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Al igual que siempre con Seth, las horas se vuelven minutos. Cada momento que pasamos juntos me parece poco o no es suficiente. Viajamos al menos una hora en motocicleta hasta que llegamos al destino y, cuando estamos ahí, me sorprendo.

Era prácticamente una niña cuando fui a Virginia Beach, y ni siquiera recordaba como era. Taylor y yo habíamos hablado cientos de veces de volver a ir, pero siempre terminábamos por postergarlo. Estar ahí de noche era como un sueño hecho realidad. Unas pequeñas luces alumbraban vagamente la playa, creando sombras en la arena. Había algunos barcos amarrados a un pequeño muelle que se encontraba lejos, pero extrañamente no hacía frío. Era una noche templada, ideal para estar ahí.

— ¿Te gusta?— pregunta Seth a mis espaldas.

No me había dado cuenta que estaba parada en la arena, estática, mirando a mi alrededor. Me volteo y lo encuentro cruzado de brazos, mirándome fijo y con una sonrisa divertida.

— Me encanta.— respondo y me acerco para besarlo.

Nuestros labios se unen en un beso rápido, ya que él se aleja hacia su motocicleta. Cuando levanta el asiento y saca toallas y una manta, por poco chillo de felicidad. Me encantan los pícnics, y él parece saberlo.

— ¿Te lo ha dicho Tay?— pregunto con una sonrisa.

Alza una ceja:— Pues... digamos que yo he preguntado.

Coloca la manta en el suelo y deja una bolsa con comida junto a nosotros. Nos sentamos en la arena, uno junto a otro, y miramos el mar. Esta planchado, no hay ni una sola ola. La oscuridad en el océano es increíble, jamás había estado en una playa durante la noche. Es mágico, totalmente diferente.

— ¿Por que me has traído aquí?— pregunto y me volteo a verlo.

Está de perfil y, por un segundo, su belleza me deja pasmada. Su mandíbula marcada, su nariz recta y, cuando gira su cabeza y me mira a los ojos, sus iris verdes se iluminan con la luz del lugar. Es bellísimo. Es guapo de cualquier forma en que lo mires.

— Quería traerte a un lugar especial... ¿Te ha molestado?

Niego:— Claro que no, me ha encantado.

Me acerco a sus labios y deposito un corto beso en ellos. Me alejo unos centímetros, y su mano me toma de la nuca, profundizando lo que yo había empezado. Sonrío contra sus labios y paso mis brazos por su cuello, atrayéndolo hacia mi. Mi espalda toca la arena y él se acomoda sobre mi, sin detener nuestro beso. Su lengua juega con la mía, enredándose en mi boca.

— ¿Quieres meterte al mar?— murmura contra mis labios.

Vuelvo a besarlo y muerdo su labio inferior. Estoy desesperada, necesito más de él. Su mano se cuela por debajo de mi remera y un escalofrío me recorre el cuerpo.

Se aleja de mí:— ¿No quieres meterte?

Quiero meter otra cosa, en otro lado.

— Estoy bien.— intento volver a besarlo pero se mueve hacia atrás, y una sonrisa divertida aparece en su cara.— Tengo algo de frío.

Lo último era un poco mentira, pero daba igual. Su boca baja hacia la mía, y yo abro mis labios, anhelante. Sin embargo, Seth sólo hace un ligero roce, y se aleja. Me mira como si la situación fuese divertida.

— ¿Y ahora qué?— pregunto alzando una ceja.

— No te he llevado al departamento, ¿Y quieres tener sexo en una playa?— pregunta acercándose a mi y manteniendo todo el peso en sus brazos a ambos lados de mi cuerpo.

Me río:— ¿Así que tú no?

— Yo no he dicho eso.

— Dijiste que querías... hacerlo. — murmuro algo avergonzada.

Dime Que Me Deseas (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora