Tres - Abel

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-¿De verdad crees que puedes llegar a conocer a alguien como Tannatek? -preguntó Gitta-. Piensa en ese corte estilo militar.

Subió sus piernas al sofá y de pronto Anna recordó los tiempos en que solían usar ese sofá como un trampolín, cuando eran pequeñas. El sofá se encontraba frente a una pared hecha por completo de cristal tras la cual se encontraba la playa. Aunque desde aquí no podías ver ni la arena, ni el agua ya que la mitad de la urbanización se encontraba entre la casa y el océano. La casa de Gitta, un cubo geométrico, era moderna pero de una forma fallada de modernidad. Todo era demasiado ordenado, incluso el jardín. Gitta estaba casi segura que su madre desinfectaba las hojas de los setos cuando nadie estaba mirando. Gitta no se llevaba completamente bien con su madre quien trabaja como cirujana en el hospital donde el padre de Anna solía trabajar, pero él tampoco se llevaba muy bien con la madre de Gitta y había huído hacia los más desordenados y cómodos cuartos de los consultorios privados.

-¿Anna? -dijo Gitta-. ¿En qué piensas?

-Pensaba en... nuestros padres -dijo Anna-. Y en que todos son médicos o lo que sea.

-Lo que sea -resopló Gitt mientras sacaba un olvidado cigarrillo de un cenicero-. Exacto. ¿Qué tiene que ver eso con Tannatek?

-Nada -suspiró Anna-. Todo. Sólo me preguntaba qué hacen sus padres. De dónde viene. Dónde vive.

-En uno de esos edificios de concreto entre aquí y la ciudad. El distrito Seaside... lo veo andando en bicicleta todos los días. Se inclinó hacia adelante y escrudiñó a Anna. Los ojos de Gitta eran azules. Como los de Abel, pensó Anna, pero aun así diferentes. ¿Cuántos tonos de azul habría en este mundo? En teoría deberían ser un número infinito.

-¿Por qué quieres saber todo esto? -preguntó Gitta con recelo. -Sólo porque... sí. -Anna se encogió de hombros.

-Oh, sólo porque sí. Ya veo -dijo Gitta-. Te diré algo corderito. Estás enamorada. No hace falta que te sonrojes así, le sucede a todos. Pero has elegido al tipo equivocado. No te vuelvas loca. Con alguien como Tannatek todo lo que conseguirías sería una relación basada en el sexo, y además probablemente contraerías alguna cosa asquerosa. No hay nada ahí para ti.

-¡Cállate! -dijo Anna. Había un borde de enojo en su voz que la sorprendió-. No estamos hablando de una relación o sobre... sobre eso... ¿Nunca has considerado que tal vez mi visión del mundo no sea tan limitada como la tuya? ¿En que pienso en otras cosas además del sexo y en la próxima vez que me voy a acostar con alguien?

-¿La próxima vez? -preguntó Gitta sonriendo-. ¿Hubo una primera? ¿Me perdí de algo?

-Eres imposible- dijo Anna levantándose, pero Gitta la tironeo de regreso hacia el sofá de cuero blanco, el cual parecía fácil de desinfectar. Probablemente considerando el estilo de vida de su hijai

-Anna- dijo Gitta- tranquilízate. No queria hacerte enojar. Es solo que no quiero verte infeliz, ¿no puedes enamorarte de alguien mas?.

-No estoy enamorada- dijo Anna- y deja de intentar convencerme de que lo estoy.

Miro hacia la enorme ventana, del otro lado del departamento y a las casas demasiado modernas. Si entornaba los ojos podría ser capaz de volver invisibles las casas y ver el océano detrás. Era cuestión de pura determinación. Y tal vez, si lo intentaba lo suficientemente duro, podría descubrir algo sobre Abel Tannatek. Sin Gitta.

¿Por qué no había podido mantener su boca cerrada? ¿Por qué había tenido que decirle a Gitta que había hablado con Abel? Tal vez porque habían pasado dos días, y no habían intercambiado ni una sola palabra desde entonces. La burbuja se había cerrado alrededor de Ana de nuevo, y la fría pared de silencio se había cerrado alrededor de Abel. Sin embargo, dentro de la burbuja algo había cambiado. Había una chispa de luz. Curiosidad.

-Escucha corderito -dijo Gitta mientras encendía un nuevo cigarrillo. ¿Consistía su vida en cigarrillos? Ponía nerviosa a Anna jugueteando con ellos, encendiéndolos, sacándolos todo el tiempo-. Sé que eres más inteligente que yo. Todas esas notas que tienes, la música, piensas en cosas que las demás personas no piensan. Y por supuesto que es estúpido que te llame corderito. Lo sé. Pero esta vez, realmente deberías escucharme. Olvida a Tannatek. Esa muñeca... ¿por qué anda con esa muñeca de niños? ¿Una hermanita? No tengo idea. Pero tal vez deberías mirar esa muñeca más de cerca. ¿No te dijo que tenías que tener cuidado con ella? ¿No has leído novelas policiales? ¡Sé que siempre estás leyendo libros! Quiero decir, no es de mi incumbencia de dónde consigue las cosas que vende, pero una vez dijo algo sobre conocer gente en Polonia. Él tiene que traer esas cosas de alguna manera.

-Estás diciendo que está usando esa muñeca para...

Gitta se encogió de hombros.

-No estoy diciendo nada, solo pienso en voz alta. Quiero decir, nos alegra que este ahí, nuestro traficante polaco. Aun tiene los mejores productos. No se mires así. No soy una drogadicta. No a todos a los que les gusta la cerveza son alcohólicos ¿no?. Es solo que no creería todo lo que nuestro proveedor de productos secos te dice. El se cuida a si mismo. ¿pero no lo hacemos todos?.

-¿A que te refieres?

Gitta rió

-No estoy segura. Pero sonó como un buen pensamiento. ¿Como filosófico? De todas formas, esa historia sobre la muñeca y la hermanita es realmente conmovedora. Y el sonido blanco... tal vez sea un poco raro nuestro amigo polaco. Pero tal vez sólo inventó todo eso para llamar tu atención. Eres buena en la escuela. Y él definitivamente necesita tu ayuda si quiere pasar los exámenes. Así que inventó algo que te interesaría.

-Cierto -dijo Anna-. Intenta que me interese. No hablándome. Felicitaciones por tu lógica Gitta.

-Pero... Tiene sentido - Gitta encendió su décimo cigarrillo y señalo con este -Se hace el interesante, te hace sufrir un poco y luego...

-Deja de sacudir así tu cigarrillo -dijo Anna, esta vez no dándole a Gitta la oportunidad para volver a desilusionarla-. Vas a incendiar tu sala de estar.

-Me encantaría -respondió Gitta-. Desafortunadamente no prendería demasiado bien.

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En mi imaginación así se ve Abel, no se que piensen ustedes

The story teller -Antonia MichaelisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora