Mis peores miedos estaban a flor de piel. No había nada que me atemorizara más que aquellas máscaras venecianas, que en ese momento yacían alrededor mío, apabullándome y haciéndome sentir una desgraciada. Todo había transcurrido en cuestión de minutos; la muerte de las monjas del convento, de padre Stefano, los cuales años atrás había bautizado como mi familia. Todo parecía estar acabado, pero a pesar de ello mantuve la cabeza en alto y ante todo un mínimo de esperanza. Mis hermanas estaban conmigo y al menos eso me mantenía relajada.
La camioneta se movía demasiado, lo suficiente como para hacerme saber que nos encontrábamos en alguna ruta de tierra, muy lejos de la cuidad. Mis ojos se movían de un lado a otro, buscando las miradas de Ariadna y de Dafne. Ambas yacían igual que yo; atadas de manos y pies. Los ojos de la más pequeña estaban empapados en lágrimas. Yo intentaba calmarla, pero no había mucho que pudiera hacer.
Uno de los hombres que tenían las máscaras la observa con persistencia, y posteriormente carcajea levemente. Era el más delgado de todos ellos, además de ser el de menor estatura. Se mueve sobre el asiento hasta acercarse a Ariadna y allí tensé mi mandíbula. Coloca delicadamente su mano sobre el muslo de la chica, haciéndola estremecer aun más.
—Sigo sin comprender cómo es que mujeres tan bellas enseñan tan poco.— Ariadna traga con dificultad. —Vamos, déjame ver esas piernas.— Amplío los ojos queriendo reaccionar. —Siempre he querido tocar una virgen. Son difíciles de conseguir, ¿sabes? Vivimos en un mundo muy promiscuo.— Se acerca aun más y desciende su mano hacia la altura de los tobillos, donde el borde de la falda yacía. Comenzó a elevar la tela con lentitud. Ella suelta un quejido y lloriquea con desesperación.
Enseguida reacciono, dejo llevar mis impulsos por protegerla y suelto un grito.—¡Detente! ¡No la toques!— Intento moverme pero dos manos me sujetan cada brazo.
Oigo nuevamente aquella risa, la del tipo más bajo. La máscara que portaba se mueve hasta enfrentarme. Tiemblo al oírlo suspirar. —Parece que tenemos a una reacia aquí.—Hace una pausa y siento cómo su mirada analiza cada rincón de mi anatomía, a pesar de estar completamente tapada. —Si tienes tanto valor como para oponerte a que la toque, supongo que no tendrás dilema tomando su lugar.
—Tócame a mí. Déjala en paz.— Contesto reuniendo todas las fuerzas posibles.
El hombre parece removerse en su asiento, para luego realizar un ademán al tipo que yacía a mi lado sentado. Cambian de lugares, ahora el que había desafiado se encuentra cerca, demasiado cerca. Respira a través de la máscara, siento cómo choca en forma de eco. Acerca su semblante a la parte lateral de mi cabeza, cerca de mi oído. Posteriormente toma mi falda larga y la sujeta con ambas manos. Cierra estas en un puño y tira de la tela con fuerza hasta romperla. Suelto un quejido al sentir la prenda desgarrarse bruscamente y arrugo los ojos. Mis piernas quedan al desnudo, puedo sentir el viento entrar por la ventana y dejar la piel de la zona erizada. Lo siento reír nuevamente.
—No sirve que intentes hacerte la fuerte.— Coloca su mano helada sobre mi muslo y comienza a subirla salvajemente hasta alcanzar la altura de mi entrepierna. — Si yo lo deseara, en este instante podría rasgar tus bragas tal como hice con tu falda. Podría tocarte, hacer todo lo que me plazca con tu cuerpo y luego olvidarte. No te creas importante, eres nada más que un cuerpo más en este mundo. Tu alma no es importante, tu corazón tampoco, sólo sirves para satisfacer al sexo opuesto.— Siento sus palabras en forma de susurro enterrarse como dagas en mi estómago. Dejo caer una lágrima.— De todos modos seré paciente. Aun no es tiempo.
La camioneta se detiene y vuelvo a estremecerme. Me sujetan del brazo nuevamente y tiran con rudeza de él.
—Vamos. No hay tiempo que perder.
Nos guían hasta una casa enorme, la cual con sólo observar desde afuera podía deducir con certeza que se trataba de una amplia estructura compuesta de múltiples habitaciones. Nos empujan, caminamos a la fuerza hasta alcanzar la imponente puerta principal.
Otro de los que portaba máscara se acerca a nosotras, el más alto de ellos. —Sin importar qué, no hablen. Mantengan la boca cerrada si no quieren tener problemas.— Las tres asentimos a la vez para luego volver a ser empujadas hacia adelante.
Tal como había supuesto, la casa por dentro era inmensa; muebles algo antiguos, el suelo tapizado con una alfombra color manteca, paredes empapeladas algo gastadas y una tenue luz amarillenta que iluminaba la sala principal. Nos hicieron avanzar hasta alcanzar lo que parecía ser un comedor. Componía una amplia mesada que lograba extenderse a lo largo.
Diviso en la otra punta a una silueta masculina sentada; ambos brazos reposados sobre la mesa de algarrobo, espalda robusta, también enmascarado.
—Placer tener a las hijas de Dios aquí.— Una voz grave y ronca sale despedida de aquel cuerpo. Posteriormente oigo su risa. —Jamás creí que sus progenitores hayan podido crear almas puras tan bellas como ustedes. ¡Tan sólo miren, hombres presentes! Estos rasgos propios de la santa castidad logran generar aun más avidez.
—Señor. Hemos cumplido con lo que ha ordenado. La Iglesia fue tomada, logramos deshacernos de todo aquello poco servible. Cobramos la venganza que tanto hemos anhelado llevar a cabo por años.— El hombre que sostenía mi brazo informó al nuevo enmascarado.
—Bien hecho, joven Jeon.— Amplié los ojos al descubrir lo que creía se trataba de su nombre. —Ahora, es momento de alcanzar la segunda fase; aprovechar lo más valioso y preciado de la Iglesia. Los miembros más puros que la componen— El hombre dirige la mirada hacia Dafne y la observa por varios segundos. —y también los más bellos.
—¡¿Qué planean hacer con nosotras malditos desgraciados?!— La oigo gritar y amplío los ojos al percatarme de que había desobedecido, la observo e imploro que calle.
Uno de los siete hombres la toma del cabello por detrás y hala de él con fuerza, haciendo que Dafne soltara un grito de dolor. —¡Cierra la boca, zorra!
El hombre que yacía sentado chasquea la lengua de forma perversa. —Si tú y tus amigas desean sobrevivir, será mejor que obedezcan, que cumplan con toda orden que se les dé.
—Lo haremos.— Agrego con algo de temor y todas las miradas se dirigen a mí. —Pero por favor, se los imploro, no nos hagan daño.
Él hombre vuelve a carcajear y luego suspira. —Llévenlas a su habitación. Deberán acostumbrarse a estar aquí por mucho tiempo.
Trago con dificultad y cierro los ojos. Sólo deseo que Dios esté a mi lado.
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†•Sacrifice•† |BTS|
Fiksi PenggemarLa venganza forma parte del plan macrabro de 7 jovenes sedientos de sangre. Quieren acabar con todo, acabar con la inocencia. Arrebatar la pureza a las personas menos indicadas. Un atentado, un secuestro y luego, un romance enfermizo. -Idea mía...