Poco dormimos, tuvimos que madrugar mucho, mucho antes si quiera que el Sol saliera. Desayunamos en el bar de abajo, dónde la noche anterior estuvieron bailando. Todos estábamos perdidos, perdidos en nuestros propios pensamientos, y Jorge con la mirada fija en la pista de baile. Todos nos levantamos para irnos sin demasiado ánimo, aun con dolor, como si nuestro cuerpo pesara toneladas.
Fuimos de nuevo hasta el almacén dónde dejamos el pescado. Lo recogimos todo y nos pusimos en marcha al mercado de pescado que había al otro lado del puerto. Para llegar cogimos una pequeña moto que arrastraba detrás un pequeño remolque con el pescado y con el resto de nosotros.
Era un día triste, un día en el que todos pensábamos en qué dejábamos atrás. En todas esas personas que conocemos y amamos, y todas las que aún están por llegar. Lo único que veías era seis hombres con el alma rota, con la mirada baja y perdida, con un corazón que en silencio busca el final, y con un cuerpo que lucha, aun a pesar de estar sin fuerzas. Nada nos hacía levantar la vista del suelo de madera del remolque, ni siquiera todos los tumbos que daba al pasar por encima de una grieta.
¿Cómo podía pedirles seguir adelante con éste plan? Era la muerte segura, ninguno saldría con vida, y todos excepto Bale y yo son relativamente jóvenes. Tienen tanto por lo que vivir, lo vi en sus ojos, vi la esperanza que una vez tuve yo. Creer en el amor, en la felicidad. Eso es lo que mostraban sus ojos mientras bailaban. Ahora les miro a los ojos, y lo único que veo es dolor, dolor y tristeza. Pero no miedo, ni arrepentimiento, sólo dudas.
Me pregunto si alguno de ellos se habría enamorado alguna vez, si a alguno de ellos le rompió el corazón algún amor mal elegido, si lloraron sin consuelo durante días. Si tienen hijos, ni siquiera eso se de ellos, si tienen familia, hermanos, perro o gato. No les puedo hacer esto, no, sólo Bale seguirá conmigo.
No tardamos mucho en llegar, apenas quince minutos. Al llegar descargamos el pescado y nos pusimos en uno de los kioscos que había a lo largo del mercado. Bale los organizó a todos mientras yo observaba de lejos.
-Bale, voy a hacer la llamada de la que hablamos-dije mientras le tocaba el hombro con disimulo, y movió su cabeza de arriba abajo sin mirarme.
Salí de ahí, y del puerto, y me dirigí de nuevo al hotel. Me alegré mucho de escapar de ese hediondo lugar, si hay algo que no soporto es el olor a pescado. Y ese mercado me estaba matando. El Sol aún no había salido, tampoco era necesario para que las calles se llenaran de personas. Las calles estaban transitadas de nuevo, aceras a rebosar y bares aun abiertos, coches tocando el claxon con impaciencia. Solo los altos edificios cubiertos de cristal rompían esa monotonía.
No tardé mucho en llegar, y le pregunté mediante señas a la dependienta dónde había un teléfono. Al lado de los baños del bar estaba, en un rincón oscuro. Pero al descolgar el teléfono, cambié de idea. Decidí buscar otro lugar desde el que llamar, por si acaso, era demasiado estúpido llamar desde el hotel en el que nos hospedamos. Salí fuera sin decir nada y sin mirar a nadie, el Sol ya estaba mostrando sus primeros rayos. Cogí un autobús y un par de paradas después me bajé. Miré alrededor y vi una tienda desde la que podía llamar. En la tienda sólo había teléfonos y ordenadores de pago. Me metí en una cabina. El teléfono era fijo y empotrado en la pared. Descolgué y marqué. Primero el prefijo de España, y en segundo lugar marqué el teléfono de la casa de Paula. Lo único que podía pensar mientras sonaba era que estuviera en casa.
Sonó el primer tono, y miré alrededor para asegurarme que no había miradas indiscretas. Sonó el segundo tono y aseguré el pestillo de la cabina. Y al tercer tono, el otro lado descolgó el auricular.
-¿Sí?-preguntó una dulce y cansada voz.
-Hola, nena-no hacía falta decir más.
-Debes de ser muy estúpido para llamar aquí después de lo que me hiciste.
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La Ascensión de T.
ActionUn soldado, que trata de superar varias etapas dolorosas de su vida a la vez que pretende acabar con una guerra que parece querer poner fin al hombre. Siendo el gran enemigo, el bloque Chino-Japones el gran dominador de esta guerra. Una historia ll...