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1 de enero de 2018.
Laguna Larga, Córdoba.

Martina. 

Dos horas habían pasado del comienzo del nuevo año. Dolo y yo estábamos en su pieza terminando de prepararnos para ir al boliche. Una vez que ya estábamos maquilladas y con nuestros vestidos blancos siguiendo la tradición de usar ese color para año nuevo, nos sacamos algunas fotos y después nos dirigimos al patio en donde estaban todos sentados hablando.

—Están hermosas— mi mamá fue la primera que habló al vernos. Benicio estaba en sus brazos durmiendo. Tengo que confesar que no me gustaba dejarlo, y mucho menos para salir, de hecho esta es la primera vez que salgo desde que él llegó a mi vida, pero con nadie va a estar más seguro que en los brazos de mi mamá. 

Los mellizos, mi hermano, Paulo y yo nos dirigimos los cinco al auto de los papás de los primeros nombrados. El tío de mis amigos prometió, al ser el conductor designado, no tomar ni una gota de alcohol. 

Después de un par de minutos llegamos al boliche. Estábamos en el VIP, intentando que pocas personas vean al futbolista que venía con nosotros, porque sino no lo iban a dejar tranquilo en toda la noche. 

Mis amigos y mi hermano lo primero que hicieron fue dirigirse a la barra a pedir un trago, yo no iba a tomar alcohol debido a que tengo un bebé de cinco meses esperándome en casa, por lo que me senté en uno de los sillones. 

Paulo, el tío de mis amigos, me vio y se sentó a mi lado. 

—¿Te jode si me siento? 

—No, no. 

—¿Mis sobrinos no te convirtieron en una alcohólica?— bromeó. 

—Antes si... Pero ahora tengo otras responsabilidades. 

—Tu hijo—sonrió.— Es hermoso. 

—La verdad que si—sonreí yo también— gracias.

A nuestro lado llegó mi hermano, quien se sentó del otro lado de Paulo. Nicolás le empezó a hablar de fútbol, de los clubes de Italia, de los jugadores de allá. Paulo debe estar cansado de que todos le hablen de lo mismo, sobre todo cuando está de vacaciones, pero igual le respondía todas las preguntas a mi hermano de manera muy amigable. 

Los mellizos llegaron a mi lado ambos con un vaso en la mano, me ofrecieron pero me negué. Me hicieron levantar del sillón y ponerme a bailar con ellos. Bailamos algunas canciones y se nos sumaron Paulo y Nicolás. 

Después de una hora, todos estaban en un lugar distinto. No veía a ninguno, por lo que me senté otra vez en el sillón esperando que alguno aparezca. Miré la hora en mi celular y el reloj indicaba las cuatro de la mañana.

—¿Cansada?— llegó Paulo a mi lado y se sentó, tal como había hecho apenas llegamos al boliche. 

—Si, un poco. Ya me quiero ir, no me gusta dejar a Benicio— hice una mueca, sabiendo que todavía tenía que esperar dos horas más para volver con mis amigos. 

—¿Querés que te lleve?— me miró. 

—No— negué— tenés que llevar a Dolo y Lauti y no se van a querer ir, aparte no se donde están. 

—Pero te llevo y vuelvo a buscarlos después, no te preocupes por ellos. 

—No, no quiero molestar, gracias igual.

—No molestás, sino no te hubiese dicho nada— rió y se levantó del sillón extendiéndome sus brazos para ayudarme a levantar.— Vamos que te llevo. 

No dije más nada y tomé sus manos para levantarme, pero las solté apenas estaba de pie. Nos dirigimos afuera, no sin antes frenar algunas veces porque algunos le pedían fotos a Paulo quien aceptaba sin ningún problema. 

Una vez que llegamos al auto me subí en el asiento del acompañante y me puse el cinturón.

—¿No te molesta que te frenen a cada rato a pedirte fotos?— le pregunté para tener un tema de conversación mientras él empezaba a manejar.

—No, al contrario. Agradezco mucho que las personas me apoyen tanto en mi carrera.

—Debe ser difícil, ¿no?

—Lo más difícil es estar tan lejos de mi familia, perderme cumpleaños y otros eventos... Pero amo lo que hago, es mi sueño desde que soy chiquito. 

—Que bueno que lo hayas podido cumplir— le sonreí y él imitó mi gesto. 

—¿Y ser mamá es difícil?— me miró por un instante y volvió su vista a la calle. 

—Es un desafío— reí.— Al principio fue difícil, cuando me enteré que estaba embarazada a los 18 años... Pero después las personas que me rodean me apoyaron tanto que se hizo todo un poco más fácil. 

—Se nota como lo aman todos. Tu familia, y mi familia también.

—Si, estuvieron en todo momento. Dolo y Lauti son los padrinos, aunque todavía no está bautizado. 

—¿Y me vas a invitar al bautismo?— bromeó. 

—Si, obvio. Si no vivieras en otro continente capaz que podrías venir— reí. 

Llegamos a mi casa, fue lindo hablar un rato con él, pensé que al ser uno de los futbolistas del momento iba a ser de otra manera, pero se ve que no se le subió la fama a la cabeza por suerte. 

—Gracias Paulo— le di un beso en la mejilla— ¿Le podés decir a los chicos que me avisen cuando lleguen?

—Dale, les digo. Que descanses. 

—Vos también. 

Me bajé del auto y él esperó a que yo entrara en mi casa para después irse. Yo me dirigí a mi pieza y ahí estaba Benicio durmiendo en su cuna. 

Iba a quedarme esperando a que mis amigos y mi hermano me avisaran que llegaron pero conociéndolos, van a ser los últimos en irse del boliche. Me dejaba más tranquila pensar que Paulo está con ellos, por lo que cerré mis ojos esperando dormir aunque sea un rato antes de que mi hijo se despierte llorando porque tiene hambre. 


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