Martes

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Día 2: Eyes

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Al día siguiente, poco antes de salir el sol, Levi ya se encontraba frente a la puerta del dormitorio de Hange.

Tocó un par de veces sin obtener respuesta, Ackerman supuso que la mujer aún dormía y consideró regresar más tarde, giró sobre sus talones para irse y en fracción de segundos volvió a su posición frente a la puerta.

Sujetó el pomo de la puerta con firmeza, lo giró y abrió delicadamente, tratando de evitar que la madera crujiera ante el movimiento.

Se infiltró en la habitación con éxito, cerrando la puerta con la misma delicadeza con la que la abrió.

Entró con cuidado tratando de no tropezar con nada y a tientas buscó una silla para esperar el despertar de su compañera y apresurarla para comenzar cuanto antes con sus tareas del día.

No supo por qué, pero en cuanto tomó asiento sintió pesadez en los ojos, comenzando a parpadear repetidas veces, con el dorso de su mano restregó las cuencas oculares a la vez que un bostezo hizo su aparición.

Luchando contra ese deseo, decidió dormitar un par de minutos. Con lo que no contó el capitán, es que no serían minutos.

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Hange abrió los ojos y parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la escasa luz que se filtraba en su habitación, dio un gran bostezo y comenzó a estirarse como un gato. Soltó un gran suspiro mientras levantaba su torso, quedando sentada en la cama.

Se talló el rostro con sus manos, giró su cabeza hacia la ventana, ya estaba por salir el sol. Así que decidió levantarse para comenzar a vestirse. Seguramente Levi ya estaría esperándola en el área de trabajo.

Volteó hacia la izquierda y vio un bulto de ese lado de la habitación, le extrañó porque ella no había dejado nada colocado ahí, así que buscó a tientas en la pequeña mesita junto a su cama sus anteojos. Se los colocó y lo que vio la desconcertó.

«¿Levi?» pensó.

Se levantó en un rápido movimiento ocasionando que emitiera un quejido de dolor. Su tobillo izquierdo aún le molestaba a causa de la caída del día anterior. Masculló para sus adentros, no quería hacer ruido y despertar al pequeño durmiente.

Tratando de no colocar todo el peso sobre su pie lastimado, caminó hacia el ocupante de la silla. Ella sonrió al ver el rostro apacible de su camarada. Se veía lindo durmiendo. Entró en un dilema sobre si despertar o no al hombre.

Decidió no hacerlo mientras volvía a sonreír y se acercaba a su armario en busca de su uniforme. Debía vestirse cuanto antes, se quitó las gafas y comenzó colocándose sus prendas.

Una vez vestida con el uniforme y el arnés, se acercó una vez más a Levi, lo miraba tan embelesada. No entendía como en un cuerpo pequeño se encontrara tanto poder.

Vio como el capitán frunció la nariz y lentamente abría los ojos.

Levi por su parte, sintió como algo invadía su espacio personal y comenzó a abrir los ojos, encontrándose con los orbes cafés de su compañera.

Ambos parpadearon al mismo tiempo, para después sostenerse la mirada, él veía esos grandes ojos castaños enmarcados con unas delgadas pero pobladas cejas, decorando el panorama una cortina de espesas pestañas, no sabía por qué pero no podía despegar la mirada de esos irises.

Hange también se dedicó a estudiar esa mirada. Que recordara, nunca había visto a Levi de esa manera. Lo miró a los ojos perdiéndose en ese mar azulado, y con las delgadas cejas como marco, hacían un cuadro perfecto de ese rostro de tez pálida.

El pulso se aceleró en ambos sujetos, pero quien reaccionó primero fue la mujer, mostrando una sonrisilla mientras con el dedo índice golpeaba la frente de su compañero, sacándolo de su estado de ensoñación.

—Pero qué...

—Enano, ojos bonitos, ¿no te han dicho que es de mala educación irrumpir en la habitación de una chica?

—Yo no veo a ninguna chica aquí, solo a ti —respondió Levi ignorando el cumplido que la mujer le dedicó.

Hange lo miró y enseguida se carcajeó.

—Eres tan involuntariamente gracioso, enano. Al menos ya estás listo, solo deja me pongo las botas y estoy lista.

Efectivamente, Hange aprovechó mientras Levi dormía para vestirse y peinarse como de costumbre. Así que con caminar pausado regresó a la cama para sentarse al borde de esta y comenzó a calzarse.

Levi miró hacia los pies de su compañera, notando que el tobillo izquierdo de ella se encontraba inflamado, mostrando una leve coloración entre morado y azulado. Frunció el ceño al ver como la mujer arrugaba la nariz al colocarse la bota izquierda.

—Oe, eso no se ve muy bien —ladeó la cara y con el mentón señaló su tobillo.

—Ya se pasará, no te preocupes.

—Deberías hacer que revisen eso o por lo menos descansar hoy.

—¿Estás loco? Descansar sería retrasar un día entero la investigación, y no estoy de ánimos para estresarme después.

—No entiendo cómo es que no has hecho nada para cuidarte, has elaborado tantos brebajes y medicinas para untar y no puedes embarrarte algo de eso en ese pie.

—No te preocupes, es una pequeña inflamación, seguro al rato o mañana estará mejor, ahora vámonos, no hay tiempo que perder.

Hange se levantó y trató de no gesticular al sentir dolor, no quería más reclamos de parte de su compañero. Tampoco quería preocuparlo, era cierto que el pie le dolía sobremanera pero tampoco quería atrasar su itinerario ni a sus subordinados, ya habría tiempo para descansar más adelante. Aunque consideró eso de untarse algún ungüento para bajar la inflamación.

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—Buen día a todos —Hange saludó como de costumbre, recibiendo el saludo de vuelta como era de esperarse.

—Estaré de este lado, cuatro ojos.

—No, no, no —ella chasqueó la lengua contra sus dientes mientras negaba con su dedo índice—, no señor, usted va a participar el día de hoy.

—¿Cómo?

—Sí, te contemplamos para que nos ayudes hoy, así que ven acá, amiguito, te diremos cuáles son tus obligaciones.

Levi no tuvo otra opción más que aceptar, eso sí, con un gesto de hastío. Hange sonrió y procedieron a instalar una mesa redonda. La científica hablaba y hablaba, Levi escuchaba a la vez que miraba de nuevo esos grandes y expresivos ojos cafés. Se reprendió mentalmente al saberse observado cuando Hange lo cuestionó sobre si había entendido su tarea.

—Entendido.

—Así me gusta, andando todos, que el día es corto —Hange golpeó sus manos entre sí dando inicio a otro agotador día de investigación.

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La mujer no podía evitar caminar pausado, la condenada inflamación parecía ser que no quería ceder, iba a maldecir cuando notó que alguien se colocaba a su lado, acompañándola en su andar.

—Hola, Levi.

—¿Ya vas a revisar ese pie?

Hange puso los ojos en blanco, para después soltar un bufido:
—Sí, ya lo haré, no te preocupes.

Caminaron en silencio hasta la habitación de ella, Hange lo miró y comprendió que Levi esperaba que tomara sus enseres y se dirigiera al cuarto de baño. La mujer sonrió mientras meneaba la cabeza en negación.

Levi le arrancó las cosas de sus brazos y comenzó a caminar, con ella siguiéndolo. Llegaron al baño, el hombre extendió las cosas a su propietaria, esta las tomó y él cerró la puerta para dirigirse a su habitación.

—Hasta mañana, Levi. ¡Gracias! —el eco de la voz de Hange se escuchó por el pasillo.

Levi mostró una discreta sonrisa. Había comenzado de una manera estupenda ese día, mirando los ojos de esa atolondrada pero interesante mujer.

Septenario. -LeviHan Week Tumblr-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora