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~Marzo 7~

Según lo que Mai me había comentado en nuestra pequeña reunión, el hombre de traje celeste la cuidaba desde que tenia memoria, permanecía ella sola en uno de los barrios mas pobres del reino, en una pequeña casa hecha de tablas y varias sabanas desgastadas. Una vez a la semana el hombre de traje celeste traía un saco lleno de comida que la castaña hacia el esfuerzo por conservar lo sufiente hasta la siguiente semana.

Mai aseguró que el hombre de celeste no era alguien de muchas expresiones y tampoco ella había llegado a tomarle cariño. Solo le agradecía que le llevara comida cada semana.

En uno de esos días el hombre de traje celeste sin decir palabra llevó a Mai hasta las puertas de la cocina del palacio y le pidió que tocara la puerta y se quedara ahí por un tiempo. Él no tardaría en regresar.

Obviamente todos sabemos que eso había sido una total farsa para deshacerse de la dulce castaña y aunque hice un intento por encontrar a aquel hombre de traje celeste, era igual a que hubiera desparecido por arte de magia. Nadie le conocía o le había visto nunca.

Tampoco podía quedarme eternamente estancada en ello, había trabajo pendiente y el reino necesitaba de mi concentración al ciento por ciento. Por lo cual estuve realmente ocupada en varias reuniones con mi padre, realizando papeleo y resolviendo conflictos del pueblo.

En aquella tarde tenía una reunión con el canciller del reino vecino para definir una alianza y conseguir un trueque justo para ambas partes. Su reino tenía una gran producción de recursos maritimos y el nuestro poseía de un gran número de producción de recursos agrarios, la idea era importar y exportar para ambos teniendo en cuenta la escasez que existía de aquello que poseía el otro en abundancia.

Pero al parecer el canciller venía con otras intenciones y mi padre le apoyaba.

- Lamento interrumpirla, su alteza - Me cortó el canciller, su sonrisa era forzada. En ese preciso instante he arqueado una ceja confundida - Conozco todas éstas cifras, pero solo hay una cosa que me interesa.

Estuve a punto de reprochar ante mi confusión divina pero mi padre se adelanto con una mirada confiada y satisfactoria en su rostro.

- Oh, por supuesto, por supuesto que si - Sonrió con cierta cortesía que ponía mi piel de gallina, tramaba algo - Me tendré que disculpar directamente, no le he contado todavía.

Arquea una ceja dejando los papales a un lado y mirando a mi padre directamente - ¿Contarme el que?

- Mira mi querida niña,  nuestros reinos les conviene mas ser aliados que enemigos... - Comienza a explicar mi padre, pero en ese momento alguien toca a la puerta. La mirada del rey se vuelve fría y con molestia responde - Adelante, pero que sea rápido.

La puerta se abre lentamente y a través de ella aparece la dulce castaña con un pequeño carrito con las cosas para el té y una mirada gacha - Con permiso, su alteza - Entra entonces hasta llegar a nuestro lado y va sirviendo las cosas, al notar nuestros repentino silencio observándola realizar su deber, yo conmovida y el resto con cierto desgrado, aclara leve su garganta y vuelve a decir - Por favor, ignoradme, su alteza.

Mi padre aclara su garganta mientras Mai continua sirviendo el té y continua - Como iba diciendo, querida hija, hemos buscando una forma de que nuestros países se unan mucho mas que antes...

Cipher de Azul - #2RNuevaEraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora