VI

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Me desperté de la oscuridad después de caer. Pero aún así no veía nada, tenía una tela sobre mi cara. Sentía que estaba tumbado sobre algo duro que se movía de manera lenta, como una especie de carro. Sentía un gran dolor en el costado y apenas podía respirar, no sabía que había pasado desde que salté del avión. Pronto alguién me quitó la tela, la luz casi me cegó, no pude abrir los ojos unos segundos, y si lo intentaba  me dolía. Tampoco podía mover la cabeza para intentar evitar el Sol, que caía directo sobre mis ojos. Cuando por fin me acostumbré un poco, abrí los ojos, un niño con tan solo unos pantalones rotos estaba sentado sobre mi torso. e intenté moverme, pero sentí que estaba atado de pies y manos, aunque por el dolor no hacía falta, porque no me podía mover. Me estuvo mirándo con curiosidad durante un tiempo, sin decir nada, sabía que no me entendería así que no me molesté en decir nada. Cuando por fin decidió moverse me trajo una botella de agua. La etiqueta de la botella estaba destrozada, la habrían usado mucho. Yo no podía levantar la cabeza, así que me tiró el agua como pudo dentro de mi boca abierta, en vano, poca agua entró en mi boca, la gran parte cayó por los lados de mi boca. Pero fué suficiente. Tras beber el carro paró, no podía ver lo que pasaba, tan sólo veía que estabamos por unas callejuelas pequeñas, debía de ser un pueblo. Sus casas estaban casi destrozadas por el duro tiempo que ahí hacía. Lo poco que pude ver de la carretera, me mostró que sólo había huellas de neumáticos, ruedas de carros y huellas de caballos, yaks, ovejas y vacas. No sabía dónde me llevaban, pero no me preocupaba, me preocupana más mi condición. No podía moverme aunque quisiera, mis pies y manos estaban dormidos y ni siquiera podía mover la cabeza. Tan sólo esperé no haberme roto la espalada, o una parte vital de la columna vertebral. Los lados de la "carretera" estaba llena de hierba seca, como si no hubiese llovido desde hace mucho. Al fin y al acabo no debíamos de estar lejos del desierto, así que por aquí aún todo era árido. Nos detuvímos frente a un gran edificio rojo, de madera. Se parecía mucho a un templo budista. El anciano que llevaba el carro entró sólo mientrás el niño pequeño se quedó vigilándome. No estuvo mucho tiempo allí dentro, salió seguido de un militar. Al salir el militar me miró de arriba abajo, le dijo algo al anciano en chino y le dió unas monedas. El militar llamó a unos cuantos soldados, los cuales me desataron y me sacaron del carro arrastrándome. Al caer al suelo sentí un terrible dolor en la espalda, por lo menos sabía que podía mover los pies aunque eso me producía un gran dolor. Cada soldado me cogió de una mano y me llevaron dentro arrastrándo mis píes por el suelo de mármol del santuario. Apenas tenía fuerzas para mantener la cabeza erguida y ver dónde me llevaban. Tras unos minutos así, bajamos muchas escaleras, y subímos otras tantas, pasábamos por largos pasillos y anchos patios. En cada patio había unos cuantos soldados dispuestos en columnas, como centinelas esperándo una órden. Por los patios, la parte más alta estaba vigilada por soldados, debían de ser los verdaderos centinelas. Toda la estructura era de madera, y mármol en el suelo. Había banderas rojas por todas partes y la tela que cubría gran parte del interior del templo era roja, me convencí sin ningúna duda de que eso era un templo budista. Y me quedó confirmado cuando pasamos por delante de una gran estatua dorada de Buda, sentado en su peculiar posición, en una mano tenía sus dedos juntados y la otra apoyada sobre la rodilla. Supuse, que debía de estar en el Tibet, en China. Así que estaba muerto.

Los soldados se detuvieron frente a un general, (eso supuse) éste, señaló en una dirección y los soldados obedecieron con una leve inclinación del torso. Me llevaron en esa dirección, empezamos a bajar cientos y cientos de escaleras, mis rodillas chocaban con todas y cada una, pero yo no sentía dolor, tan sólo las veía chocar. Cada vez había menos luz, y la humedad se sentía en el hambiente. Ya acepté mi muerte, una dura tortura para saber que hago ahí, seguramente les cuente todo y me torturaran para saber dónde está el robot y después me mataran. La luz ya había desaparecido, oía gotas caer y chocar con las rocas del suelo frío y duro. Ya no estaba ahí, estaba en otro mundo, me olvidé del dolor y el frío, del futuro y del pasado, tan sólo pensé lo feliz que sería con alguién que me amara y yo a ella. Imaginé que iríamos a cenar, a bailar, a ver pelícuals, al campo y viajaríamos mucho. En ese momento sólo me venía una cara en mente, Katarina. No la amaba, pero si tuviera más tiempo no dudaría que sucediera, la sacaría del ejército, y yo también me retiraría, seríamos felices con una familia, y el pasado no existiría. 

La Ascensión de T.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora