IX; escape de dragón

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ESCAPE DE DRAGÓN

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El usual color azul del alto cielo, se fue dispersando conforme el atardecer llegaba a la Isla de Berk, dando pinceladas de diferentes tonalidades con el color rojo, naranja y amarillo. El rojizo en las nubes y la vista que ofrecía las altas colinas del sol ocultándose más allá, brindaba una sensación de tranquilidad en el corazón de quien le dedicase tiempo a tal obra de arte. Sin embargo, cualquier signo de relajación y júbilo en la rubia de quince años, se perdió camino a Berk y, según los pensamientos de Dhalia, alguna bestia marina se lo había comido. Quizá Sigrid Tryggve, aquella joven que tenía como pasatiempo molestar a la hija de Ibernòn, había tomado la felicidad de Dhalia y la tiró por un acantilado, acabando con las usuales sonrisas permanentes en el rostro de la joven Gorm.

Sobre una de aquellas elevadas estructuras de madera, los jóvenes de Berk rodeaban una improvisada fogata, escuchando con atención y admiración las historias narradas por Bocón de su propia vida. La mayoría de ellos expresaban con muecas o jadeos de asombro, cuán impresionados estaban al oír cómo Bocón había perdido una de sus piernas para después perder una de sus manos, sin embargo, algunos de ellos si acaso parpadeaban y se notaba la carencia de fascinación. En Astrid era lo usual, pues era casi imposible dejarla pasmada con algo, era tan fuerte que ninguna historia le hacía ver ni un poco de estupefacción. Otro era Björn, el vrediano pelirrojo que por más sorprendido que estuviese dentro de él, la expresión de aburrimiento era permanente en su rostro. Con la espalda echada hacia atrás, no dejaba de mirar más allá como si estuviese deseando estar en otro lugar, con los ojos casi cerrados en muestra de sueño y sus delgados labios fruncidos hacia un lado.

Hipo había estirado su brazo con el pescado en la mano, dejándolo sobre la fogata hacía más de quince minutos. Solo Dhalia era consciente de su poco interés en saber cuán grande era el odio que los demás vikingos le tenían a los dragones, pues su mente estaba en cierto valle con cierto dragón, del cual no dejaba de pensar. En el castaño era visible cuánta impotencia y tristeza combinada tenía dentro de él, ya que ninguno de los presentes tenía idea de cuán maravilloso e interesante podría ser un dragón. Exceptuando a Dhalia, quien había tomado asiento a su lado a pesar del ofrecimiento de Astrid en sentarse con ella, e ignoró las miradas sorprendidas cuando le sonrió a Hipo al estar junto a él, pues nadie les había visto siquiera charlar. Sus ojos azulados no se apartaban de Sigrid, quien estaba al otro lado de la fogata y le miraba de vez en cuando con aires de superioridad.

ISLE OF BERK | Hiccup Haddock [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora