Adam
-Cuando amaneció, Ya estaba instalado en mi nueva habitación. La ropa colgaba del armario y el portátil, conectado a Internet, recibía el correo de la última semana. Me senté frente al ordenador y le eché un vistazo a los mensajes. Muchos eran de Kate, mi hermana, contándomr los días que había pasado en la villa que él poseía en Laglio. Había uno bastante largo del bufete de abogados de la familia, en el que le insistían que viajara a Londres cuanto antes para ultimar algunos temas pendientes y facilitarle nueva documentación, a fin de evitar problemas innecesarios con las autoridades. Y por último, uno bastante escueto de Cyrus, el jefe de seguridad de los Crain y una especie de general de los Guerreros, un grupo de soldados vampiros encargados de proteger a la raza.Durante años, Cyrus me había enseñado todos sus conocimientos. Había hecho de mi un guerrero letal e implacable, conocedor de muchas artes, artes muy antiguas que se remontaban a la época de los cruzados. Cyrus había sido uno de ellos, y también un sajón, su verdadero origen: señor de una de las primeras tribus germanas que habían llegado a las islas Británicas, era uno de los vampiros más viejos que conocía, a pesar de que su aspecto era el de un eterno adolescente.
Sonaron unos golpes en la puerta y yo cerró el ordenador.
-Pasa, Connor.
Había notado su olor desde la otra punta del pasillo.
Connor entró bostezando, con el pelo revuelto y vistiendo tan solo un pantalón corto. Se apoyó en la pared y se frotó la barba incipiente.
-¿Vienes? Ya están todos abajo.-Dentro de un rato, quiero darme una ducha.
-No tardes, mi madre ha preparado una lista de tareas bastante larga y tú no te vas a librar -dijo con una sonrisita socarrona mientras le apuntaba con el dedo, y salió de la habitación.
Yo sacudí la cabeza y me puso en pie. Recogí del suelo la ropa que había llevado el día anterior y me dirigí al baño. De repente me quedé inmóvil, lentamente me llevé la camiseta al rostro e inspiré. Aún olía a ella: a su pelo, a su piel y a esa calidez que circulaba por sus venas. El olor se había registrado en su cerebro con una precisión absoluta. Volví a inspirar y un escalofrío me recorrió el cuerpo acelerando el reflejo de mi respiración, convirtiendo mis ojos en fuego líquido. Me sentí desconcertado, no conseguía entender por qué recordarla me turbaba tanto, ni por qué su sangre lo llamaba de que aquella forma tan desesperada. Ella era muy hermosa, con su extrema palidez y un cuerpo de líneas perfectas; había que estar ciego para no verlo. Toda una invitación a sus instintos y a sus sentidos. Pero ya había conocido a otras mujeres hermosas y ninguna de ellas había despertado en mi aquel torbellino de emociones que ahora me abrumaban, sensaciones a las que me había cerrado desde que Caterina desapareció.
«Tessa», pensé. Entonces me dio cuenta de que no había hecho otra cosa que pensar en ella durante toda la noche. Mientras deshacía el equipaje, leía o escuchaba música, había estado pensando en ella. Apreté la camiseta en mi mano y, por un momento, pensé en guardarla tal y como estaba para conservar el recuerdo. Sacudí la cabeza e ignoré la idea como el disparate que era, y corté abruptamente cualquier pensamiento que tuviera que ver con la humana. -Lancé la prenda al cesto de ropa en el baño y entré en la ducha.
Terminé de sacarme el pelo con la toalla, y me vrsti con un pantalón gris y una camisa negra. De forma meticulosa doble las mangas por encima de las muñecas y me puse el reloj. Guardé mis gafas de sol en uno de los bolsillos, sin ellas los días soleados se convertían en una tortura para mis ojos demasiado sensibles.
Respiré hondo, inmóvil frente a la puerta del dormitorio. De pronto no estaba seguro de si iba a poder con lo que pretendía. Llevar una vida humana parecía sencillo para los Daddario, pero yo no era como ellos, me había convertido en un ser solitario y amargado, demasiado arisco e impaciente para tratar con los humanos.
Oí ruidos en el exterior y miré por la ventana, a través de la cortina, a tiempo de ver como Jorge, seguido de sus dos hijos varones, se acercaba al porche trasero.
Las voces que ascendían desde la cocina empezaron a cobrar intensidad.
-¡Hum, qué bien huele eso! -comentó Jorge.
-Siéntate, te serviré un poco -le dijo Isabel mientras le daba la vuelta a unas salchichas
Jorge se acercó a Daniel y recorrió con la mirada toda la sala, como si buscara algo.-El coche que hay fuera... ¿está aquí? -le susurró al oído.
-¿Te refieres a mí? -le dije respondiendo a su pregunta.
Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Jorge, se pasó una mano por el pelo y se giró hacia mi.
-¡Por todos los demonios del infierno, me alegro de verte! -Me Abrazó a con fuerza y me alzó en el aire mientras reía a carcajadas-. Sigues igual de canijo que siempre -bromeó.Me dejó en el suelo y me palmeó la espalda, con tanta energía que Yo me caigo hacia delante.
-¡No puedo decir lo mismo de ti! -repliqué , señalando una incipiente barriga bajo la sudadera del licántropo.
Jorge se masajeó el estómago y me hizo un guiño.
-Comer sigue siendo una de mis pasiones. -Tomó el plato que Isabel había dejado sobre la mesa, cogió una salchicha y la engulló de un solo bocado-. Deliciozas -dijo con la boca llena.
Todos empezaron a reír a carcajadas. Y esta vez fui Yo quien le palmeó la espalda a Jorge, cuando este empezó a toser medio atragantado.
Bueno chicos espero que les aya gustado este capitulo y voten LOS QUIERO CHAOOOOO BESOOS 💋💋💋💋💋