Lágrimas

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-¿Lo hice bien? ¿Dónde estoy?- 

Elizabeth hablaba para sí misma, estando en total oscuridad; luego de haber recitado aquel conjuro de magia negra, para quedar en aquel lugar que desconocía. Intentó mover sus extremidades quebradas, lográndolo con éxito, por lo que dedujo que si estaba donde debía estar.

Estaba en el limbo, límite de la tierra y el purgatorio.

Se miró las manos y su cuerpo, para ver que estaba completamente cubierta por una fina capa de materia oscura de Statera, de un tono lila menos oscuro que el de los demonios normales. Trató de volar en alguna dirección, pero sentía que no llegaba a nada.

-Mierda, ¿y ahora que se supone que debo hacer? Tengo que salvarte Mel...- pensaba angustiada, ya que no veía forma de completar lo que quería. 

Quedó quieta un momento, juntando sus manos frente a ella y cerrando los ojos, para decir uno de sus hechizos. 

-Et erit lux.-

Un aura lila con dorado la cubrió, pero no tuvo los resultados que ella esperaba, por lo que maldijo mentalmente y se arrodilló estando sostenida en el aire. No quería entrar en desesperación, ya que si lo hacía, nunca iba a poder salir del limbo ni rescatar al verdadero Meliodas del purgatorio. Cerró los ojos y trató de tranquilizarse, hasta que una voz melodiosa y dulce le habló.

-Querida, tienes mucha valentía al entrar aquí voluntariamente, sin tener idea alguna de cómo regresar.-

La diosa se puso alerta, ya que aquella voz venía de atrás de ella, por lo que volteó para encarar a quién sea que le hubiera hablado. Quedó totalmente sorprendida al ver a una hermosa mujer de cabello rubio ondulado y de ojos caramelo con facciones finas y delicadas; estaba cubierta por un traje blanco sin mangas a la mitad de los muslos, junto con una armadura plata, una espada alada e imponentes alas de un color blanco magnífico, 8 en total. Puso una de sus rodillas en la plataforma imaginaria en la que estaba sostenida y poniendo su brazo en la misma, agachó la cabeza en señal de respeto.

-Pandora-sama. No pensaba verla aquí, mil disculpas por mi irrespeto.- decía con una voz seria; estaba delante de la Statera que se sacrificó por los que habían osado traicionar a su clan, permitiendo que los dioses vivieran en paz luego de eso.

-No es necesaria tanta formalidad, no te preocupes. Todos estos milenios, he estado en el limbo. Es el castigo por mi curiosidad al abrir el cofre sellado de mi padre, para contener a Gabriel. Sin embargo, en todos estos largos años, no había visto a un o una compatriota como tú, con las agallas suficientes para lanzarse directo a una dimensión peligrosa y desconocida, por un ideal tan puro como el tuyo, Ellisse, o debería llamarte Elizabeth, princesa del clan de las diosas.- 

-¿Usted sabe por qué estoy aquí? ¿Cómo es eso posible?- ya había alzado la cabeza y miraba de manera confusa por lo que ella le había dicho.

-Pues claro linda, sé cada uno de los sentimientos de los míos y la razón por la que pelearon hace 3 milenios. Tú junto a tu amado, fueron maldecidos injustamente, por dejar crecer un amor en tiempos bélicos, tiempos totalmente egoístas y sin sentido para mí. La actual Deidad Suprema y el Rey Demonio pusieron sus intereses por delante, eliminando cruelmente la existencia de ustedes en ese tiempo, y eso es imperdonable. Por eso, he decidido que tú seas quien lleve mi poder, para que puedas luchar y eliminar a ambos monarcas.-

Elizabeth quedó atónita. Se levantó de donde estaba y le habló directamente a la Reina Statera.

-Pandora-sama, para mí sería un gran honor poder llevar parte de sus poderes conmigo, pero debo pedirle ayuda para poder rescatarlo del purgatorio antes de eso. Sé que es un demonio, pero es mi razón de vivir, mi razón de aún estar peleando a pesar de tener mis días contados...Por favor, ayúdeme.- decía con los ojos llorosos y apretando los puños. No podía dejar de pensar en Meliodas; sentía que todo esto había sido culpa de ella, al no poder eliminar a Estarossa antes que la atacara de tal forma, que logró vencerla. No iba a descansar hasta poder regresar a su amado a la normalidad, no importa lo que tuviera que sacrificar.

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