—Poco a poco fueron llegando los primeros vecinos, más motivados por su curiosidad hacia la nueva familia que por la compra de libros. Isabel, haciendo gala de sus grandes dotes como anfitriona, recibía a todo el mundo en la puerta junto a Eiden, entregando a los asistentes pequeñas tarjetitas de presentación decoradas con filigranas plateadas.
Karla hacía otro tanto paseando entre la gente con su preciosa sonrisa, ofreciendo canapés y refrescos mientras contestaba con paciencia a las preguntas curiosas de un par de colaboradoras del periódico local.
Los hermanos Daddario, junto con Adam y Shane, se mantenían apartados en un rincón intentando pasar inadvertidos; absortos en su propia conversación e incómodos por todo aquel teatro que se veían obligados a representar para integrarse entre los humanos sin levantar sospechas. Una nueva ciudad requería una nueva identidad, era necesario; pero ellos no terminaban de acostumbrarse. Cada pocos años se veían forzados a cambiar de aires, a encontrar un nuevo hogar para después iniciar otra vez el mismo ciclo, antes de que nadie empezara a sospechar que no envejecían al ritmo de los demás. Estaban obligados a vivir una mentira, rodeados de más mentiras, y mantenerse cuerdos a la vez que fieles a las normas resultaba a veces muy difícil.
Y esos eran los pensamientos que tenía Evan en ese momento, mientras no dejaba de lanzar miradas impacientes a la puerta, sin prestar demasiada atención a las bromas y comentarios sarcásticos que los chicos hacían a su costa por la inminente graduación, y el aspecto que tendría con la toga y el birrete. Cada pocos minutos y con mucho disimulo, le echaba un rápido vistazo a su móvil para consultar si tenía nuevos mensajes. De pronto su corazón se aceleró y una sonrisa le iluminó el rostro.
Ese rápido palpitar captó mi atención. Miré por encima de su hombro en busca de aquello que tanto alteraba a Evan. Un escalofrío me recorrió la espalda al ver a Tessa cruzando la puerta con paso vacilante. Iba preciosa con una blusa de gasa semitransparente y un pantalón ajustado que mostraba una figura perfecta, demasiado atractiva para pasar desapercibida; tanto como la tímida sonrisa que afloró a sus labios cuando saludó a Isabel con un beso fugaz en la mejilla.
—¿La conoces? —pregunté a Evan, intuyendo por su expresión extasiada que no le iba a gustar la respuesta.
—Sí, va a mi instituto —contestó—. Me costó bastante, pero conseguí convencerla para que saliera conmigo esta noche. Es preciosa, ¿no te parece?
—Sí, lo es.
Mis hombros se tensaron, haciendo que la chaqueta se estirara hasta un punto peligroso en el que cada costura amenazaba con explotar. Si aquello que sentía no eran celos, se le parecían bastante. Me maldije a mi mismo,esa humana no es nada mio para sentirme tan posesivo. Y estaba el detalle de su sangre, podía olerla desde allí. A pesar de la cantidad de gente que abarrotaba la librería saturando el aire, el aroma era nítido e intenso, una provocación a mis sentidos; y eso no era bueno.
—Parece un duendecillo, con ese pelo semilargo y esa nariz respingona. Nunca pensé que me acabaría fijando en una chica como ella. Odia a los futbolistas, ¿no te parece irónico? —continuó Evan.
Mi cerebro comenzó a trabajar con rapidez. Evan había dicho nariz repingada, entonces, no se refería a ella. Busqué con los ojos y, unos pasos por delante, hallé la respuesta. Dani, la mejor amiga de Tessa, conversaba con un par de chicas. Evan tenía razón, su aspecto andrógino le confería una apariencia bastante peculiar, pero no dejaba de ser una chica muy guapa.
Evan desapareció entre la gente, al encuentro de las dos amigas. Tessa lo saludó con timidez, intercambiaron algunas palabras y a continuación se alejó para dejarlos solos. Caminaba con una ligera cojera, aunque ya no necesitaba las muletas. Tomó un refresco de una de las mesas y se entretuvo ojeando los estantes repletos de libros, daba pequeños sorbos y arrugaba la nariz cada vez que las burbujas le hacían cosquillas. De vez en cuando levantaba la vista, recorría la estancia, y volvía a centrar su atención en los libros con aire de decepción.
Yo me retiré a un rincón en penumbras y desde allí la observé sin pudor, hechizado. Recorrí su rostro como si quisiera aprenderlo de memoria. El brillo sonrosado de sus labios, sus largas pestañas, hasta el lunar que se escondía bajo su oreja, eran de lo más atractivo para él. La suavidad de la piel de su garganta, las curvas de su cintura, la gracia inconsciente con la que se movía. Susurré su nombre sin pensar lanzándolo al aire como un cebo en busca de su presa. Estaba usando mi influencia sin darme cuenta, otra habilidad que muy pocos poseían.
Tessa
Me detuve en seco. Mis pupilas se dilataron y me sintí extrañamente mareada. Todo a mi alrededor se fue apagando hasta quedar en silencio, consciente solo de mi propia presencia. Sentí el cuerpo ligero como una pluma, empujada por un viento cálido y dulce hacia la tentadora voz que me llamaba. Cerré los ojos y me dejo mecer. Conocía esa voz, el timbre claro y cristalino, la cadencia de su tono; y tenía que ir hasta ella
—Tessa… Tessa… Tessa…Aquel sonido estridente me sacó de mi dulce sueño. La señora Jones daba saltitos con la mano en alto, intentando atraer mi atención. Dí un respingo, lo último que quería esa noche era tener una conversación con ella. Con disimulo, intenté esconderme entre los grupos de gente que conversaban. Ví a Charlie Roth en uno de ellos, aquel hombre era tan grande como un armario y, en aquel momento, lo más parecido a un buen escondite.
—Tessa, querida —gritaba Ana Jones con su vocecita chillona, mientras serpenteaba entre el laberinto de personas .
Es pero que les aya gustado mucho este capitulo CHAO LOS QUIERO MUUA 💋💋💋💋💋💋