Capítulo 1

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-Por aquí está tu habitación -me dijo alegremente Carolina, quién pasaría a ser mi nueva compañera de piso.

Simplemente me encantaba la casa, tenía tres habitaciones con baños independientes, una cocina grande y el salón tenía hasta una mesa de billar. Era perfecta. Además, Carolina me cayó bien al instante. Era una chica extrovertida y divertida, teníamos en común los gustos por las mismas series. Este año sería genial.

-Es enorme, me encanta -afirmé con una amplia sonrisa.

La habitación era más grande de lo que había pensado, tenía hasta una cama de matrimonio. ¡Ah, esto si que era vida! No me pude resistir a la tentación de saltar sobre la cama y tumbarme haciendo ángeles, movía las manos y las piernas intentando cubrir todo lo que podía de cama. Y aún así ¡me sobraba por los lados! La cama fue lo primero que me convenció para firmar los papeles de alquiler, sé que es un poco tonto pero cada uno tiene sus caprichos y este es el mío.

Estaba deshaciendo la maleta en mi nueva habitación cuando escuché gritos procedentes de la cocina.

-¿Cómo has podido coger una compañera de piso sin decirme nada?

-Me habrías metido a algún loco amigo tuyo o habría pasado lo mismo que con la anterior. Tienes que reconocer que tienes un gusto horrible.

-Sí, pero por lo menos estás cuando los selecciono. Creo recordar que siempre te he preguntado si te parecia bien -dijo sarcásticamente una voz masculina.

¡Mierda! No sabía que también habría un chico. Di por sentado que seríamos todas chicas. No me conoce y ya me quiere fuera. Empezamos mal.

-¡Es injusto! Siempre me lo preguntas delante de ellos y cuando vamos a cerrar el trato. Eso se llama manipulación -exclamaba Carolina-. Además, todavía no la conoces. Dale una oportunidad.

-No me hace falta conocerla para saber que será una loca como tú.

Esto ya es pasarse, a parte de quererme fuera, ¡me insulta! ¿Quién se ha creido el chulo ese? Iba a salir a protestar cuando escucho una puerta cerrarse. Al poco rato entra Carolina a mi cuarto.

-¿Qué tal vas con la maleta?¿Quieres que te ayude? -me dijo sonriente.

-No hace falta, me queda muy poco ya... Por cierto, no sabía que nuestro compañero de habitación era un chico. Y no parece muy amigable -solté de golpe, estaba enfadada, me acababan de romper mi burbuja de felicidad en sólo 5 minutos.

Carolina cambió de cara de golpe. Casi me arrepentía de haberselo dicho así, pero cuando me enfado no suelo ser muy sutil que digamos.

-Siento mucho que lo hayas escuchado -dijo con cara apenada-. Te lo tenía que haber dicho antes pero con la ilusión de tener una compañera de piso tan estupenda se me había olvidado.

Me puso ojitos de cachorro arrepentido y una sonrisa tímida, me cayó bien al instante y no pude contener un par de risas tontas.

-¡Eh, esa mirada ya está patentada! Así es como me libro de todos los castigos en casa -le contesté ya sonriendo-. Volviendo al tema, ¿quién es él? Y ¿podemos buscar a otro?

-Ya me gustaría -respondió riéndose-. Pero no puede ser, es mi hermano. Y mis padres no nos deja estar cada uno por su cuenta. Dicen que es bueno apoyarse en la familia y como no están aquí, lo que más tengo a mano es a él.

-¿Y si me hiciera tu hermana?¿Eso contaría?

Nos tiramos el resto de la tarde en el sofá comiendo palomitas y riéndonos viendo una peli. La verdad es que me caía realmente bien. Sólo llevaba unas horas allí y ya parecíamos amigas de toda la vida.

Me desperté sobresaltada al oír entrar a alguien en casa. En seguida, encendí la lamparita y miré el despertador, ¡las 3 de la mañana! Cogí el móvil y dejé marcado el número de emergencias por si acaso, me entró miedo, ¿y si era un ladrón? Me fuí acercando más a la puerta cuando escuché risas.

-Baja la voz, mi hermana está durmiendo -oí decir a la voz masculina.

Me relajé instantáneamente, ¿iba a ser así todas las noches? Definitivamente, ese chico me caía cada vez peor. Escuché como la chica se seguía riéndo hasta que se cerró la puerta, de su habitación imagino. Al menos ya no había ruido, pero saber lo que estaba pasando en el otro lado de la casa era una idea que no me reconfortaba en absoluto. Terminé dormida mientras lo maldecía en silencio.

Cuando me levanté hacía un día maravilloso, ¡genial! Podría hacer un poco de turismo ya que mañana empezaba el primer día de universidad. Cuando fui a la cocina vi a Carolina con cara de sueño.

- Mato a mi hermano -dijo bostezando-. Él y su amiguita no han parado de hacer ruido toda la noche. Antes me iba a tu habitación que por lo menos no se escuchaba nada.

- Si quieres, puedes venir a dormir noches así a mi habitación -le dije reconfortándola.

No me hacia demasiada gracia pensar en compartir mi apreciada cama pero no podía ser egoísta, ella me habría dicho lo mismo. Además, hay espacio de sobra para los dos, acaparadora. Me dije a mi misma.

- Gracias -me dedicó una sonrisa de las suyas-. Pues que sepas que te tomo la palabra. Hace un día estupendo, había pensado en enseñarte un poco la ciudad y tomarnos un helado por ahí.

Cuando ya estábamos arregladas y listas para salir, Carolina puso la música a todo volumen.

- ¡A despertarse! -gritó mientras corríamos hacia la puerta.

- ¡Carolinaaa! -la voz de su hermano se oía claramente desde su habitación.

Nos fuimos corriendo y riéndonos hasta el ascensor. Y así fue como Carolina se convirtió directamente en mi mejor amiga.

Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien. Estuvimos por la mañana andando por el centro y entrando en tiendas. Me compré un par de camisetas y algo de material escolar aunque nada que ver con lo que se compró Carolina. Esa chica era una auténtica compradora compulsiva. Um, ya sé que película veríamos a la noche. Después de haberse asegurado de que no necesitaba nada más, por lo menos para ese mes, Carolina me llevó a una preciosa plaza donde había terrazas y ahí nos tomamos nuestro helado de recompensa por todo el deporte que habíamos hecho hoy. Sí, ir de compras es un deporte y lo tendrían que reconocer. Seguro que Carol estaría en el podio.

A la tarde, llegamos a la casa y nos la encontramos vacía. Su hermano se había vengado dejando la cocina hecha un desastre. Y nos tocó recoger las cosas. ¡Qué majo era! Después de haber guardado las compras y decidir que modelito nos pondríamos el primer día de clase, vimos "Confesiones de una compradora compulsiva". ¿A qué no os lo esperabais?

Cuando sonó el despertador a las 7 de la mañana, odié la universidad. ¿Por qué hay que madrugar tanto? Tener clases a las 8:30 es contraproductivo, tienes a todos los alumnos dormidos que no se enteran de nada de lo que dices, y sigues cansado toda la mañana. Si las clases empezaran a las 10, sería todo diferente. Madrugas, sí, pero no tanto, y estarías atento en las clases y sacarías notazas. Si suspendo este año ya tengo discurso para decir a mis padres.

Me tomé una ducha rápida y me puse la ropa que tenía ya en la silla del día anterior. Cuando fui a la cocina todavía no había nadie, así que desayuné tranquilamente con los ojos cerrados. Puede parecer una tontería, pero si estás con los ojos cerrados y piensas que sigues durmiendo ganas unos minutos más de descanso, y esos minutos a las 7:20 de la mañana saben a gloria. Esos 5 minutos son los minutos más apreciados del día.

Nada más terminar de desayunar, salió ya toda arreglada y maquillada Carolina. Se tomó un café y se metió en el bolso algo para picar después. Cuando nos ibamos a ir le pregunté.

- ¿Y tu hermano?

Ella cogió un vaso de agua y se fue hasta la habitación de su hermano.

- ¡Carolinaaa! ¡Te voy a matar en cuanto me despierte!

Y así sin más salimos a la calle.


Jugando con el enemigo en casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora