Grace no entendía nada.
Después de un año ahora Nicolás volvía y quería quedar con ella, así sin más, como si nada hubiera pasado. Y lo peor…ella también quería quedar con él.
Se estaba olvidando de que él era un problema para ella.
Grace todavía lo deseaba, tenía ganas de llamarlo. Pero tenía que recordarse a sí misma que Nicolás Steel era solo un problema más en su larga lista.
No podía olvidarlo, no podía, pero tampoco podía permitir que él regresara a su vida. Además, ahora tenía a Antonio: un chico dulce, tierno, detallista, todo lo que Nicolás fue alguna vez.
Grace le dio otro mordisco a su tostada y luego removió el azúcar del café con una cucharita de metal. Estaba en la misma cafetería a la que Nicolás la había llevado en su primera cita.
No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero tenía que ponerle un punto final a todo el asunto de Steel. Y ¿qué mejor forma de solucionar algo que afrontando el problema y hablando para dejar las cosas claras?
Todavía lo necesitaba. Aún se sentí en las nubes, sin peso en los hombros con tan solo pensar en él. Tal vez ella debería ser más lista y darse cuenta de que Nicolás Steel era un problema.
De pronto, un olor a menta llegó hasta sus fosas nasales. Grace no se giró, sabía quién era, su aroma nunca cambiaba.
Nicolás mostró la sonrisa que había ensayado toda la noche anterior. Había previsto su ropa y cada una de sus acciones, muecas y palabras días antes. No quería que nada saliera mal.
Se sentó en la silla frente a Grace y la saludó.
Ella levanto la mirada hasta él. La camisa a cuadros, la encantadora sonrisa, los sentimientos encontrados, todo él era un problema. El lugar era un problema, el café era un problema, Nicolás era un completo problema.
Él, con sus grandes y hermosos ojos verdes, era un problema; su rostro, su cabello, sus labios, ¡todo eso era un problema!. Nicolás era guapo y eso era un problema. Ella tuvo que recordarlo.
-Estás hermosa
-Tenemos que dejar de vernos
El color desapareció de las mejillas de Nicolás. Las palabras le resultaban familiares e hirientes. Ahora los papeles habían cambiado. Grace con actitud cortante y Nicolás vulnerable. Perfecto karma.
-¿Qué?—alcanzó a vocalizar, riendo. Como si estuviera siendo participe de una broma, como si esperara que en cualquier momento Grace sonriera y dijera “¡caíste!”.
-Quiero empezar una nueva vida y no deseo que formes parte de ella.
-Grace, no es gracioso.
-No tiene por qué serlo.
-¿Solo así?, ¡Zas, bam!, ¡seamos extraños!