Durante un buen rato, la reina Kinn no pudo comprender ninguna de las palabras que parloteaba Lady Josum. La miraba, frente a sí misma, moviendo los labios, abriéndolos, cerrándolos, sonriendo incluso, pero no era capaz de captar ni una sola palabra de lo que decía, porque en su cabeza aún estaba intentando adaptarse a la idea de que ella le estuviese hablando con tanta confianza.
No era que le molestara. Generalmente no le importaba que las personas le hablaran, por el contrario, le encantaba. Amaba conversar con todo el mundo, pero… ¿Quién demonios era Lady Josum? ¿De dónde rayos había salido? Kinn solo sabía que era la dueña del castillo en el que estaba (como el nombre lo indicaba), pero, al recibir la invitación, había creído que la anfitriona del evento era la Reina Amer…
Y ese era otro detalle que la hacía distraerse. Si la reina Amer había insistido tan amablemente en que ella viniera… ¿Por qué demonios parecía mirarla como si quisiera matarla con los rayos diabólicos imaginarios que salían de sus ojos a cada puto segundo? Es que casi podía sentirlo, el odio, el resentimiento. Ni siquiera le había dirigido la palabra aún, pero ella ya había dictado su sentencia, y había sido desfavorable.
—... y es por todo esto— continuó Lady Josum, en medio de su vómito de palabras sofisticadas pésimamente utilizadas— Que quisiera pedirle un favor, majestad.
Eso fue suficiente para que la reina Kinn volviera a poner su atención en ella. Un favor. Ajá. Ya se lo esperaba. Todo el mundo recurría a ella para pedirle favores, lo cual no estaba mal, era mil veces mejor que ser completamente ignorada. Y siempre y cuando pudiera otorgarlo...
—¿Qué clase de favor? — preguntó Kinn, sonriendo ampliamente con simpatía y un tono cantarín en la voz.
—Amer y yo, habíamos decidido que…
El rostro de la susodicha no pudo ocultar su estupefacto al escucharla. Sus labios entreabiertos y el ligero fruncir de sus espesas cejas, fueron indicio suficiente para hacerle saber a Kinn que Lady Josum, parecía tener la mala costumbre de hablar por otros, y no causaba ni una pizca de gracia a su majestad Amer. Sin embargo, la anfitriona ni siquiera acabó su oración, porque justo en ese instante, apareció otra invitada del castillo.
—¡Oh por Dios! ¡¿Es realmente usted, reina de Noctum?! —un chillido salió de los labios de una muchacha que vino corriendo hacia ella para casi abrazarla. No obstante, se abstuvo de hacerlo en el momento justo y en vez de eso, tomó ambas manos de la reina entre las suyas, sin dejar de mirarla con ojos llenos de admiración —¡Amo, amo, sus tierras, mi señora! ¡He ido el mes pasado, y he quedado encantada con la excelencia que maneja su pueblo. Oh, y sus libros, ¡por supuesto he leído algunos de los que ha hecho!
¡¿Ella escribía?! Le costó bastante ocultar su sorpresa, Kinn la miró con más curiosidad que antes, de ser eso posible. Había oído de su implacable autoridad, la mano dura con la que gobernaba; también oyó sobre el prestigio y auge de sus tierras, ¡pero jamás se enteró sobre libros! ¡Ah, pero claro que Amer no podía ser mejor que ella! ¡Ja, apuesto que encontraría simples garabatos en el contenido de sus libros!
—¡Oh! No sabía que escribías reina Amer, ¡esto es aún mejor de lo que pensaba! —exclamó Josum, para luego reír con “jo, jo, jos” elegantes y soplarse con su abanico decorado con piedras preciosas. —¡Amo los libros! ¡Dígame los títulos de sus obras ahora mismo! ¡Voy a leerlos por completo y le enviaré una carta de recomendación a mis amigas de la alta sociedad cuando acabe.
—Eh, — titubeó Amer, por un momento se encontró dubitativa e incómoda, sin embargo, cuando divisó el rostro ligeramente mosqueado de la reina Kinn; con una sonrisa socarrona, aprovechó la oportunidad y empezó a sonsacarle más halagos a la nueva — ¡Oh! ¿En serio te gusta lo que hago? Es la primera vez que hablo con una de mis lectoras, normalmente mi gente me conoce más por mis hazañas de guerra que por mis sencillos libros…
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Queen
FantasiaÉrase una vez, en un universo lejano, existían seis reinos con independiente soberano Cada uno de ellos, se centraba en su vida no visitas, no relaciones. Ignoraban a los otros, cuál comida podrida. Hasta que un día, los reinos más prósperos que esc...