2. Un asesinato en la nieve

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El detective Pierce Smith estornudó fuertemente en dirección a la nuca de Prouds, quien se dio vuelta antes siquiera de golpear la puerta.

—Lo siento —dijo Smith—, este clima no es el más conveniente para mi organismo.

El detective Prouds se quedó observándolo en silencio, mientras asentía levemente con la cabeza.

—Oh, ya veo. Bueno, ¡arriba!, que nos espera ahora mismo un nuevo misterio —dijo. Luego se dio vuelta y golpeó la puerta.

A los pocos segundos, un hombre robusto y pelado abrió la puerta con expresión de suma preocupación.

—¡Hola, muchachos! Pasen rápido, antes de que la nieve los congele —dijo haciéndose a un lado.

—Buenas noches, señor —sonrió Prouds mientras pasaba por al lado del hombre, quien asintió.

—Hola, ¿qué tal? —dijo Smith al pasar junto al hombre, con los ojos casi cerrados y antes de largar otro estornudo.

—Hola, señor —dijo el hombre antes de cerrar la puerta. Del otro lado se oyó el alarido de un hombre—. ¿Qué fue eso? —interrogó el hombre al abrir nuevamente la puerta.

—Se ha olvidado de mí —dijo un hombre bajito y pelirrojo, de grandes ojos celestes que estaban tras unos grandes anteojos, con una mano en su cabeza—. Por cierto, qué puerta tan fuerte.

—¡Oh! Lo siento mucho, señor, no lo había visto —dijo el dueño de la casa, a la vez que cerraba la puerta nuevamente, una vez que el detective O'Brien había entrado en la casa.

—No pasa nada, es que estaba detrás de Smith. ¡Ya ha visto lo alto que es! —dijo O'Brien. El hombre se le quedó mirando desentendido. O'Brien señaló entonces a Smith—. Él es Smith.

—¡Ah! Ya veo, ¿y usted es...?

—Detective O'Brien —dijo O'Brien mientras se sacaba los anteojos para limpiar los vidrios, llenos de nieve.

—Y yo soy el detective Prouds —dijo Prouds estirando su brazo en dirección al hombre, para que se la estreche—. Mucho gusto.

—Lo mismo digo —contestó el hombre—. Yo soy Spike Tronwoods, el esposo de Margarita.

—Margarita es la mujer que fue encontrada asesinada, ¿verdad? —interrogó Prouds con el ceño fruncido.

—Sí, exactamente. Vengan, les mostraré dónde se encuentra —dijo el hombre mientras algunas lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas. Comenzó a caminar en una dirección, y el trío de oficiales proveniente de Scotland Yard le siguió los pasos.

Prouds se dio la vuelta en cuanto escuchó un pequeño grito, casi ahogado.

—¡Detective O'Brien! ¡¿Puede ya dejar de gritar?! —gritó. Detrás de él se encontraba Smith, quien también se dio la vuelta en cuanto Prouds lo hizo.

—Lo lamento, ¡esta mujer me ha asustado! —dijo O'Brien, señalando a una mujer morocha de ojos negros que observaba a O'Brien muy seriamente—. ¡Ha aparecido de la nada!

—Siempre he estado aquí —dijo la mujer, sin ningún tipo de expresión en su voz.

—Bueno, yo no la había visto —dijo O'Brien.

—¿Quién es usted? —le preguntó Prouds a la mujer.

—Mi nombre es Audrey Bitta, soy la cocinera y criada de la casa —dijo la mujer, mirando con odio (o al menos eso parecía) a Prouds.

—¡Por aquí, muchachos! —se oyó la voz del señor Tronwoods. Prouds se dio la vuelta nuevamente y siguió el sonido de la voz, seguido por Smith, y más atrás por O'Brien—. ¿Dónde estaban? —interrogó el hombre cuando el trío de Scotland Yard lo alcanzó.

Diez Casos del Trío de Scotland YardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora