Misery

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Un año y seis meses. Se supone que para ese entonces ya tendría que haberla superado.

Ahora Nicolás volvía a su antigua ciudad, después de cinco ligues y demás intentos por olvidarse de Grace. Ya lo había conseguido, o eso pensaba él.

Todo comenzó como un día normal. El día anterior a ese, Nicolás, había regresado a la casa paterna. Su fiesta de bienvenida lo había dejado agotado, pero no se comparó en nada con la recepción que había organizado su primo Arturo en una discoteca.

Esa noche solo fueron él, su soltería, chicas y alcohol.

Cuando se despertó la cabeza le vibraba y cualquier mínimo ruido le provocaba jaqueca. ¡Maldita resaca!. Pero, cerca de las tres de la tarde, la estúpida vibración de su cabeza y la sequedad de su garganta ya se habían disipado.

Entonces decidió dar un paseo por su antiguo vecindario. Y entonces fue cuando le vino el golpe supremo, el puñetazo que lo dejó sin aire, la bofetada que le desfiguró el rostro: Grace de la mano con un chico desconocido.

Nicolás se escondió detrás de una esquina, pero siguió observándolos.

El chico rubio tenía toda la pinta de un galán de telenovelas, por no decir modelo de una revista norteamericana. Ojos claramente azules, buen cuerpo, buena ropa, buen rostro, etcétera.

Grace también había cambiado. La última vez que Nicolás la vio fue en el puente, y en ese momento lo único que pudo ver fue una demacrada Grace con rasgos de dolor. Pero ahora había cambiado. Estaba más bonita, más alegre, más como la vieja Grace.

Finalmente la vieja Grace se había dignado a aparecer…y estaba de la mano de ese maldito rubio. Si no fuera por eso Nicolás no hubiera dudado en correr hacia ella y proponerle matrimonio, aunque solo se hubiera llevado una bofetada como resultado.

Grace se había olvidado de él, ¿Por eso es que estaba alegre?, ¿Por eso su rostro había vuelto a mostrar una sonrisa verdadera?, ¿Por eso se veía tan magnifica?, ¡Oh, Dios!, ¿Por eso besaba a ese tipo con tanta pasión?

Grace y el tipo rubio pasaron cerca de Nicolás, pero ella ni siquiera se giró a mirarlo dos veces. Estaba demasiado ocupada gritando encima de la espalda del chico que la cargaba, disfrutando de la vida.

Nicolás los vio alejarse. Un nudo en la garganta le impidió respirar. Si ella no lo había reconocido era porque ya se había olvidado de él. Si ella se había olvidado de él entonces Nicolás ya no tendría oportunidad con ella. Y si Nicolás ya no tenía oportunidad con ella se iba a hundir en lo más profundo de su miseria.

El castaño regresó a su casa sintiéndose el miserable hombre más horrible del mundo. Ver a su ex novia con un chico mil veces más guapo que él le había destruido todo el ego.

Entró al computador del cuarto de su hermano menor y buscó la cuenta de Facebook de Grace. Vio las fotos, las dedicaciones de estado, las felicitaciones de sus amigos y ver “en una relación” en su lista de acontecimientos lo derrumbó por completo. No pudo ver mucho, puesto que Grace había configurado su perfil como “privado”, y como él no la tenía agregada entonces tuvo que quedarse con las ganas de seguir investigando.

Nicolás, en toda su desesperación y miseria, se creó una nueva cuenta de Facebook con un nombre falso y le envió una solicitud de amistad a Grace.

Pasaron los días y Grace no aceptaba la solicitud. Nicolás se deprimía cada vez más, se revolcaba en la miseria y tuvo que tener unas enormes fuerzas de voluntad para no ir hasta su casa.

Hasta que, finalmente, ella aceptó la solicitud y él le escribió rápidamente un mensaje: <<Hola, soy amigo de Nicolás, ¿tienes novio?>>

Y entonces ella lo eliminó. Nicolás se golpeó la cabeza cien veces contra el mismo muro de desesperación. Si el mensaje no hubiera sido tan directo y tonto tal vez todavía seguiría teniendo contacto con ella. Pero…al menos, eso podía significar una cosa. Si Grace lo había eliminado, existía una posibilidad de que ella todavía se acordara de Nicolás. Y si lo había eliminado era porque le dolía recordarlo, y si le dolía recordarlo era porque todavía sentía algo por él.

Grace lo tenía mal. Muy mal. Él, definitivamente, estaba en la miseria.

Nicolás a veces pensaba en lo que le diría si alguna vez llegara a encontrarse con ella. Repasaba las conversaciones en su cabeza, recostado en su cama y con el aroma de la bufanda inundándole la nariz. Escribió doscientas cartas mentales, que estaba seguro de que nunca llegaría a enviárselas.

Grace no iba a perdonarlo. A veces las heridas eran más profundas de lo que parecían. Grace prefería cubrirlas con su nuevo novio, pero Nicolás prefería dejarlas sangrar, así algún día cicatrizarían. No volverían a ser como antes, pero al menos ya no habría dolor.

Nicolás estaba en la miseria, y no había nadie que pudiera consolarlo…Porque solo había una Grace, y ella no quería saber nada de él.

En un arranque de valor, Nicolás la llamó, ella no había cambiado su número de móvil en todo ese tiempo.

Pero Grace no le contestó. Su silencio lo estaba matando lentamente.

Pero él la iba a recuperar. ¡La iba a recuperar, joder!, o dejaba de llamarse Nicolás Steel. No podía dejarla ir de nuevo, no ahora que había vuelto la vieja Grace. Él no iba a dejar pasar esa oportunidad.

Pasó una semana y entonces, después de tanta insistencia, llegó el momento de gloria de Nicolás: Grace le respondió.

En sus mensajes anteriores él le había preguntado si podían encontrarse para charlar. Nada formal, solo compartirían un café o un helado.

<<¿Por qué persistes en esto?, ¿No me querías fuera de tu vida?>>

¿Cómo se supone que debía responder eso?

¿Qué le dieron celos y que quería volver con ella después de haberla herido solo porque ahora ella ya lo había superado?

Grace seguramente creía que su relación nunca le había importado, que él en realidad nunca sintió algo verdadero por ella.

Pero no es que no le importara, es que no sabía. No es lo que sintió, es lo que no demostró. Y por eso ahora no podía superarla-.

IrresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora