ISLE OF BERK | Hiccup Haddock [PAUSADA]

V; matar un furia nocturna

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❄MATAR UN FURIA NOCTURNA❄

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Había atrapado un dragón y no fue capaz de matarlo, ¿qué clase de vikingo era?

Hipo se había ido en busca del dragón cuando Bocón le había dejado en la puerta de su casa, pues aunque nadie le pudiese creer por sus actos tan poco importantes en el pasado, el joven castaño estaba decidido en demostrar que no era un insignificante vikingo de Berk, y cuando algo se le metía en la cabeza, era imposible hacerle cambiar de opinión. Por esa razón, con una daga en su cinturón, y con libreta en mano, salió de su hogar dirección al bosque. Sin embargo, algunas risas ya conocidas para el pecoso viajaron hasta sus oídos, haciéndole detener antes de adentrarse en medio de los frondosos y gigantescos árboles.

Esforzando un poco su vista, a la lejanía encontró a los gemelos de los cuales siempre recibía burlas, aunque no solía tomárselo personal, pues había comprendido que así eran ellos. Ambos bromeaban con Dhalia, y no sabía de quién tener más envidia. Si de Dhalia por ser tan espontanea y para nada tímida, quien ya había forjado amistades con los berkianos de los cuales él jamás había podido entablar conversación. O si de los gemelos, pues estaba seguro de que ellos no pensaban tres veces o hasta el doble para soltar un par de palabras y poder pasar el tiempo con Dhalia sin inseguridades.

Varios minutos después de rondar por el bosque y tachando lugares vacíos en su mapa, claramente luego de haber sido atrapado por Dhalia mirándolos, había encontrado al dragón que le había ocasionado tantos problemas. "Te voy a matar dragón", le había dicho alzando su daga, "Te voy a sacar el corazón y se lo llevaré a mi padre. Soy un vikingo, ¡soy un vikingo!". Sin embargo, tras respirar profundamente con la daga en sus manos temblorosas, su mirada se dirigió hacia el vulnerable dragón atrapado en la redes, que a sus pies decidió cerrar los ojos, aceptando la muerte segura. Una muerte que jamás llegó.

El hijo de Estoico se reclamaba a sí mismo por no tener las agallas suficientes de asesinar al dragón, pues después de todo para eso le había derribado. El joven no se había tomado tantos riesgos para dejarlo vivir, ¿qué se suponía que debía hacer, dejárselo como una mascota? Después de darse cuenta de que no podría matarlo, de que su corazón le detuviese antes de cometer aquella atrocidad tan típica en vikingos, Hipo se dio media vuelta y se alejó del dragón negro. No tenía ni idea de lo que haría con él, pero sabía que dando vueltas por el bosque, la solución no aparecería por arte de magia.