Incógnitas, decisiones y más problemas.

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Llegamos a casa y dejé que Leopoldo se fuera a dormir. Mañana en la mañana iba a llamar a casa de Rodrigo y Gonzalo para verificar que estuvieran bien. 

Solo el problema de mi hermano hizo que me olvidara por un momento de mi noche alocada, de la belleza de mujer que había visto en aquella fiesta, de sus ojos verdes que me miraron en último momento. Hasta que me acordé del problema del incendio del palacio. Si no hubiera sido por el incendio, hubiera podido ver a aquella mujer de mis sueños a la cara. Solo quería dormir para poder verla de nuevo, aunque solo fuera en mis sueños. Pero no pude dormir bien. Leo me tenía muy preocupada. No quería que se sintiera culpable de algo que no tenía la culpa. 

A la mañana siguiente, llegó Clau y Gabriela. Pasaron a comprar donas y jugo natural de naranja. Les conté lo que pasó en la noche con Leo y sintieron un poco de pena por el engaño que le provocó aquella chica. Clau me dijo que era mejor que se decepcionara lo antes posible antes de que se invoucrara más con ella. Y Gabriela dijo que las mujeres son tan complicadas y venenosas, siempre tienen algo que ocultar, a no ser de que verdad tengan buenas intenciones. Al parecer a mi hermano le vieron la cara, como dicen por ahí. 

No quería despertarlo, pero ya que Clau lo había venido a visitar y le había comprado las donas glaseadas que le encantan, decidí despertarlo mientras que las chicas hacían café:

- Leo, despierta, tienes una grata visita.

- Martina, ¿No estás enojada, verdad?, ¿No me echarás de aquí, cierto?

-¿Cómo puedes pensar eso, bobo? Tengo que felicitarte por socorrer a una mujer, aunque haya sido una trampa, Leo, hiciste lo que pocos hombres harían. Pero explicame algo, ¿Por qué el comisario dijo que estabas consumiendo drogas en vía publica?

- Perdóname, Martina. Te juro que no volverá a pasar. Solo fue cosa de una vez y no fue publicamente en la calle. Ibamos fumando marihuana en el auto de Rodrigo cuando ibamos en busca de la chica, solo queríamos probar que tal es. Fue eso lo que me insentivó para bajar a ayudarla. Eso me dio las agallas. Guardé la colilla del cigarrillo de marihuana en mi chaqueta y también estaba ahí lo que quedaba. Nos pusimos a pelear con los tipos porque querían dinero y cuando llegó la policía nos revisaron y nos llevaron a tomarnos un exámen y el exámen salió positivo.

-Leo cálmate ¿ok? No te echaré de la casa, eres mi hermano, la única familia que tengo, no podría vivir con ese remordimiento en la cabeza, eres mi hermano y en este momento no podría vivir sin ti, Leo. Pero en estos momentos creo que debemos encontrar ayuda de otras personas. No estás loco ni nada de eso, pero pienso que tendrás que ir a un psicólogo para que me quede tranquila y asegurarme de que estés completamente bien.

-Martina, gracias. Haré todo lo que me pidas.

-Leo, ahora levantate que te trajeron el desayuno que te gusta.

La cara de Leo cambió de inmediato, me abrazó y saltó de la cama como si fuera un niño en la mañana de navidad y se encontró con Claudía y Gabriela que le habían preparado tostadas, café y habían puesto las donas en un plato en el puesto donde él se iba a sentar. Clau lo recibió con los brazos abiertos, era como su hermano menor. Y al mismo tiempo me sorprendí que Gabriela también lo abrazara.

 Algo me olía raro entre esas dos. No sé el por qué, pero Clau estaba más feliz de lo habitual en esa mañana.

Nos sentamos a desayunar y a comer todo, yo tenía poco apetito ya que seguia pensando en la mujer de mis sueños. Al parecer los demás tenían mucha hambre porque se devoraron todo lo que tenían enfrente. Lo cual me dio mucho gusto ver comer a mi hermano con tantas ganas, iba a poder superar todo lo que le había pasado y sería el mismo de antes.

Detrás de la MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora