sujeto 999

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A la mañana siguiente, vuelve a entrar la misma mujer con la misma bata blanca y papeles.

—¿Cómo está la bella durmiente hoy?

—Mmhh... —Se despierta con dificultad— Hm, mejor, la verdad. Ya no me duele la cabeza apenas.

—Increíble.

La médica mira los resultados de las diferentes máquinas conectadas a la chica y acto seguido a sus informes.

—Nunca había visto esto antes, la verdad.

—¿El qué?

La chica pregunta pero no obtiene respuesta alguna, tampoco insiste demasiado, solo quiere salir de allí por su propio pie.

—Una cosa... ¿recuerdas algo? —Pregunta la mujer, mientras desconectaba las máquinas y le quitaba los cables a la muchacha

—Absolutamente nada. —Dice bastante triste, por fin levantándose de la cama— ¿Sabe usted como me llamo?

—De momento sujeto 999.

La chica, confusa, frunce el ceño con insistencia.

—Perdona, a mí también me gustaría saber cómo te llamas, pero no tenemos ni idea... Te encontramos totalmente destrozada en medio de un basurero.

Resignada, la chica camina con dificultad, pero enseguida consigue incorporarse.

—Sígueme.

Lo que ella pensaba que era una clínica, en realidad es una casa normal y corriente, bastante amplia, pero modesta. Se respiraba un aire muy cálido y acogedor. Camina hasta una mesa donde hay comida preparada, y al lado una mujer de piel morena mirándola con una sonrisa.

—H-Hola... —Dice algo avergonzada por estar en casa ajena

—Encantada, eh...

—Sujeto 999 —Dice la propia chica de sus labios, algo triste

—¡No! Me niego a llamarte como a una rata de laboratorio. —Dijo medio riéndose— A partir de ahora te llamaras Lalisa, o para los más cercanos, Lisa. ¿Qué te parece?

A Lisa se le formó una sonrisa incontrolable, como si ese nombre estuviera hecho para ella. La otra mujer —la médica— puso una mueca que mostraba... ¿tristeza?

—Yo soy May, y la médica tan seria que ves aquí es mi mujer, Laia. —Todavía continuaba con un tono bromista— Y ni se te ocurra pensar que podrás librarte de nosotras tan fácilmente, porque te aseguro que vamos a cuidar de ti como si de nuestra propia hija se tratase.

Tras esta última frase, May le propinó un abrazo tan cálido a Lisa, pero que a la vez la
dejó tan desconcertada, que no sabía qué decir. Sin embargo, dentro de ella se estaba formando un sentimiento parecido a la felicidad, que nunca antes había sentido.

salem's legacy. [on hold]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora