Primero.

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Treinta minutos de atraso.

El grupete de viejos le había sacado canas a BaekHyun, primero; ninguno se despertaba, en ello perdió diez valiosos minutos. Después, actuaron con la lentitud de un caracol, incluso tuvo que cepillar la dentadura postiza de sus ancianos, y para cerrar el dolor de cabeza con broche de oro: ¡El autobús había sufrido un desperfecto! todo el conflicto le hizo sufrir un pico de estrés tremendo, así que para compensarse se compró una barra de chocolate de la que se arrepentiría después. Ellie no paraba de resaltar cuán rellenas estaban sus mejillas, probablemente se volvería más insistente. 

Ahora mismo en el aeropuerto mientras se escondía el caramelo en sus bolsillos (sus pacientes tendían a robarle cada dulce que tuviera), desesperaba por llegar al principio de la fila. Había viajado en avión otras dos veces, pero las ansias que le picaban en las puntas de sus dedos eran tan fuertes como la primera. Tal vez por el destino, sus vuelos anteriores no tenían como llegada un lugar tan glamouroso como Las Vegas, la mismísima ciudad de actividad nocturna que había contemplado tantas veces por la tele.

—Santo cielo, siento que voy a orinarme de la emoción.— Byun suspiró, ruborizado por la gente que volteaba a verlos. Era el quinto comentario así de indecente que soltaba su tripulación. —Por suerte volví a la etapa de los pañales.—

Si tenía que ser sincero, se divertía cuando estaba encerrado entre cuatro paredes con las uvas pasas. Algo que había aprendido dándole duchas a gente mayor, es que el pudor era algo que ni recordaban; ellos le habían enseñado que los días que tenían para vivir, no eran muchos, así que no querían irse al otro mundo con las ganas de haber hecho algún comentario innecesario. Y comprendía, claro que sí, le gustaba la perspectiva que tenían. Sólo que no podía compartirla. 

La técnica administrativa lo sacó de su reflexión, pidió sus pasaportes y documentación importante. Agradeció a todos los dioses a pesar de ser ateo, no había ningún inconveniente con nada y sólo quedaba revisar sus valijas, simplemente esperaba que a Harvey no se le haya ocurrido guardar de sus cigarrillos con hierba especial. Extendió los brazos y se dejó monitorear, lo mismo con los otros ancianos fumadores. 

El pulso se le mantuvo estable, le costaba creer que todo había salido relativamente bien. Eso hasta que subieron al avión y sus uvas pasas se aterraron por la altura, terminó cediéndole el chocolate a su grupo de dinosaurios. 





Después de horas dentro de una nave voladora, reproches, acompañadas al baño y saqueos de comida por parte de bocas arrugadas, finalmente podía poner los pies en tierra. Se sentía como un maldito muchacho rico, si dejaba de lado el hecho de que debía prender el GPS para no perderse camino al hotel que  los acogería por dos semanas enteras. Estaba condenado a cuidar de gente alocada, pero quería convencerse de que no eran lo suficientemente ancianos como para olvidar la independencia y cómo cuidar de uno mismo. (Lo habían olvidado, BaekHyun tenía que limpiarles la mierda a veces). 

—Correcto, chicos. Vamos a tomarnos un taxi por separado porque nadie quiere transportar a cinco ancianos y un hombre con pintas de gay nerd, juntos. Nos vamos a agrupar de a tres, el alemán, el drogadicto y yo, juntos. Los demás griten de inmediato si pasa algo, ya que no saben utilizar un celular...— 

Vaya, sí que sabía liderar. En cuestión de segundos los tenía como quería, calladitos y atentos a que llegara un auto y luego el otro. Byun logró parar uno con la mano en alto. Su expresión decaía a medida que el taxi se acercaba, arrepentido al ver la pintura amarilla gastada,  ¿quién conducía eso? no le gustaba ser prejuicioso, pero no quería perder su trabajo, o su vida de hecho. 

—Disculpe— titubeó, esperando a ganar atención del chófer para negociar que se quedara esperando a que pudieran cazar otro taxi (de preferencia en mejor estado). —No estoy seguro de que vaya a entender nuestra situación, pero somos seis personas, nos preguntábamos si podría darnos un momento para conseguir otro auto.— el taxista se quitó las gafas de sol, típicas de conductores. No esperaba encontrar un rostro tan jovial, una mandíbula tan marcada, unos ojos taaan oscuros. No esperaba agacharse hasta la ventanilla y más o menos meterse dentro del vehículo. —Si no tiene tiempo no lo molestamos más. 

Juventud、sebaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora