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1 de enero de 2018. 15.32 pm.
Laguna Larga, Córdoba.

Martina.

El reloj marcaba poco más de las tres y media de la tarde. Benicio y yo nos encontrábamos en el sillón mirando los dibujitos. Creo que los miraba más yo que él, ya que todavía no entiende mucho, solo le llama la atención la pantalla y los colores. 

Sonó el timbre y me levanté a abrir, con mi bebé en brazos. Sonreí al ver a mis mellizos favoritos del otro lado de la puerta. 

—¿Que hacías?— Lauti fue el que habló.

—Mirando los dibujitos— reí.

—Está hermoso el día nena, ¿qué hacés encerrada?— preguntó mi mejor amiga, alcé los hombros.

—Y no tengo otra cosa que hacer.

—Sabíamos que ibas a estar encerrada... Vamos a casa que mamá está haciendo una torta de chocolate como te gusta.

—No quiero molestar...— dije. En realidad, si no fuera porque está toda su familia, me pasaría la tarde entera en la casa de ellos, pero no quiero quedar como una metida.

—No molestás, sos una más de la familia vos. Ponete la bikini, que está re linda el agua de la pileta.

Me hice a un lado dejándolos pasar para que se sienten mientras yo subía a mi habitación a cambiarme, y cambiar a Benicio. 
Me puse una bikini blanca, y a mi hijo una malla de igual color. Le quedaba tan linda. Me terminé de vestir y bajamos las escaleras.

Dolores tomó en brazos a mi bebé mientras lo llenaba de besos, yo agarré el bolso del mismo y los cuatro salimos de mi casa para luego cruzar la calle.

Al llegar a lo de los mellizos, básicamente la casa frente a la mía, me dirigí a saludar a Romina y a la abuela de mis amigos, que estaban en la cocina. Romina sacando la torta de chocolate del horno y su suegra cebándole mates. 

Mis amigos, mi hijo y yo nos dirigimos al patio, en donde nos sentamos a la sombra, ya que el sol estaba un poco fuerte. 

—¿Como la pasaron ayer?

—Bien. Te fuiste re temprano vos, ¿no?— me preguntó Lauti. Yo asentí.

—¿Te volviste sola?

—No, me trajo su tío— respondí, ellos alzaron las cejas. 

—Está soltero— comentó Dolores y luego me guiñó el ojo.

Reí.

—Bien por él—alcé los hombros. 

—Es fachero, ¿viste?

—No voy a estar con tu tío, Dolo.

—Digo nomás— rió ella. 

Minutos más tarde, Romina y Alicia llegaron a nuestro lado con el mate y la torta. 

—¿Y que dijo?— preguntó Romina a sus hijos. 

—No le dijimos todavía.

Yo los miré intrigada. 

—Nos vamos a Punta del Este— comentó Dolores.

—¡Que lindo! ¿Cuando se van?

—Cuando nos vamos— me corrigió Lauti. 

—Ya saben que no puedo ir...— les recordé y miré a Beni, quien estaba entretenido con una pulsera que tenía Dolores en su muñeca.

—Sabíamos que ibas a decir eso—rodó los ojos Lauti— Pensamos que si íbamos a Gesell no iba a haber forma de convencerte, por la cantidad de adolescentes que van. Capaz que querías un ambiente más tranqui, por eso dijimos Punta. 

—No les quiero arruinar sus vacaciones, hay cosas que no voy a poder hacer si tengo a Beni.

—No nos arruinás nada— habló Dolores— queremos ir con vos y Benicio, porque los amamos y queremos disfrutar con ustedes.

—No sé... déjenme pensarlo y después les aviso. 

—Ya hicimos las reservas en el hotel y mañana vamos a sacar los pasajes del avión. No creo que tengas mucho para pensar...— sonrió Lauti. 

Sonreí. 

—No iban a aceptar un no como respuesta ustedes, ¿no?

—Como si no nos conocieras...— habló Dolores y yo reí.

—Ah, viene Paulo también, espero que no te moleste— me dijo mi mejor amigo. 

—¿A él no le molesta que vaya yo, y que vaya un bebé?— pregunté.

—No tiene problema.

—Nos vamos el viernes— dijo Dolores— osea, en cuatro días.

La miré y luego miré a mi bebé.

—Que padrinos pegaste Beni...— todos rieron. Incluso mi hijo, quien no tiene ni idea de lo que estamos hablando.


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⏰ Última actualización: Jun 18, 2019 ⏰

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