Grace se tiró en la cama. El móvil volvió a vibrar en su bolsillo. Ella bufó y hundió la cara en la almohada.
Sabía de quién era el mensaje, sabía que era exactamente lo que decía, y eso le dolía. Tenía ganas de llorar, pero no lo iba a hacer. Ella nunca fue una persona de las que lloran con facilidad. En el último segundo se dio un poco de auto-valor y vio la pantallita vibrando por el mensaje:
Nicolás
Y entonces todo el valor cayó como naipes soplados por el viento. La estaba contactando de nuevo, para seguir rompiéndola como la promesa que le hizo de siempre estar juntos.
Los ojos se le aguaron y una serie de flashbacks empezaron a pasar por su mente como una película antigua.
Lo recordaba. Lo recordaba demasiado bien, y eso dolía doble.
Recordó la primera vez que se vieron. Ambos separados por autos, ruido, un semáforo y peatones. Cuando sus miradas se conectaron, Grace, sintió que finalmente había encontrado a la parte complementaria que le fue arrebata al llegar al mundo. Ella siempre se había aferrado a la teoría de que los seres humanos eran inicialmente dos en uno, luego, al llegar al mundo, se separaban y la misión de cada uno era encontrarse con el otro. Por eso cuando vio a Nicolás se sintió satisfecha por haber completado esa misión.
Él también se quedó viéndola. Puso un pie en la pista y entonces un claxon sonó. El semáforo todavía estaba en rojo.
Grace no apartó la mirada. Se quedó parada ahí, esperando a que Nicolás cruzara, y así lo hizo. Ella lo recordaba muy bien. Cada detalle, cada mirada, cada sonrisa, todo eso lo recordaba demasiado bien.
Grace pestañeó para disipar las lágrimas de los ojos y tiró el móvil a un costado de ella, haciendo que rebotara en el colchón.
¿Por qué todavía lo recordaba? Se suponía que Nicolás ya estaba total y completamente superado. Porque, al final de cuentas, él no había resultado ser su media naranja.
O tal vez…
Dicen que en una relación no había un solo culpable. Grace sentía que había presionado mucho a Nicolás, causando que el huyera y rompiera todo.
Pero ella quería que lo suyo fuera una obra maestra. Tal vez solo no debería haber pensado ahí y hubiera dejado que las cosas siguieran su curso. Nicolás era bueno, pero no perfecto, y eso Grace no lo aceptaba.
Pero, como sea que fuera, ya estaba hecho. Todo había terminado.
Las visitas a su casa, las canciones en el auto mientras iban rumbo al norte del estado, las historias de la madre de cuando su hijo estaba en el equipo de beisbol cuando niño, las fotos de un pequeño Nicolás con gafas…todo.
Grace había pedido demasiado. Quizás lo suyo no era una obra maestra.
Grace creía tener el novio perfecto, por eso le dolió en el alma cuando descubrió la infidelidad de la que era participe este último.
Tenía que superarlo.
*-*-*
Nicolás guardó una porción más de sus libros en una caja de cartón. Cuando estuvo completamente llena la cerró y selló con la cinta adhesiva.
Suspiró y puso sus manos en su cintura. Luego le echó una mirada a su móvil. Grace no respondía.
La mudanza era en dos días y Grace no respondía.
Quitó las manos de su cintura y las dejó a los laterales de su cuerpo mientras veía el desorden del que estaba hecho su habitación.
Polvo, ropa tirada y revistas regadas en el suelo. Estar de acuerdo con sus padres sobre la limpieza no era una de sus prioridades. Pero, en un hueco perdido en su memoria, él sabía que no siempre había sido así. Hubo un tiempo en el que su cuarto no estaba desordenado, pero eso fue hace mucho.
Escaneó la habitación con la mirada, hasta que sus ojos se quedaron clavados en la bufanda verde. Y entonces el flashback empezó. Caminó hasta la silla donde reposaba la prenda y se la acercó a la nariz. Olía a ella, a inocencia, olía a la vieja Grace. Cerró los ojos y se recostó en su cama, todavía aspirando el aroma que lo había cautivado.
Lo recordaba bien. Él ahí parado, casi cruza en rojo por verla a ella. El viento en su cabello, su expresión de sorpresa, todo ella.
Recordó entonces todas las veces que ella lo había querido, todas las noches que ella había sido suya, recordó cuando la llevó la primera semana a la casa de su hermana y entonces ella olvidó la bufanda. Recordó sus labios, recordó su voz, sus ojos y su sonrisa. Todavía la recordaba demasiado bien.
Pero todo se había acabado. La infidelidad fue el toque de queda, la campana del fin de recreo, la alarma que lo despertó de su sueño. Grace había cambiado, y no necesariamente para bien.
Nicolás abrió los ojos, apartó la bufanda de su cara y la dejó de nuevo en la silla. La Grace de la que él estaba enamorado estaba enterrada en lo más profundo de la nueva Grace, y él no tenía ganas ni tiempo para seguir buscándola. Considerando que la nueva Grace le diera esa oportunidad.
Recordó las noches frías, las hojas de otoño cayendo como piezas en su lugar. Pero ya todo se había terminado, y tal vez eso era lo mejor, quizás eso estaba bien.
Pero él no estaba bien en absoluto.
Recordó las veces en que ella hablaba de su pasado, pensando en que su futuro era él. Y Nicolás le había fallado. Ambos se habían fallado.
Recordaba muy bien todo. Lo recordaba demasiado bien. Las noches que bailaban en la cocina a la luz del frigorífico.
Recordó cuando la llamó, después de que ella descubriera su infidelidad. Quizás ella pensó que era para pedirle perdón, pero Nicolás tenía otros planes. Terminó con ella con una cruel indiferencia y palabras cortantes, refugiándose en la excusa de ser honesto.
Ahora Nicolás lo recordaba y sentía que había desmenuzado a Grace como un pedazo de papel debajo de su cama.
Él había perdido la única cosa real que había conocido.
Pero, si tan solo Grace leyera los mensajes…Tal vez, solo tal vez, podrían intentarlo nuevamente.