Atena

I. Panem et Circenses

Hacía tiempo que todo estaba siendo una locura, aunque la situación estaba empezado a convertirse en algo demasiado habitual, como si siempre hubiera sido así. Pero no es verdad, antes todo era tranquilo, desayunábamos juntos en familia, íbamos a la ciudad a pasear y pasábamos tardes enteras en el café. Ahora apenas recuerdo la última vez que pudimos desayunar todos juntos en casa.

En los últimos meses, más concretamente desde que se iniciaron los levantamientos, todos los guardas de la corona se han ido volviendo parte de la decoración de las habitaciones. Es cierto que siempre hemos tenido seguridad, en todos los condados y ciudades hay guardias, y por supuesto, en las casas de los nobles y condes. Lo alarmante es que últimamente todo se ha implementado exageradamente, ahora, además de los guardias enviados por la corona, el reclutamiento y la formación de nuevos guardas de las naciones se ido acelerado.

No era para menos, en poco tiempo hemos pasado de apenas tener pequeños conflictos y algún que otro intento de robo, a enfrentarnos a los levantamientos de los rebeldes.

Todo empezó como una ilusión, pero cada vez se está volviendo más y más real.

Los guardas de la corona habían sido desplazados a las grandes ciudades de las cinco naciones, y en mayor número a Licia, donde vigilan por si aparecen nuevos grupos de rebeldes. El capitán Riddle es el general encargado de la seguridad de nuestra nación. Riddle vino tras el primer levantamiento, y desde entonces, se reúne todas las mañanas en el despacho con mi padre y Robert, el marido de Naia.

No puedo evitar mirar a mí hermana con algo de lástima, quien, como siempre, parece ilusionada con el encargo que nos ha hecho nuestra madre. Si no fuera porque la conozco demasiado bien pensaría que es la dama más perfecta que puede existir, siempre siguiendo las normas establecidas y bajando la cabeza. Todos la admiran por ello, como si eso fuera lo que debe hacer, incluso aunque no lo hace realmente.

— ¿Recuerdas a los Jonson? Creo que también asistirán — a veces parece tan metida en su mundo de nobleza y protocolo que parece no importarle los problemas que surgen más allá de este salón.

— No pensaba que quisieran venir después de lo que pasó la última vez — digo recordando el baile de primavera, pero ella se limita a rodar los ojos y seguir con su trabajo escribiendo y ensobrado invitaciones.

Los rebeldes empezaron atacando en el baile de primavera de Licia, pero tras el primer incidente se han hecho más fuertes y numerosos por toda Hélade. Nadie sabe exactamente de dónde han salido, quien son o quien los lidera, si es que tienen algún líder o objetivo real. En el pueblo dicen que se trata de una pequeña facción de marginados, personas poco recomendables que fueron expulsados de las ciudades, y que habían permanecido escondidas en los bosques que rodean nuestro reino. Los pueblos que hacen frontera con estos bosques han empezado a quedar abandonados, y poco a poco, el miedo a las incursiones de los rebeldes se va extendiendo por todo el reino.

Aunque son menos habituales, también  hay rumores de rebeldes que están completamente integrados en la sociedad, e incluso que podrían pertenecer a la nobleza o estar participando activamente de la política en el parlamento. Lo cierto es que nadie hace caso a esos rumores, pero a mí me parecen muy posibles. Nadie quiere pensar que están entre nosotros, pero los últimos movimientos y los rumores que surgen del parlamento me hacen pensar en esa posibilidad. Supongo que para todos es más fácil ver a los rebeldes como marginados y bárbaros, que pensar que podrían estar en la alta sociedad de nuestro reino.

— Está mañana han dicho en la plaza que los rebeldes se están disolviendo — comenta mi hermana sin levantar la vista de sus invitaciones.

— ¿Y crees que será verdad? — me acabo de ganar una mirada de desaprobación por su parte, pero es que yo no creo en lo que dicen en la plaza.