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capítulo diecisiete. La verdad.
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❝ Entonces la verdad fue revelada. ❞
ೃ⁀➷❑┊samantha garcía.
—Juro que cuando regresemos al campamento voy a hibernar durante tres semanas.
—Cállate.
—Oblígame, perro.
—No es momento de usar español ahora, Samantha.
—¿Solo porque no entiendes? Hay un 95 % de probabilidades de que no salgamos vivos de aquí. Déjame demostrar mis raíces, de las cuales estoy orgullosa, por cierto.
—Solo cállate. O yo hablaré en cabra y eso no te gustará.
—Puedo entenderte.
—Demonios.
Solté una risa burlesca, algo así como un hehehehe, y crucé un brazo sobre los hombros de Grover, que me sonrió con derrota y enterró la nariz en mi lóbulo de la oreja unos segundos para luego reposar la cabeza en mi hombro.
Entonces levanté la mirada y vi los campos de Asfódelos.
Y la sonrisa se borró.
Los campos de Asfódelos son los campos de castigo, donde los espíritus que, según el jurado del inframundo, no hicieron nada bueno con su vida, son mandados a sufrir castigos eternos, como ser perseguidos por perros del infierno, escuchar opera desafinada, despelecharse* de su piel para ser sumergidos en aceite hirviendo, o peor. Cosas que no quiero describir.
