Atena

II. Los preparativos

Nerviosa es poco para describir mi situación actual, sé perfectamente que no tendría que estar pensando en Dorian, pero es bastante inevitable. Supongo que el primer amor nunca se olvida, aunque este nunca haya sido correspondido. Me he pasado toda la mañana imaginando mi entrada en el gran salón, mientras el apuesto Dorian me observa, se acerca y me pide el primer baile, que, por supuesto, acabaría con un beso perfecto.

Soñar es gratis, supongo... Es evidente que Dorian solo me ve como a la hermana pequeña de su mejor amigo, incluso cuando él ya no está. Pero que sea consciente de la realidad, no evita que pueda seguir imaginando que Dorian se fija en mí. Por ello, en lo que llevamos de mañana ya  me he ganado algún que otro codazo de Naia, buscando mi ayuda o atención.

Los días previos a los bailes son los más emocionantes. Cualquiera puede pensar que con los conflictos que sufre nuestra nación somos unas bobas por celebrar un baile, pero hoy nadie parece acordarse de ello. Desde que las invitaciones llegaron a sus destinatarios, absolutamente todos los negocios de la ciudad están desbordados de trabajo, y en el pueblo no se habla de otra cosa.

Me alegra ver a la gente preocupada por tonterías como qué joya combina con sus nuevos zapatos. Esto es mucho mejor que preocuparse por quien puede verse afectado por el próximo levantamiento. Durante estos días, apenas se ha escuchado hablar sobre los rebeldes, todo parece haberse calmado, y con un poco de suerte nadie más se unirá a esos grupos de criminales.

Mientras tanto en nuestra casa, mi padre se encarga de la seguridad, mucho más numerosa en esta ocasión por la asistencia de la familia real. Mi madre siempre se ocupa del catering y la colocación de los invitados, muy apropiado para buscar pretendientes y relacionarse. Naia y yo disfrutamos colocando la decoración, escogiendo la música, y como todos, buscando nuestros vestidos.

Desde niñas, sacamos toda nuestra ropa de fiesta y llenamos la habitación de mi hermana con ella, así podemos verlo todo en conjunto. Como si fuera un pequeño desfile privado.

— No crees que te favorece un color más vivo y con un escote más llamativo — a Naia le gusta llamar la atención de todos en el momento de hacer su entrada triunfal, no diré que a mí no, pero desde luego no como a ella.

— Me gusta este — señalé un vestido de un color blanco crudo, de encaje y con un disimulado escote que sugería, pero sin llegar a mostrar nada — Recuerda que estamos en un baile, no en uno de los clubs de la ciudad.

Naia me mira con mala cara, es cierto que a los clubs de la ciudad asisten los mismos nobles que al baile, pero aquí las normas de uniformidad son más estrictas. Finalmente mi hermana también escoge un vestido clásico, aunque el suyo es de color azul, y con él destacará por encima de cualquier dama.

Mi hermana es perfecta para el papel que le ha tocado vivir, sabe comportarse casi en cualquier situación y tiene el don innato de caerle bien a todo el mundo. Ella es como nuestra madre, mientras que yo solía juntarme con Hunter para hacer alguna trastada. En una ocasión, cuando nuestra madre nos envió a encargar el pastel de cumpleaños de Naia, le dijimos a la pastelera que el pastel debía ser de limón. Nuestra hermana odia el limón, y de la rabieta que montó en la fiesta se estuvo hablando durante meses.

— ¿Crees que Dorian volverá a traer a la acompañante del último baile? —  no puedo evitar poner cara de asco al recordarlo — Estuve tentada de poner en su invitación que no se permitía traer acompañante — admito a Naia, quien sabe todo sobre mi amor platónico no correspondido.

— Hace mucho tiempo ya de eso... No creo que a Dorian le dure una acompañante más de un par de meses — en realidad sé que tiene razón — Creía que ya se te habría pasado el encaprichamiento con ese chico, deberías conocer a otros hombres... En el baile habrá muchos.