Señor busca oro y se va por las ramas

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El sonido de la cascada del bosque era lo único que podía escucharse en una de las zonas menos profundas del área. Rayos del sol matutino caían tenuemente sobre el pequeño lago en el que caía la cascada, rodeado por vegetación y caminos que llevaban a las profundidades del gigantesco bosque.

En una zona con numerosos árboles a unos metros de la cascada, se abrió un portal oscuro del que salieron Finster y Espika, quien sujetaba su mano.

—El tren ha llegado a su destino, pasajera —dijo Finster alegremente, mostrando nuevamente su sonrisa. Espika se rió un poco y, soltando su mano, le acarició el pelo; no podía evitar hacerlo siempre que él mostraba esa cara. Cuando terminó, Finster alzó su puño al cielo, emocionado por lo que estaba por venir, y prosiguió:

—Bueno, ¡a por ese tótem! Tenemos que ir detrás de la cascada, imagino. Pero ¿y si es una trampa? —Finster se puso la mano en el mentón y una mueca exagerada se plasmó en su rostro, como si estuviera pensando—. Pueden esperarnos oponentes.

—Es un riesgo que tenemos que asumir, ¿no te parece? —Espika sonrió de forma serena, chocando con el histrionismo característico de su hermano—. Además, no sería la primera vez que nos la vemos con alguna criatura salvaje, no hay de qué preocuparse.

—En realidad me refería a otros elementales —Finster aclaró, sonriendo a Espika. De la misma forma que Espika se sentía animada cuando hacía uno de sus amagos de chistes, Finster se notaba más tranquilo cuando veía a su hermana sonriendo—. Pero podremos con lo que sea, siempre podemos tomarlos por sorpresa con la Técnica C.

—Siempre caen con esa —Espika contestó con una risa baja.

Los hermanos Blumenthal llevaban poco más de una década luchando como un dúo. Debido a los beneficios particulares de una relación de elementales cuerpo y sombra, ambos podían realizar una serie de ataques combinando sus elementos. A lo largo de los años, Espika y Finster habían creado una larga lista de técnicas conjuntas, cada una identificada por una letra o nombre improvisado. Siempre habían estado juntos, y esta vez debían mantenerse unidos para obtener sus dos tótems.

Finster asintió con una gran sonrisa y desapareció en las sombras, dejando a Espika sola para investigar el lugar.

A primera vista, no parecía haber mucho. El agua del lago era lo suficientemente clara como para poder ver con claridad que no había nada reluciente dentro de él y su empatía elemental ayudó a hacer más rápida la búsqueda entre las plantas, donde tampoco pudo encontrar lo que buscaba. Por eliminación, decidió acercarse a la cascada por un peñasco que llevaba hacia ahí. Valiéndose de su elemento, utilizó hojas de gran tamaño de una de las plantas cercanas para cubrirse y se fue por detrás de la cascada, entrando en una cueva oculta detrás de esta.

Espika sintió su corazón latir fuertemente cuando vio una de las estatuas doradas, colocada en un pedestal al fondo de la cueva. Se mantuvo precavida en caso de que hubiera trampas, conforme se acercaba al pedestal. La tomó y guardó en un saquillo que llevaba a la cintura. Ninguna trampa se había activado, lo que hizo que la elemental de planta suspirara de alivio. Después de esta, ya solo quedaba una más para pasar de ronda.

—Pues ya está —sonrió Espika satisfecha y salió de ahí.

Para su sorpresa, había alguien esperándola abajo.

Se trataba de un hombre que bien podría tener la edad de su padre, con pelo rojo y un uniforme militar rojo. Tenía los brazos cruzados y miraba a Espika con una sonrisa confiada, conforme sus ojos rojos chocaron con los ojos verde lima de ella.

—Debo darte las gracias. Como elemental de fuego, yo y el agua no nos llevamos bien —dijo el pelirrojo, mirando a Espika con confianza y extendiendo su brazo a lo lejos, como si la conociera de toda la vida—. Ahora, hazme el favor y dame el tótem. Tu ayuda se agradece.

Transmutación: El Jardín de las Estatuas DoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora