West Newbury, Massachusetts.
El sonido del lápiz pasar encima de la hoja blanca era lo único perceptible de la habitación además del aura de aburrimiento dentro de la misma, estaba cansado, las clases comenzarían en tan pocas horas y no había dormido nada.
No sé sentía listo para regresar a las tareas, proyectos, molestos profesores; simplemente no quería ir al tal colegio.
Sus amigos pasarían por el para irse juntos como cada año y por suerte quedarían en alguna clase todos juntos, aunque en extrañas ocasiones era así.
Eran las dos de la mañana y una gran obra que tardaría meses, la había acabado en unas largas horas.
Esa era una de las tantas razones por las que odiaba el colegio, ya no tendría tiempo para hacer lo que más amaba.
Pintar.
Aquellos hermosos colores plasmados en una bella imagen que trasmite infinitas emociones, que puede llegarte a dar una lección de vida o incluso la respuesta a una de las preguntas más difícil que te pueden hacer.
Algo de lo que él deseaba vivir el resto de su vida.
-¿Dracki estás despierto?
-Hola Helen ¿Cómo estás?
El joven chico tomó a su pequeña niña que estaba lado suyo para colocarla encima de su regazo delicadamente dejándola ver aquella bella pintura.
-¿Lo hiciste tú?
-Si, yo lo hice -contesto dejando a un lado las pocas pinturas que utilizo.
-¡Esta muy bonito!
La pequeña miraba atenta al dibujó con una gran sonrisa en el rostro, las ganas de tocarlo para describir si no era una impresión la atormentaban pero ella conocía lo que le esperaba si llegaba a hacer eso.
Un caballero enfadado durante todo el día y un castigo de parte de su madre.
-¡Drack, tus amigos ya llegaron!
Aquel grito era de su madre la cual le preparaba a su hijo un gran almuerzo.
La pequeña bajaba las escaleras lentamente cuando sintió que se separaba del suelo para terminar sobre el cuello de Drack sosteniéndose de los cabellos castaños del mismo.
-¡Caballito!
Así continuo durante algunos minutos dándole vueltas a la casa hasta llegar a la cocina donde su madre con una leve risa les dio la bienvenida.
Desde el nacimiento de la pequeña Helen su hijo había tomado como prioridad a princesa, la cual amaba con todo su corazón.
—Helen baja de ahí
La mujer tomó a la pequeña niña la cual al separarse del chico termino frente a un plato lleno de vegetales.
—¡Yo quiero jugar al caballito! –se quejó la niña para después poner el plato de vegetales hasta el otro lado de la mesa.
—Pequeña solo iré a la escuela un rato, cuándo regrese jugamos a los dinosaurios ¿Sí?
Le dio un pequeño beso en la frente para después continuar con su madre dejándole uno en la mejilla.
Tomó su mochila que estaba a la mitad de la sala despues de aquel divertido juego, al salir sus amigos se quejaron por el tiempo de espera para simplemente comenzar una carrera en la cual el no deseo participar por lo cual quedó completamente solo detrás de ellos.
Durante esos minutos fijó su vista en el bello bosque, los árboles estaban regresando a un verde brillante y las flores comenzaban a florecer.
El sonido de las aves y ardillas subir por los árboles era uno de sus favoritos, durante esta época era normal encontrarse con animales salvajes al medio del camino, pero muy pocos vivían esa experiencia.
Una leve sonrisa de melancolía apareció en su rostro, pareciera como si fuera ayer que su vida cambió para siempre con la llegada de su pequeño ángel.
Se volvió más responsable y deseo viajar por el mundo, se hacía cada vez más grande.
Parecía un sueño completamente imposible de cumplir.
A lo lejos se podía visualizar el instituto el cuál volvía a llenarse vida con alumnos mediocres y maestros aburridos de su profesión, como cada año.
Junto con sus amigos dejaron sus bicicletas en el estacionamiento para entrar a la institución dónde las chicas del primer año se percataron rápidamente del joven estudiante.
Muchas de ellas las conocía perfectamente, ya que durante un largo tiempo fue un niñero muy destacado en el pueblo.
—¡Hola Drack! –saludaron un grupo de chicas de primer grado con una sonrisa poniéndose frente de él.
—Hola chicas ¿Como estás?
—Bien –contestaron con una leve risa de nerviosismo al final.
Continuaron hablando hasta que sonó la campana indicando el inicio de las clases a lo cual el sólo respondió con un leve bufido.
Se despidió de las jóvenes chicas para entrar a su salón de clases donde la mayoría de sus compañeros ya se encontraban sentados en sus respectivos asientos.
Como cada año decidió sentarse en la última fila de atrás junto con sus amigos los cuales se habían punto como propósito sacar las mejores notas de la clase.
A él no le importaban mucho las calificaciones para ser sinceros, no le importaba sacar un seis o un diez ya que no viviría de ello.
Después de algunos cuantos minutos entró el viejo maestro con bastón junto con una joven chica que nadie conocía.
Todos la miraban curiosos ya que al parecer acababa de llegar del pueblo, era evidente que estaba exhausta por las grandes orejeras y el cabello despeinado.
—Bueno chicos, les doy la bienvenida a este último año escolar que pasaran en esta escuela y aquí les presentó a su nueva compañera –hablo el hombre sentándose lentamente en su escritorio– por favor presentarse
La señorita se colocó al centro del pizarrón mirando al rededor sin importancia alguna.
—¿Es necesario presentarme? –preguntó molesta viendo al profesor el cual simplemente dio un golpe en el suelo con su bastón lo que sobresalto a todo el grupo.
Rodó los ojos para despues sacar un chicle de su bolsillo.
—Soy Samanta Villar, odio a mi familia, a los animales, a todos en este planeta hueco, y especialmente a todos los que están aquí
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Mi Segunda Princesa || PROCESO ||
Novela JuvenilDrack Martínez un joven padre adolescente soltero trata de vivir un vida normal en un pequeño pueblo de Massachusetts con el sueño de ir a la gran ciudad y convertirse en el mejor pintor de la década. Mientras tanto Samanta Villar que acaba de lleg...