Capítulo 8

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Se calmó lo justo como para levantarse e intentar despejar su mente. Se las arreglaba para no caer de sus muletas, pues ese mareo molesto, consecuencia de su insomnio, comenzaba a complicarle seriamente el andar. Su expresión dolorosa no lo abandonaba, mucho menos esas lágrimas que no dejaban de salir.

Su aflicción, incomprensible para el resto de sus sentidos, lo empujaba a preguntarse la verdadera y justa causa de sus patéticas inquietudes. Pues sí, el riesgo de ser localizado estaba latente. Sí, si Prime lo encontraba, Bart acabaría muerto, no sin antes hacerlo pagar por haber huido y firmar ese último documento. Sí, ya no tenía nada que perder, pero lo aterraba hasta el infierno el ceder y morir. No quería morir. Ya había tomado una decisión. Y si ahora lo pensaba mejor, le gustaba estar ahí, con él, con Jaime. Hacía tiempo que no se percibía curioso, interesado en algo, o en alguien, y mucho menos con un pensamiento recurrente que no le causara intranquilidad, sino alivio.

-Jaime... -Susurró acercándose lentamente al ventanal que llegaba hasta el suelo-.

Desde la obscuridad de la casa, apreciaba mejor las luces urbanas. Veía hacía abajo, admirando los charcos que la recién invitada lluvia comenzaba a formar sobre el asfalto. Las finas gotas lo volvían todo más brillante, aunque ya todo se encontraba silencioso.

-Tengo frío... -Se dijo envolviéndose en la manta que lo acompañó junto al pesado vidrio-.

Entrecerró sus ojos respirando el aire gélido del ambiente. Gastó lo último de sus fuerzas racionalizando sus problemas, quizá así lograría dormir, pero su sosiego no llegaba, no le daba ni una tregua. No valían nada sus procesos lógicos. No había manera de dejar pasar, de olvidar, de terminar de comprender lo que le había sucedido; por su culpa, tres personas estaban muertas, había perdido todo lo que sus padres habían construido para él en una sola noche, había descargado un arma contra un infeliz que trató de violarlo luego de obligarlo a casarse, sin mencionar que existía la posibilidad de haberlo asesinado. Bastó con traer esas presiones a su pecho para desfallecer tristemente. Aventó las muletas siendo atraído al suelo por la gravedad.

-¿Por qué a mí? –Se preguntó soltando el llanto-. ¿Qué hice para que me traten así? ¡No quiero morir! ¡No quiero esto! –Exclamó ocultando su rostro entre sus manos-. ¡Jaime! ¡Jaime, vuelve! ¡Vuelve! –Pidió desahogándose por completo-. Te extraño...

Se encogió abrazándose a sí mismo y estuvo a punto de acostarse en el suelo cuando el tintineo de unas llaves y el forcejeo de una cerradura lo asustaron pausando su respiración. Viró su rostro, observando entre las sombras la puerta abriéndose. El menor se pasmó creyéndose en un sueño. No logró enfocar a tiempo antes de ver al dueño de la casa aventar sus maletas, cruzar la estancia y correr directo a su habitación.

-¡Bart! –Jaime llamó pasando de largo y atravesando el pasillo-.

El pelirrojo no fue capaz de emitir ningún sonido. Ni siquiera pensó en ello. Fue su cuerpo el que reaccionó lanzándose a seguirlo. Comenzó a arrastrarse para encontrarse con lo que en su imaginación lucía real.

-Bart, ya lleg... -Su saludó desapareció al encender la luz y ver la cama vacía-. ¿Bart?

La decepción del anfitrión fue devastadora. No supo cómo describir ese apretón en el pecho. Todavía con ropas escurriendo, escudriñó la habitación, pero era tarea inútil. Retrocedió saliendo, llamando al muchacho. Se dirigió sagazmente a la habitación de su amigo, hallándola en igual de condiciones. Volvió a llamar invadiendo el cuarto de baño.

-Bart... -Susurró apagándose como un fósforo en invierno-. ¿Te fuiste?

Agachó su mirada recargándose en el muro.

No sueltes mi mano [BluePulse]Where stories live. Discover now