Five

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Abrí mis ojos con dificultad, todo a mi alrededor daba vueltas. Resaca, un tortuoso recordatorio de que los problemas no se solucionan con alcohol.

Me di cuenta que estaba en una habitación del hotel Refinery, en la mesa de luz había una nota:

Lauren, no voy a juzgarte, tranquila. Te vi muy mal anoche, querías irte con tu motocicleta y tu nivel de alcohol en sangre estaba por las nubes. Decidí dejarte en una de las habitaciones para que estuvieras segura. Descuida, tu Harley está en el estacionamiento del hotel. Espero puedas descansar y lo que te tenga así de triste se solucione.

PD: dentro del cajón hay una aspirina, para la resaca.

Con cariño, John.

-Mierda. - susurré masajeando mi sien.

Agarré agua del mini bar y tomé la aspirina. Miré por la ventana, el cielo neoyorkino estaba cubierto por nubes grises. Lavé mi cara y dientes, mi aliento podría matar a cualquiera que lo respirara. Agradecí tener los lentes de sol dentro del bolsillo de la chaqueta.

Caminé sin rumbo, sentí mi ser dentro de una burbuja ralentizada, mi alrededor se desvanecía, todo perdía sentido. No podía entender qué rayos había pasado entre nosotras.

Me encontraba tan perdida en mis pensamientos que no sentí la lluvia. Mi cuerpo estaba parado en medio de la Quinta Avenida bajo una cortina de agua tan fría como el comienzo del invierno podría regalarte. Sin reaccionar veía que la gente a mi alrededor buscaba reparo.

Una voz llegó hasta mí, rompiendo la burbuja.

-¿Lauren, qué haces aquí? Esta diluviando, ven. - solo me dejé llevar por esa angelical voz y subí al auto que me señalaba.

- ¿Qué te paso? No te ves nada bien. – no salían palabras de mi boca, el nudo en mi garganta apretaba tan fuerte que me era imposible hablar. Sentí unas cálidas lagrimas caer por debajo de los lentes, uniéndose al resto de lluvia que caía de mi cabello. - Está bien, bonita, no hables. Te llevaré a un lugar seguro.-

Nunca entendí cómo había llegado a una habitación con Camila intentando hacerme reaccionar. Su tono de voz suave se sentía como un cálido rayo de sol en mi alma. Me recuperé del trance, por fin hice contacto visual con ella.

-Hey, por fin tengo tu atención. – sonrió, mirándome profundo, como intentando averiguar qué ocultaba detrás de mi tristeza.

-Camila, yo...- reaccioné de repente, mi burbuja se había desvanecido, la realidad me golpeó sin ningún tipo de cortesía. Rompí en llanto.

-Shh, tranquila. Déjalo salir. - repitió mientras me dejaba caer en sus brazos.

Lloré por Dakota, llore por los estúpidos pasajes, por el tiempo que me tomé en organizar ese regalo, por sentirme tan idiota, el aniversario y las crueles palabras que salieron de su boca, por ser la persona que amo.

Lloré como nunca lo había hecho en mi vida en el hombro de una casi desconocida. Su calor en mi cuerpo frio era reconfortante. Pude respirar después de derramar tantas lágrimas.

-¿Mejor?-

-Sí, gracias...-

-No agradezcas, no podía dejarte así. Sácate esa ropa mojada y ve a bañarte con agua caliente antes de que te resfríes. – Mi cuerpo aun no reaccionaba, así que tomó cartas en el asunto, empezó a sacarme la chaqueta y la remera.

-El resto... sácatelo en el baño. – dijo sin mirarme, podía notar el rubor en sus mejillas. Mis labios formaron una pequeña sonrisa. La primera después de 24 horas de caos.

Dejé que el agua caliente se llevara mis penas, limpiando el desastre en el que me había convertido. Cuando creí que ya era hora de enfrentarlo, cerré el grifo. Envolví mi cuerpo en una toalla. Me percaté que la puerta del baño no estaba del todo cerrada, vi pasar una silueta. Había olvidado a Camila. Estaba cambiándose, podía ver su torso desnudo, estaba quitándose el pantalón

<<Por dios, Lauren ¿qué estás mirando?>>

Hice tiempo en el baño, intentando olvidar el cuerpo semidesnudo de la morena.

-¡Lauren! te espero en el restaurante para que almorcemos algo. Te dejé ropa seca arriba de la cama. Espero te sea cómoda. –

Me cambié y fui hasta la mesa donde Camila me estaba esperando.

-Te ves mucho mejor. -

-Lo estoy, gracias por todo. -

-Comamos algo, necesitas absorber el alcohol que aun tienes en la sangre. -

Luego del almuerzo, sugerí salir a caminar ya que dejó de llover. La compañía de la morena fue muy reconfortante, pasamos toda la tarde en el Central Park.

Me dijo la razón por la cual no se fue de la ciudad, el día de la fiesta se acercó a ella uno de los organizadores, le ofreció dar clases en el hotel y ella accedió. Luego la conversación se extendió por varias ramas, mi trabajo, sus viajes y por último, la pregunta del millón ¿Qué me paso? Le hablé sobre Dakota, la pelea, el regalo y cómo había pasado mi noche bebiendo hasta quedar inconsciente. También que el mismo dueño me llevó a una habitación. No dejó de reírse de mí por un buen rato, pero no me importó, dejé que me contagiara.

A Letter In New YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora