Lost By time, 1990.

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1990

— La noche fue demasiado tensa, si agregamos que el calor no me hace bien. Deseo que pronto sea invierno, siempre disfruto más esa época. Hay algunas cosas de las que me he negado a hablar en los últimos meses, prefiero dejarlas guardadas en este pequeño rincón. No quiero extenderme, no quiero que el dolor se quede dentro tampoco, pues envenena muchas partes de mi interior. Pero estoy atrapado en un pequeño espacio entre el pasado y el futuro. —

Un viejo cuaderno, empastado en negro y roto por las esquinas; que gracias al paso del tiempo descansaba sobre una mesa elegante en el interior de un cuarto de hotel. Alrededor se pintaba una escena de caos. Parecía que un tornado acababa de pasar por ahí y hasta los espejos mas pequeños y escondidos, terminaron regados por el piso. Lo único que se había salvado era una pequeña taza de café, transparente y humeante que minutos antes fue sostenida por alguien que la apreció más que a nadie en su vida.

Mas allá; entre las sábanas, unas largas y pálidas piernas asomaban, parecía que el dueño comenzaba a retornar a la realidad y, se deslizo entre las mismas; dejando ver una larga cabellera dorada. Sus ojos buscaron entre la luz del sol que trepaba por los muebles destrozados, hasta que dio con él. 

Hide sentado al borde de un sofá de una plaza, con un cigarrillo entre los dedos y esa sonrisa de que acababa de realizar una travesura. — Al fin has despertado, teníamos que estar en el aeropuerto hace dos horas. Los demás se han marchado, les dije que no nos esperaran llegaríamos más tarde. —

Se levantó para alcanzarlo en la cama, tan solo sentado en la orilla le palmeo la pierna. —Te has puesto tan ebrio Hayashi, que hemos destruido el cuarto de hotel por completo y no creo que a los dueños les cause mucha felicidad. — Yoshiki seguía inmerso en los resquicios del alcohol, y veía con dedicación los labios de Hide que se movían. Aunque sinceramente es que no entendía nada de lo que decía. Se llevó las manos a la cabeza que punzaba a nada de explotar en cualquier momento y con un gruñido se escondió bajo las sábanas.

— ¿Será que el Dios del trabajo se negará a la grabación de hoy? Tenemos menos de media hora para aun poder llegar a tiempo, aunque claro; por mí me quedo aquí el resto del año. — Un Yoshiki llenó de ira se desenfundo de las sábanas y en el mismo instante pateo la pierna del guitarrista. — Cállate, Hide, eso es un truco sucio hasta para ti. — A trompicones salió disparado al baño y tras algunos minutos que a Hide se le hicieron una eternidad; salió, lentes oscuros y ropa casual, que no combinaba para nada con el cabello alborotado y ropa de cuero negra que Matsumoto Hideto portaba.

—Vámonos, antes de que el demonio me posea y me ponga de peor humor. — Dijo, el también pianista que había ocultado bajo los lentes las ojeras de esa noche tan intensa. A pasos apresurados escaparon del hotel dejando que su manager se hiciera cargo del regaño y el pago de los daños al lugar.

Ya dentro del auto y en camino a la grabación, Hide seguía riendo internamente y no lo ocultaba tan bien. — Has hecho una gran escena, Hime. —El apodo cariñoso que usaba el guitarrista para referirse a Yoshiki cuando estaban fuera de la vista de todos. — ¿Cuánto tiempo tendré que cuidar de que no te rompas una pierna o algo? — La mirada severa del baterista se clavó en los ojos de Matusmoto. —Ahora resulta que tú eres quien cuida de mí, no quiero recordarte todas las veces que te he salvado el pellejo y evitado que te rompas más que la cara, la dignidad. — Los comentarios ácidos de Yoshiki lograban dar en la vulnerabilidad de Matusmoto y dejarlo callado al menos hasta que lograron abordar el último vuelo a los Ángeles en California.

Ahí se encontrarían con miembros de otra banda de la cual Hide aún no se atrevía a hablar. Sentados en el interior del avión y con tan solo ya unas gotas de alcohol en el sistema, Hide se anima a contarle todo su plan a Yoshiki. — Tengo algo que decirte Hime, sobre el día de hoy. He estado visitando algunos lugares y escuchando bandas, conocí a unos chicos que prometen mucho con su estilo y música. Te van a encantar. — Yoshiki miro por largos minutos a Hide sin entender y creyendo que el alcohol estaba de vuelta en sus venas y era quizá por eso que se había sentido algo aturdido cuando le habló.

—Espera un segundo, ¿de qué estamos hablando, Hide? — El guitarrista rodó los ojos y dejo escapar una risa. — De qué he invitado a unos chicos prometedores a los ángeles con nosotros. Quiero que los apoyemos, creo que podrán ser grandes. — La mano de Hide fue hasta la de Yoshiki que descansaba en el reposabrazos y enlazo los dedos con los ajenos, suspiro dejando que su cuerpo retomara la calma y en el asiento se dejó deslizar para estar más cómodo.

Cuando lo tenía cerca sentía que podía hacer cualquier cosa y si lo tocaba no importaba que mal agobiara sus sentidos simplemente desaparecía. Sabía que su amistad trascendía más allá de lo que una conciencia desarrollada podía interpretar.

En el cielo el sol comenzó a ocultar y la luna los saludo a lo lejos, Yoshiki apretó los dedos de Hide y se hundió en un profundo sueño.

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