5. ¡No vuelvas a asustarme así!

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Eran las cinco de la tarde de ese mismo día y Hoseok se alistaba para el turno en su trabajo. Tendría que quedarse hasta altas horas de la noche, lo cual ya era peligroso para él estar de noche en la calle, pero agreguémosle a eso que tenía un zorro-humano, huma-zorro, zorro con poderes, bueno, un Taenie que se transformaba dentro de la casa, y eso le aterraba más que cualquier cosa en ese preciso momento.

¿Y si se volvía hombre e incendiaba la cocina? O peor, ¡incendiaba la casa entera!

¿Y qué si le pasaba algo y se encontraba solo? Tampoco es que pudiera pedirle a alguien que vigilara que el zorro no cambiara de cuerpo, era absurdo.

Hoseok, tomando su bolso y poniendo sus botines, se encaminó a la entrada con el zorro a la espalda. Una vez acomodado y listo, se giró a verlo de frente con las cejas fruncidas y los labios haciendo un gesto comprimido.

- Vas a comportarte, ¿oíste? - el zorro asintió. - No cambies de cuerpo, te lo ruego.

"No es que como que quiera volver a perder mi cola, Hobi".

- Por todo lo que ames...

"¡A ti!", pensó el zorro pero no lo admitió.

- No te acerques a la cocina. Ni al baño. Uh, ni salgas al patio, ¿okay? Te dejo hacer del dos ahí donde estás sentado, Taenie, pero nadie debe ver al tú humano. - fastidiado ahora, por tanta recomendación, sólo le dio la espalda yendo a subirse al sillón. - Taenie, lo siento. No sé qué está pasando realmente, pero me altera. Espero que me entiendas, bebé.

"Primero, no soy un bebé. Segundo, tú no cambias de cuerpo, y es malditamente doloroso. Imagina que te pusieran a crecer tres veces tu tamaño, a ver si te altera."

Todo lo que pudo escuchar Hoseok, fueron sus quejidos agudos, lo que le hizo poner una cara triste, más si ya se podía.

Sí le ponía ansioso el llegar y ver no a su zorro sentado, sino que al chico de piel tostada esperando por él. Le dio un escalofrío.

- Brr. Ya, Taenie, me largo. - y lanzándole un beso, salió cerrando suave pidiendo porque todo se mantuviera normal hasta que llegase, y se dirigió al auto.

Manejó los veinte minutos que lo separaban del trabajo y gracias al cielo que al llegar se encontró con que no había tarea extra, así que pudo finalizar todo rápidamente, dejar todo organizado en la pastelería, los pedidos entregados, corroborados, el puesto limpio y todo bien hecho.

Hoseok trabajaba en la pastelería/cafetería con ambientación clásica del centro. La paga era buena, pero como todo restaurante, requería de esfuerzo, tiempo y era agotador algunos días. Podía intercambiar turnos, hacer uno o pedir el día prometiendo recuperarlo en dos turnos, si le pedía a su jefe. Eso, en parte, facilitaba algo las cosas para su horario, en caso de tener alguna emergencia en casa.

Aquella noche, por suerte, tuvo que tomar un solo turno y no había nadie para suplantar, así que al salir de las puertas del local a las dos de la madrugada, se apresuró al auto como siempre para evitar exponerse a cualquier peligro, y partió a casa.

Le temblaban las manos sobre el volante cuando iba acercándose, nervioso por lo que encontraría adentro.

¿A su lindo zorro o... su lindo humano?

En estricto rigor, daba igual porque eran el mismo individuo, pero, uno ponía mal al castaño en diversos modos. Además de que no terminaba de caer en la cuenta de que eso estuviera pasando, para él toda la situación seguía siendo un tonto sueño hiperrealista del que no podía escapar.

- Ya, cálmate. - se empezó a decir. Cuando aparcó en la entrada, titubeó al bajarse del auto pero lo hizo, hasta que su celular empezó a sonar dentro del bolso que le hizo pegar un salto que casi lo manda de culo al suelo. - ¡Ah! Puta mierda, ¿sí, diga?

¿Dónde está mi zorro? • (vhope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora