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~Febrero 24~

Volvi a suspirar con cansancio dejando la hoja de pergamino con mi firma a un lado y mirando con desilusión la montaña que tenía al otro. Podía ser una princesa de 14 años, pero no significaba que no tuviera tantas responsabilidades como el rey. Tenía mis propios problemas para resolver en relación a mi reino desde que había pedido a mi padre tener participación en el mismo como princesa heredera, me sentía inútil con todos corriendo de aquí a allá haciendo todo por mi y teniendo un ojo encima para sobre-protegerme.

Además de ello, quería dejar las clases de etiqueta y moda, nunca he llegado a entender como es importante que reconozca entre azul turquesa y azul marino, ambos son parecidos y bonitos. No me llevaría la eternidad pensando en estupideces.

Tome la siguiente hoja y continué con la lectura, haciendo lo posible por no caer en los brazos de Morfeo, quería terminar el papeleo lo antes posible y así pasar el resto de la tarde en el jardín secreto del castillo, mi lugar feliz. Pero parecía que el destino guardaba otros planes para mi aquella tarde; siempre con imprevistos y aquella era la razon principal por la cual tenía tanto trabajo pendiente atrasado, era como mi don especial.

Unos golpes en la puerta, fruncí el ceño y luego mire la hora en el reloj que repicaba su sin cesante y grave tic-toc. Aún era muy temprano como para tomar el té y si no era mi dama de compañía con el té, significaba que había algo grave ocurriendo que requería de mi total atención.

- Adelante - Alce la voz sin llegar a gritar con mi rostro lleno de curiosidad y preocupación.

La puerta se abrió de par en par dejando a la vista tres centinelas de complexión delgada, resaltando que a uno de ellos le quedaba grande el uniforme. Una leve reverencia de protocolo y se dispusieron a darme las buenas nuevas, aunque muy buenas no fueran.

- Su Alteza, una pequeña niña ha sido dejada en la puerta de palacio, no sabemos quien y tampoco en que momento - Habló el que estaba en el medio con nervios.

- ¿Y por qué me lo informan a mi? -Arqueó una ceja todavía mas confundida - Esta es información directa hacía el rey.

- Esa es la cosa, princesa Julieta - Intermedio el centinela mas joven tragando saliva - El rey no piensa encargarse de la niña y ordeno que fuera tarea suya.

Suspire ciertamente molesta ante aquella revelación. Mi padre jamás se la llevo con el cuidado de un infante, ni siquiera salió su instinto paterno cuando nací, en mi infancia la tarea de padre y madre era llevada por la servidumbre y la mayoría de guardias alrededor de palacio mientras mi padre se encargaba de mantener al reino bajo control. No me quejo, pero a veces desearía que mi padre se ganara por él mismo el trabajo de paternidad; no le considero mi padre, pero de todas formas debo decirle como tal para mantener las cosas estables.

Con una expresión tranquila pero segura me levante del escritorio de madera y llegue al lado de los centinelas. Con un gesto les pedí que me fueran de guias hasta el lugar, sin necesidad de decir otra palabra ellos obedecieron y guiaron hasta la cocina en donde varias sirvientas, dos centinelas y un par de cocineros habían rodeado a la pequeña niña.

- Su alteza, la princesa Julieta ha llegado - Anunció uno de los centinelas que me acompañaba y en ese instante todos se apartaron para una reverencia, dejando así, ver por fin a la pequeña niña.

Me acerque hasta ella, tenía un largo cabello marrón que era adornado con un mechón de color celeste del lado izquierdo y unos grandes y brillantes ojos marrones cargados de curiosidad. Llegue a su lado y me coloque a su altura, ella debía tener alrededor de 5 o 6 años.

- Hola, pequeña - Le sonreí calidamente - Soy Julieta, ¿cuál es tu nombre?

Ella se me quedó mirando por un lapso de tiempo, como si no supiera como hablar o como si no tuviera nombre alguno. Espere el tiempo necesario hasta que pareció armarse de valor y en un susurro habló.

Cipher de Azul - #2RNuevaEraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora