3. El robo de las monedas de oro

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Ocurrió en una ocasión que el famoso trío de investigadores de Scotland Yard —compuesto por los detectives Owen Prouds, Pierce Smith y Willie O'Brien— fue invitado a pasar dos días en la casa de un matrimonio muy enriquecido y acomodado que habitaba en los suburbios de la ciudad. El matrimonio había decidido invitar al trío como gesto de agradecimiento por un caso de robo en el que los investigadores del trío habían ayudado a esclarecer la verdad.

El hecho había ocurrido un año atrás, cuando los empleados —el mayordomo, el ama de llaves, la cocinera, las dos criadas, el jardinero y el chofer— de la casa del matrimonio se habían complotado para robar todas las joyas que había esparcidas por toda la residencia. Harían pasar todo por un robo, pero un robo provocado por personas ajenas a la casa, y para eso se habían encargado de hacer sonoros ruidos a lo largo de la noche en la que robaron todas las joyas. Al día siguiente, el matrimonio se desesperó al no encontrar ni una sola de las joyas de las que eran poseedores. Los empleados aseguraron haber oído extraños ruidos por la noche, y de hecho el matrimonio también los había oído, por lo que pensaban que efectivamente se había tratado de ladrones ajenos a la casa. Aun así, decidieron llamar a la policía, y el trío de investigadores de Scotland Yard conformado por Prouds, Smith y O'Brien se encargaron del caso. No pasó ni un día cuando uno de ellos tres echó luz sobre el misterio, el cual no era tan complicado de resolver: el detective O'Brien pudo asegurar que los siete empleados de la casa habían sido los ladrones. Desde entonces, el matrimonio decidió no tener nunca más criados, y encargarse de las tareas domésticas ellos mismos. Durante los primeros meses les costó acostumbrarse, pero finalmente la mujer terminó adueñándose de las tareas de limpieza y cocina; y el hombre se encargó de la jardinería e hizo de su propio chofer.

Muy agradecido, entonces, con la ayuda que habían recibido de este gran trío, el matrimonio decidió, como ya se dijo, invitar a los detectives a pasar dos días en su gran casota como forma de agradecimiento, en pleno verano. El trío no dudó ni un momento en confirmar su asistencia, mucho más al saber que la gran casa contaba con una gran piscina que les ayudaría a bajar la temperatura corporal en ese contexto de tanto calor.

El matrimonio estaba conformado por May Lovery y Neil Lovery. May era una mujer muy simpática y amable, aunque muchas veces podía sonar un poco engreída o presumida cuando hablaba de las fortunas que poseía. Su cabello era castaño y sus ojos bien verdes, los cuales parecían azules cuando los rayos del sol les daban de frente. Neil Lovery, por su parte, era un hombre muy educado, atento, amable y simpático, aunque notoriamente dependiente de su mujer en muchos aspectos. También tenía el cabello castaño —un poco largo— y también tenía los ojos verdes, aunque el tono verde en ellos era muy diferente al de su mujer.

El matrimonio Lovery tenía dos hijos: Mary Lovery y Nathan Lovery. Mary era muy callada, seria y reservada. No era de hablar mucho con las personas y de hecho se decía que miraba un poco mal a la gente. Tenía el cabello castaño pero los ojos marrones. Nathan Lovery, a su vez, era muy simpático y divertido, aunque muy egoísta, poco atento e incluso, según muchas personas, un poco inmaduro e infantil para su edad. Tenía el cabello un poco más oscuro que el resto de la familia, y los ojos verdes del tono de los de su madre.

El matrimonio Lovery había decidido invitar a tres matrimonios más a pasar esos días en su casa, los días en los que también estaría el trío de Scotland Yard. Los tres matrimonios estaban compuestos por parejas que los Lovery conocían de hacía muchísimos años, y con quienes habían generado una amistad y una confianza increíble. Eran los matrimonios Koslim, Ramin y Shot.

El matrimonio Koslim estaba compuesto por Kim Koslim y Marcus Koslim. Kim era una mujer algo callada pero, por lo visto, muy lista, lo cual se evidenciaba en su forma de hablar, aunque, como ya se dijo, no hablaba mucho. Era morocha y de ojos verdes. Marcus Koslim, por su parte, hablaba más que su mujer, aunque no mucho más. Su cabello era rubio y ni muy largo ni muy corto. Sus ojos eran negros. Si bien ninguno de los dos hablaba demasiado, entre los dos se la pasaban parloteando por lo bajo.

Diez Casos del Trío de Scotland YardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora