III. El baile

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Los músicos van ocupando ambos extremos del gran salón de baile y los invitados empiezan a sentarse en sus mesas, desde donde estoy puedo observar cómo los invitados se dirigen al lugar que saben que les corresponde. La costumbre es ofrecer un pequeño banquete antes y durante todo el baile. Por ello, hay varias mesas distribuidas por el salón, de manera que no impiden el baile, pero permiten poder descansar y tomar un pequeño aperitivo a los más exhaustos.

Como siempre, puedo observar que se han pasado con la comida, tenemos fruta y dulces que podrían dar de cenar a todo el reino. Los invitados asiduos a los bailes presumen de mantenerse en pie hasta el amanecer, pero lo cierto es que, en algún que otro momento, todos se acercan a la mesa con la excusa de comer o de socializar.

Como parte de la familia anfitriona he de saludar a todos los invitados, algo bastante tedioso, teniendo en cuenta que de la mayoría tan solo me sé sus nombres, y muchos los había memorizado minutos antes de bajar. Me espera una noche muy larga, pero no puedo decir que esto me moleste excesivamente. Cada vez que me cruzo con alguien amigo o conocido me quedo hablando con ellos, al menos hasta que mi madre se percata de ello y me envía a saludar a algún noble.

Siento un punto de decepción cuando veo entrar a Dorian con su nueva acompañante. Naia tenía razón, era una chica nueva y su vestido deja ver mucho más que cualquier otro vestido en la sala, típico de Dorian.

Sorprendentemente, la visión de mi antiguo amor con su nueva acompañante no es la peor que tengo ahora mismo. Me voy acercando a la mesa y puedo ver a James, está esperándome y me atraviesa un mal presentimiento cuando le veo. Me siento en mi lugar y de repente estoy segura que él conoce los planes de mi madre, y posiblemente, está de acuerdo con ellos.

— Empezaba a temer que no te ibas a acercar nunca — y ya me estoy arrepintiendo de no haberle pedido a mi madre que cambiase la disposición de las mesas, aunque sé que no me habría hecho caso— No pensaba que fueras capaz de saludar a todos esos pueblerinos que tratan de parecerse a nosotros.

— Son estos "pueblerinos" a los que te refieres quienes se encargan que el reino funcione, si no fuera por su trabajo tú no estarías aquí.

— Tendrás que aprender... En Etolia solo saludamos a las élites, y por supuesto, no invitamos a cualquiera a nuestros bailes — dice en tono despectivo, creo que James y su cara de agrio acaba de ganarse el premio a la persona más irritante que he conocido nunca.

— En Licia intentamos ser amables con nuestro pueblo, valorando su esfuerzo, que tanto hace prosperar a nuestra nación.

— Ese es el motivo de nuestra superioridad respecto las otras naciones — dice tan tranquilo, y aquí tenemos a James siendo James — Nosotros no nos mezclamos con el pueblo, y no puedes negar que nos va muy bien.

No puedo evitar mirarle con asco, no me creo que un conde sea capaz de hablar así de su pueblo. Y sobre todo, no puedo creer que se tenga en tan alta estima por ello.

— Una superioridad que ya no es la que era ¿No? — si quiere jugar, jugaremos con sus reglas, al fin y al cabo, Licia no tiene tampoco una mala posición en el reino — Creo recordar que el último mes os habéis retrasado en el pago de los tributos, y las noticias que llegan no son muy alentadoras...

— Nunca hemos tenido problemas, y Etolia siempre será la mejor nación del reino — sonrío ante su comentario, más propio de una rabieta infantil que de un conde. Se está poniendo claramente nervioso y ni siquiera es capaz de argumentar una respuesta coherente.

Me siento muy tentada de seguir con esta conversación, realmente la estoy disfrutando, pero mi madre ya ha tomado asiento. Me sorprendo al recibir una disimulada patada por debajo de la mesa, seguida de su mirada acusatoria, la cual consigue frenarme en seco y no decigo nada más al respecto.

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