa le abro la puerta.

Su enojo fue demasiado evidente en la última mirada que me dirigió antes de tomar su mochila e irse.

Apenas cruzó la puerta, la azotó con fuerzas. En ese momento siento latir mi corazón con fuerzas y mi respiración aumenta exponencialmente, siento mi rostro caliente, y sin darme cuenta ya estoy aventando cosas por la ventana.

Regreso a la puerta golpeándola con furia y repentinamente siento mis mejillas mojadas. Me cuesta un poco respirar debido al nudo que se me ha formado en la garganta. Le doy la espalda a la puerta y resbalo lentamente hasta abrazar mis piernas con fuerzas llegando al extremo de llorar un poco.

Por suerte estaba sola en casa, porque sería vergonzoso.

Por una parte me decepcionaba el hecho de que Stefan pensara que soy una fácil siendo él la persona que más secretos sabía de mí, alguien que se supone me conoce muy bien. Pero por otra parte, me dolieron sus palabras porque algo tenían de cierto. Es decir, ¿Quién en su santo juicio se podría interesar en mí?

No soy suficiente. Ningún chico ha llegado a ver mi interior. Lo único que ven en mí es a un objeto. Una chica manejable, vulnerable y nada digna de atención. Simplemente no soy suficiente para nadie.

Recuperando mi dignidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora