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Ya estaba en casa. Había llegado hace aproximadamente dos horas. Y conforme pisé mi casa. Mi padre me ordenó meterme en la cama a descansar. Siendo que llevaba todo el maldito día en camilla. Durmiendo y descansando, precisamente lo que ahora quería que hiciera, otra vez.

Cerré los ojos y suspiré desesperada. Empezaba a hartarme de esto. De la sobreprotección de mi padre. Y de que nadie se atrevía a decirle las cosas cómo eran. Que puede que esté enferma pero no significa que no pueda hacer vida normal. Sé cuidarme, sé vivir con esto. Es él el que no sabe como manejar esta situación. ¿Qué pretende? ¿Encerrarme siempre en mi habitación? ¿Vivir en la cama?. Apenas salgo de casa. Y sí, sé que es porque yo no quiero. Me siento más segura en casa. Pero lo que más me duele, es que ahora que he conocido a una persona que vive cerca de casa, con la cual disfruto pasando tiempo, me tengo que quedar en casa. Aburrida. Mirando al techo.

-¿Se puede?- escucho una voz.

-Sí- me incorporo en la cama.

-¿Cómo estás?- pregunta Randal sentándose en la cama.

-Bien, ahora bien- sonrió.

-Ya me ha contado tu madre lo que te ha pasado... lo siento mucho no sabía que...

-¿Qué?- grité alarmada.

-Yo no...- no le dejé acabar la frase.

-¿Te lo ha dicho? ¿Enserio? Pero... ¡No!- me levanté rápidamente de la cama enfurecida.

-Oye túmbate, no sea que te dé un bajón de azúcar otra vez- habló apresuradamente cogiéndome de los hombros y sentándome a su lado.

-¿Un baj...

-Sí, tu madre me ha contado que suelen darte bajones de azúcar. Así que ahora llevaré siempre caramelos en los bolsillo- río sacando un par.

Suspiré quitándome un peso de encima. Punto para mi madre. Ha estado ágil en eso.

Me tiende un caramelo y lo acepto con una sonrisa tranquilízate. Vuelvo a acomodarme en la cama pero esta vez cruzo las piernas.

-Gracias- contesto.

-No es nada. Por cierto también ha dicho que no podrás salir de casa hasta que te recuperes- comenzó a hablar.

-Ya- murmuré angustiada.

-Vendré a verte, todos los días que pueda- sonrió mientras posaba su mano en mi hombro.

-No hace falt...

-Quiero venir yo- dejó claro. Asentí con la cabeza.

-Eres muy amable conmigo- sonreí.

-Me caes bien- se encogió de hombros.

-Y tu a mí- lo imité.

-Antes de que se me olvide... Ray dice que te recuperes- habló tranquilamente. Yo me sorprendí.

-Dile gracias de mi parte- murmuré.

-Podríais hablar entre vosotros en vez de usarme como paloma mensajera- me dio con un almohadón.

-¿Qué pasó cuándo me desmayé?- pregunté curiosa.

-Te encontró Ray, me aviso angustiado y te llevó a tu casa rápidamente. Tu madre te llevó al hospital- habló mientras se ponía en pie y se acercaba a mi escritorio.

-Debería darle las gracias por eso también- murmuré muy bajo.

-¿Eres tú?- preguntó con una foto en la mano.

-Sí, doy miedo- reí.

-Que va, de pequeña eras muy adorable- sonrió de lado.

-¿Estás diciendo que ahora no?- bromeé haciendo una mueca.

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