Falsa Idolatría

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Llegó a su casa lo más pronto posible, se metió a la ducha, dejó que el agua resbalara por mucho tiempo ¿Como carajos fue capaz de semejante tontería?

Él no quería que aquello pasará, pero lo hizo, Fenneko era su amiga, su única mejor amiga y siendo sincero, él deseaba que la única con la que mantuviera relaciones sería la panda roja, eso lo hizo sentir asqueado. Sus pensamientos llevaron a que comenzara a tallar con fuerza cada parte de su cuerpo, quería quitarse a toda costa la sensación de suciedad, esa maldita sensación inmunda pero lo hecho, hecho estaba y por más que él quisiera que desaparezca, era imposible.

°***°

Salió corriendo de su casa, apenas logró llegar a la oficina, una parte de él esperaba ver a su panda roja, pero de nuevo, no había rastro de ella, también deseaba no ver a Fenneko ¿Con que cara la vería? No podía verla ni con odio ni mucho menos con repulsión, era su amiga no su enemiga, aún que a veces parecía lo contrario ¿En que clase de inmundo juego se fue a meter? Vaya día que le esperaba.

Sin embargo, el mañana pasaba y ninguna de las dos estaba en la oficina. Le extrañó un poco, ninguna era de faltar a la oficina.

(...)

Fenneko yacía dormida aún, su alarma comenzó a sonar una y otra vez, cosa que maldijo la vulpina, ella quería seguir soñando con las imágenes del día anterior, ella anhelaba sentir de nuevo al macho hiena, divago en aquellas visiones una vez más, realmente era como si hubiera tocado algo exquisito, un gran y anhelado deseo se cumplió, aunque le habría gustado sentirlo con todos sus sentidos, pero sobre todo sentirlo ahora mismo.
La quinta alarma la regreso a la normalidad, bufó molesta por tener que ir a trabajar ¿Y si se reportaba enferma? Podía hacerlo pero tal vez sólo le descontaría el día, además de que si faltaba no podría ver a Haida.

Tras pensarlo, decidió salir de la cama y ducharse, marcó a la oficina para decir que llegaría tarde al trabajo, afortunadamente Fenneko tenía una pequeña inmunidad: Marumaru, sabía de antemano que el tipo estaba enamorado de ella, incluso que era un posible acosador, ya que tiempo atrás, ella descubrió que él, tenía un pequeño altar dedicado a ella, hecho con cosas que ella daba por perdidas, tenía desde pequeños clips, lapiceros, hasta prendas que dejaba en la oficina como bufandas o suéteres, al principio quiso llamar a la policía ya que él era un coleccionista, pero su astucia la llevó a aprovecharse del felino, no era feliz haciéndolo pero si de algo servían sus encantos, que mejor manera de aprovecharlos, guardo el secreto pero a cambio de que él hiciera algunas "trampas" por ella.

(...)

El día paso muy lento y con ello la desesperación de la hiena se hacía cada vez más evidente, no había rastro de Retsuko, incluso intento llamarla por teléfono, pero siempre era lo mismo, el maldito buzón, comenzaba a exasperarse, tanto que ni siquiera se había dado cuenta de que la fennec no estaba en su lugar.

En cierta forma, no quería verla, pero su impaciencia por saber de la panda roja, lo llevo al escritorio donde debería estar ella, pero en lugar de encontrarse con la vulpina, se encontró con el lugar vacío, suspiro pesadamente. Camino rumbo a la cafetería, trataría de calmarse un poco, sin embargo alguien lo tomó de los hombros hasta arrastrarlo hasta el almacén de la papelería, donde fue lanzado bruscamente al interior de este.

- ¿Marumaru? ¿Pero que...?

- Se lo que planeas Haida, pero no te servirá de mucho

- ¿De que estas hablando?

- Supe que ayer estabas con Fenneko, pero déjame decirte algo... ella es mía ¡SÓLO MÍA!

Haida lo miró perplejo, realmente no sabía que hacer ante aquella situación de celos por parte del felino

Mi dulce obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora