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—Por aquí mismo— la amable camarera te guió por los pasillos de las mesas.
Estaban llenos de familias y adolescentes en sus citas y tal. Nada demasiado sorprendente. Su stand estaba a un lado, atascado en una esquina con otra mesa vacía. Stefan te dejó sentarte junto a la pared y se deslizó a tu lado.
—Aquí están sus menús— ella sonrió y le entregó los papeles laminados. —¿Qué les puedo traer de bebida?—
Usted le sonrió. —Voy a tomar una Coca— ella asintió y lo escribió en su libreta.
—Sólo un agua— Stefan te sonrió y luego a la camarera.
—Está bien, volveré en unos pocos— la mujer les sonrió a ambos. Miraste a Stefan y sonrió. Estaba tan impresionante todo el maldito tiempo.
Usted tomó su menú y tuvo que elegir entre un bistec o una ensalada que le parecieron tan apetitosos. Stefan apoyó la mano en tu muslo como siempre lo hacía y te observaba. —No puedo elegir.¿Qué cogerás?— continuaste leyendo.
—¿Puedo solo tenerte?— susurró ligeramente, presionando sus labios contra tu oreja.
Te ruborizaste y negaste con la cabeza. —¿Por qué no?—
Stefan se rió. Su mano se arrastraba más y más alto, frotando el muslo interno. Presionaste tus muslos juntos, sintiendo un tirón entre tus piernas.
—Estamos en público, Stefan— usted siseó. —En serio, ¿qué estás teniendo?— lo miraste y él suspiró.
—Sólo iba a conseguir papas fritas o algo así. Realmente no tengo tanta hambre— te masajeó la parte interna del muslo. —No para comer, de todos modos— él te sonrió de nuevo, causando que tus mejillas se inflamaran. La camarera saltó a tu mesa, colocando tu coca y el agua de Stefan delante de ti.
—¿Se han decidido sobre que van a comer?— sacó la libreta del bolsillo de nuevo.
—Voy a tener la ensalada del chef— susurraste.
—Solo tendré la cesta de papas fritas— Stefan asintió hacia la camarera y se volvió hacia ti. Su dedo índice y medio presionado contra tu clítoris vestido. Jadeaste e inhalaste un poco de Coca Cola, tosiendo en silencio y tratando de no ahogarte. —Sólo quiero jugar— susurró contra tu mejilla.
Agarraste su brazo y el borde de la mesa. —Me encanta probar cosas nuevas— él continuó. Te mordiste el labio, tu respiración se enganchó en tu garganta. Lentamente, sus dedos se arrastraron dentro de tu cintura y en la parte delantera de tus pantalones, debajo de tus bragas. Presionó más en tu clítoris y luego trazó ochos en él.
—Mierda Stefan– tragaste duro. Stefan sonrió contra tu mejilla, presionando su dedo índice bromeando en tus pliegues. La tortura fue demasiado y casi gritaste en voz alta. Tuviste que ponerte una mano en la boca. —Te arrepentirás de esto cuando lleguemos a casa—te mordiste el labio inferior y Stefan se burló.
La camarera regresó y Stefan retiró la mano de tus pantalones como si nada hubiera pasado y deslizó tu comida hacia ti. Tu pecho estaba agitado por aire y Stefan se rió de ti.
—Estúpido— susurraste, juntando las piernas para intentar aliviar algo de presión.
