Suspiré una vez más. El ruido de la música llegaba a mis oídos como si realmente fuera yo quien tuviera la música a todo volumen a mi lado y no llegara a través de una sólida pared desde la habitación de mi hermana.
Sarah había vuelto a discutir con su novio. Varias veces realmente y la última llamada había sido tan acalorada que estaba segura que habían terminado, pero en esta ocasión no hice la locura de salir a comprobar si se encontraba bien o si necesitaba un saco de boxeo donde descargar su frustración. Tenía mis propios problemas.
Traté de ignorar la música, algo realmente difícil y me concentré en el reloj, moviéndolo entre los dedos, dándole vueltas como si esperase encontrar algo en él, algo diferente que no hubiera estado allí antes de entrar en Aize, pero después de varias horas haciendo lo mismo, sin tener nada mejor que hacer, estaba segura que el reloj seguía siendo un simple reloj de muñeca. Y uno barato. Pero aunque hubiera costado parte de uno de mis riñones no me hubiera importado.
Después de salir de Aize y no encontrar la forma de volver a entrar, ni siquiera encontré el valor de ponerme a dar golpes para llamar y esperar que alguien me abriera la puerta, esperé un rato, apoyada en la pared, a una prudente distancia de unos metros a la derecha y no aparté la mirada en ningún momento de la puerta, esperando a que algún misterioso personaje —o un bicho, ya que a esas alturas me conformaba con cualquier cosa—, se detuviera frente a ella y extendiera la mano para abrir la puerta. Una vez ocurriera eso ya pensaría cómo actuar... pero por más que esperé no apareció nadie y terminé alejándome, deteniéndome en una relojería de camino a casa, decidiendo volver al día siguiente al local y probar mejor suerte. Al menos ya no era como si no pudiera pertenecer a ese mundo, sólo tenía que regresar allí y poco a poco... ¿poco a poco, qué? Di una vuelta más al reloj en la mano y lo dejé caer sobre el edredón, cansada.
—No tiene arreglo.
El relojero me lo había devuelto después de un rato de enredar con él, de abrirlo, cambiarle varias veces la pila, desmontarlo, ponerle alguna pieza de más y hasta de sacudirlo. Después había vuelto a ponerlo todo en su lugar, lo había cerrado y lo había dejado encima del mostrador, frente a mí.
—¿Y eso? Hasta hace un momento funcionaba correctamente.
Sí, hasta el momento que había entrado en Aize, aunque siendo más racional, la última vez que había mirado la hora había sido al salir de casa. Y en ese entonces sí funcionaba perfectamente.
El relojero se había encogido de hombros.
—No lo sé. Lo curioso es que no tiene ningún problema. Está todo perfectamente —volvió a encogerse de hombros—. Ha dejado de funcionar, sólo eso.
Sólo eso... No, no era sólo eso. ¿Una casualidad? Ni yo me lo creía. Desde que había sabido que los cuentos de hadas eran reales y encima de una manera bastante deformada, había dejado de creer en las casualidades, al menos no en aquellas que involucraban ese lado extraño de mi existencia.
—¿No quieres mirar uno nuevo? Puedes dejar éste aquí... lo echaré otro vistazo...
No lo había dejado y tampoco me había comprado uno nuevo.
—¿Quién te has creído que eres?
La voz de Sarah en el pasillo me sacó de mis pensamientos, pero no me moví de la cama, echando un vistazo a la ventana y comprobando que estaba amaneciendo. Una noche más sin dormir, pero esta vez no había sido la única. Era evidente que mi hermana y su novio tampoco habían pegado mucho ojo, aunque lo de su novio tenía mis dudas que no fuera por las constantes llamadas de Sarah durante toda la noche y su buena disposición por no apagar el móvil.
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Desire (Silence 2)
Romance¿Qué estarías dispuesta a ofrecer por amor? Durante diecisiete años, Alis había creído que el mundo era tan sólo aquello que podía ver. Un pequeño instante; eso era lo que había tardado en comprender que estaba equivocada, y ahora Alis se negaba a...