Capítulo 4:
Primero vino el sentido del olfato: sentí el olor de ropa limpia, medicinas, infusiones y hierbas aromáticas que seguramente tendrían propiedades medicinales. Luego sentí el oído: escuchaba una suave respiración, de alguien que estuviera profundamente dormido a su lado. Después, el de la vista: la suave luz de la mesilla, le empezaba a molestar y a perturbar el profundo sueño que se había impuesto. Y por último, el del tacto: las manos pasaban sobre unas sábanas con una suavidad increíble. Abrió lentamente los ojos y se encontró con el blanco cegador de las paredes. Se tapó los ojos con la mano, a modo de visera, hasta que se acostumbrara a la vista. Por fin, pudo ver…
Se quedó con la boca abierta, estaba en una enfermería, típica de la película la 2º Guerra Mundial o algo parecido.
Lo primero que dijo fue:
-Jodido cabrón…-bufó, miró a todos los lados, creyendo que alguien la había oído.
Por suerte, nadie estaba allí. Se miró y vio que tenía la ropa colgada en una silla, se acercó y cogió su sudadera, que por suerte, se había lavado… Pensó “¿Cuánto llevo dormida?” Luego recordó, que la sangre de demonio desaparece, se evapora. Se miró en un espejo que había y vio que tenía el pelo revuelto en la coleta. Se quitó la goma y dejó que cayera. Se miró bien y dijo:
-Sí, tiene razón Alexander, estoy más guapa con el pelo suelto-sonrió un poco.
Estaba escuchando unos pasos y luego, unas voces masculinas. Presté atención y entendí 3 chicos:
-Vamos, Stephano, no podemos llegar tarde al entrenamiento-se reía.
-Tú lo único que quieres ver es cómo se contonea Flint y Maude, al moverse-se burló- ¡Salido!
Puso los ojos en blanco “¿De qué coño me sorprendo? Los tíos son así, siempre” Otra voz, distinta, dijo:
-Venga ya, Stephano, Dayron tiene razón. Seguro que tú también quieres ver cómo se contonean esas dos. Y no digas que no, porque entonces, sería mentira. Una puta mentira.
Esta, se escuchó un grito enorme, una voz femenina que se escuchó enfadada:
-¡Michel! ¿! Qué es eso de decir tacos en público?!-le regañó.
-Lo siento, señorita Everleen-su voz tenía un punto de vergüenza y frustración, porque Dayron y el otro, se estaban partiendo el culo de la risa.
La señorita Everleen, dijo:
-Fuera de escusas y, venid conmigo. Voy a ir a ver a la herida-anduvo hasta la puerta.
Gabri se dijo “Vaya… Por fin se dan cuenta de la herida…”. Miró su cama y cogió su sudadera, se sentó en ella con las piernas cruzadas y esperó.
Tiempo después, la señorita Everleen, pasaba por el largo pasillo de la enfermería y la escuchó decir:
-La chica se dio un gran golpe-miró a los jóvenes.
La voz de Dayron dijo:
-Sí, no sé cómo llegó a hacérselo-se estaba escabullendo, el muy cabrito.
Esperó y por fin, la vio, era una mujer altísima, con tacones de aguja, negros; unos vaqueros oscuros, con una rebeca negra y una camiseta blanca. Tenía el pelo castaño al igual que sus ojos. Tenía unas facciones marcadas, que la hacían menuda y no muy delicada, como una mujer. No, ella era una luchadora, se notaba por la enorme cicatriz que le recorría la oreja y las manos:
-Vaya… La jovencita no está dormida. Para nada-sonrió, miró a los 3 chicos que estaban esperando pacientes detrás de la cortinilla que separaba las camas unas de otras-Oh, vamos, venid, está vestida y creo que no come, me miró. ¿No comes, no?