Un Príncipe Mentiroso

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Los pasillos del palacio asgardiano estaban revolucionados, la gente iba de aquí para allá, todo debía de estar perfecto. La gente revisaba una y otra vez si todo estaba en orden, para acoger a sus invitados que, en cuestión de minutos, estarían presentes para la fiesta.

Los guardias se dispusieron a colocarse en sus nuevas posiciones para recibir y escoltar a los invitados, los cuales llegaban aterrizando con la nave en un amplio pasto.

-Seguro que es una trampa...- decía uno de los tripulantes por lo bajo mientras se dirigían a los guardias para ser escoltados.

-No te pongas tenso, aún no sabemos qué tienen en mente.- contestó la joven Warbe, sin dejar de analizar su entorno. Nunca se había imaginado Asgard de tal forma incluso, a pesar de ser de noche, era un lugar hermoso.-Que agradable...

-¿Qué dices?.- interrumpió uno de los tripulantes quien no había oído a Warbe.

-Nada, estaos atentos.

Los guardias guiaron a los invitados hacia palacio, caminando por los amplios pasillos dorados hasta llegar a una inmensa puerta y, nada más abrirla, se encontraron con la gran sorpresa al ver a tanta gente reunida y dándoles la bienvenida. Los habitantes asgardianos acoplaron a los tripulantes a la fiesta amigablemente aunque, para los kevitianos, era demasiada confianza y un tanto brusco, algo normal en los asgardianos.

-Gracias...- decía la pelirroja al ver la actitud tan amigable y familiar de la gente quienes le ofrecían bebida.

-Bienvenidos a la fiesta, Odin aún no está presente, pero enseguida estará.- Warbe observó a la mujer que hablaba, sin duda era Frigga, la esposa de Odín, una mujer formidable y de las mejores hechiceras.

Su pelotón enseguida se disipó y comenzó a celebrar, bailaron, bebieron, jugaron, y se lo pasaron en grande. Pero Warbe cogió una copa de champán y se quedó en una esquina cerca de la puerta.

-¿Tu eres Warbe verdad? - le preguntó Frigga con voz dulce.

-La misma, y usted es Frigga, la esposa de Odin.

-La misma - le imito intentando romper el hielo - ¿Hay muchas mujeres como tu? - le preguntó.

-Como yo ¿cómo?

-Guerreras, quiero decir.

-La verdad es que solo yo, aunque hay muchas futuras guerreras.

-Entiendo - dijo tocándole la mano - Estas muy caliente, ¿te encuentras bien?

-Tranquila, soy fuego, mi naturaleza es estarlo - dejando la copa en una bandeja cercana - pero no se preocupe lo tengo controlado.

-Ven conmigo, te enseñaré el castillo - yendo hacía la salida - y... tuteame

-Claro - feliz de hacer una amiga

Frigga empezó a caminar directa a una pared, no había habitaciones, ni siquiera una curva que continuará el pasillo, pero la diosa iba muy decidida. Cuándo Warbe empezaba a pensar que era una trampa y llevaba la mano a su arma, la mujer atravesó la pared como si fuera un fantasma. La pelirroja se quedó sola, cogió su arma y busco en todos los posibles escondrijos, pero no había nadie. De repente surgió una cabeza de la pared, era la cabeza de Frigga.

-¿Qué ocurre cariño?

-Yo..., ¿como ha hecho eso?

-Soy hechicera, hago estas cosas - apareció una mano un poco más abajo - ven conmigo.

Después de atravesar la pared fantasma todo era más claro, el pasillo estaba repleto de grandes ventanales por los que estaba la cálida luz del sol, cada pocos pasos había un gran portón, por lo que las habitaciones no podían ser muy anchas; el suelo era oscuro, y parecía brillar como el cielo en una cálida noche de verano.

-Estas solo son las habitaciones de invitados, son las más cercanas al salón. Hacia aquel lado está la cocina y hacía aquel otro, está el baño, la enfermería y... - se cortó al oír un estruendo procedente de la cocina - tu ve por ahi, te dejo que mires lo que quieras.

-Gracias - antes de que la hechicera desapareciera.

Warbe se quedó sola en aquel gigantesco pasillo, para llegar a tocar el techo debería de ser igual de alta que un gigante de hielo. Miro hacía donde se había ido la diosa, y empezó a andar hacía el otro lado, todo estaba lleno de guardias, que le miraban al pasar por delante de ellos, cada uno de ellos guardaba una puerta, de las cuales entraban y salían las sirvientas a toda prisa. Por fin estaba sola, sí, un montón de guardias le observaban, pero ninguno podía leer sus pensamientos, o eso creía, así que se embarcó en sus pensamientos mientras caminaba. Iba tan absorta en ellos que no se dio cuenta de la presencia del príncipe mayor hasta que no tuvo la fría cerveza por todo el vestido.

-Mira lo que has hecho - intentando limpiar el vestido con una servilleta que le habían ofrecido antes en el salón.

-Lo siento yo...

-La próxima vez mira por dónde vas - le chillo.

-A mi nadie me da ordenes - se enfado el principe - tu eras la que no mirabas por donde vas.

-Tu lo que estás es borracho imbécil.

-Imbécil, osas llamar a un príncipe imbécil - alzando la mano para atraer su martillo.

-Thor, tranquilízate, vamos a seguir con la fiesta - le propuso uno de sus compañeros.

-No hay fiesta sin mi cerveza.

-No habermela tirado por encima borracho asqueroso.

-Thor, no se te ocurra - le frenó su hermano el cual apareció de la nada.

-Pero... - dedicándole al pelinegro una mirada de cachorrito.

-Nada de peros.

-Pero me ha tirado la cerveza.

-Comprate otra - dándole un papelito que sujetaba con dos dedos - y deja en paz a la señorita.

-No me llames señorita - se cabreo Warbe.

-¿Y como quieres que te llame?¿princesita tal vez?

-Soy Warbe, guerrera de Kievition.

-Esta bien Warbe, deja que te acompañe al baño a lavarte, esa servilleta es demasiado pequeña para arreglar ese desperdicio.

-¿Y qué propones?

-Déjame que lo limpie con magia.

-Oh no, tu a mi no me tocas.

-Bien, entonces te acompañaré al baño.

Warbe aceptó la solución de aquel príncipe, el cual se volvería más importante para ella de lo que en aquel momento pensaba.

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2019 ⏰

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