Dry your tears

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La vida puede ser tan breve y tan larga al mismo tiempo. El tiempo no se cuenta por los minutos transcurridos, sino por lo aprendido a lo largo de la vida. ¿Qué pasa cuando sientes que has vivido demasiado?

Pasaron algunos días después de la reunión con LUNA SEA, todo volvió a la normalidad en cuanto a trabajo con los miembros de X japan y una gira se acercaba, aun así, todos mantenían proyectos por separado que requerían de su concentración. Un teléfono sonaba incesante en una casa pintada de blanco con los muebles que hacían juego, recorriendo los pasillos podías encontrar al frente un grande y vistoso jardín, la entrada principal con una estancia suficientemente grande para albergar a unas 20 personas, una pulcra cocina en la que poner un dedo en la encimera se consideraba casi un pecado y enormes escaleras que llevaban a las habitaciones.

Se respiraba un aire de tranquilidad, de control sin remordimientos; como lo era Yoshiki, basta decir que era su casa. Su figura delgada y con la gracia de una gacela atravesó la puerta principal hasta el teléfono que por fin detuvo su insistente pitido. Al otro lado se escuchó la voz de un Hide bastante ebrio.

— Hime, ¿qué estás haciendo?

— Hide es media noche, ¿estás bien?

— Solo un poco ebrio, ¿por qué no vienes y tomas un poco conmigo? Te extraño y necesito de tu compañía.

— ¿En dónde estás y con quién?

— Ah, estoy en el gato negro; con Sugizo y otros amigos... es lo de menos. Ven, un rato.

— No, mañana tengo que trabajar en unos arreglos. Pero ¿sabes qué haré? Iré por ti, estoy ahí en unos 30 minutos. Te veo fuera y te quedas a dormir aquí, ¿de acuerdo?

— ¿Desde cuándo te volviste tan aburrido? Bah, estaré ahí.

Los minutos pasaron rápidamente, Yoshiki llego unos cinco minutos después de lo acordado y bajó la ventanilla para ver a un tambaleante, sonriente y desorientado Hide. Sonrió, solían salir juntos y beber tanto que apenas recordaban lo que habían hecho, no podía contar con los dedos de las manos las veces en que destruyeron algo o hicieron una locura. Le parecía raro no ser parte de sus locuras, pero por el momento estaba bien. Seguía inmerso en el trabajo y deseaba que la banda llegara más lejos.

—¡Hey! Matsumoto, por acá. Súbete.

— Ah, ahí estás... eres un bribón te andas escondiendo de mi.

Con las palabras atropelladas en la lengua logro andar hasta el asiento del copiloto y montarse decentemente. Se puso el cinturón de seguridad y también bajó la ventanilla.

—Te has tardado, iba... iba a regresarme a tomar otro trago, pero... no podría hacerte esperar Hime. ¿Estás seguro que no quieres que bajemos y nos tomemos todo el bar? Todavía no estoy ni tantito ebrio. No he roto nada.

— Hahahaha, hoy no Matsumoto, hoy iremos a casa a descansar. Quiero probar si tu estado me ayuda con los arreglos que tengo para la nueva canción, podrás ser un genio de la música en estado de ebriedad, siempre lo eres, pero ahora, no lo sé.

Recorrieron el camino en silencio, a veces no necesitaban hablar, con estar juntos bastaba. La atmósfera se llenaba de tranquilidad, de una paz inusual y finas líneas de electricidad invisibles a ojos humanos corrían a su alrededor. Salieron del auto y anduvieron hasta la casa aún en silencio, hasta atravesar el umbral. Hide suspiro con alivió tumbándose en el primer sofá que le pareció cómodo y Yoshiki fue tras él.

Sentado el uno al lado del otro, se olvidaron del trabajo, y del olor a alcohol que permanecía en el abrigo del guitarrista. La oscuridad embargaba ambos corazones y lo único que tenían para compensarlo y sobrellevarlo era a ellos mismos, Yoshiki atrajo la mano de Hide y la sostuvo entre las suyas por largos minutos, jugando con los dedos y delineando los bordes de la palma de su mano. Lo hacía sentir tranquilo, en un sueño de los que no quería despertar. — ¿Crees en la reencarnación, Hide? — Lo jaló con fuerza para que recostara su cabeza en el regazo y poder seguir con las caricias alrededor de su rebelde cabello, signo de su personalidad.

— No lo sé, tendría que pensarlo. Pero sí existe me gustaría que nos encontráramos de nuevo en esa vida. Seguro te estaría esperando cuando cumpla ¿Qué te gusta? unos 20 años, para no ser tan idiota, pero tampoco tan grande y tener tiempo para disfrutar, en un día lluvioso. Que no exista el dolor en ninguno de los dos, para poder ver el amanecer como el mejor momento de nuestra existencia. — Llevó ambas manos a las mejillas de Yoshiki apartándole el cabello cuidadosamente y atrayendolo para besar con cariño sus labios. — Un momento en la vida en el que no tengamos que escondernos, para; amarnos.

— Espero que ese día llegue pronto. — Era tal vez que no pensó su respuesta o que la idea de aquel paraíso lo hizo desear que ese mundo desapareciera para dar paso a uno mejor para ambos. —Uno en donde no bebamos tanto, ni en el que tu corazón sufra tanto. Ese mundo seria maravilloso ¿no? — Devolvió el beso sobre su nariz y marco una línea por sus mejillas y hasta la frente. — Necesitas un baño y un poco de comida —

—Acepto el baño, pero ya sabes lo que pienso de la comida y más a esta hora. Ve al cuarto, estaré contigo en unos minutos. —Fueron la últimas palabras de la noche, el reloj estaba marcando las dos de la mañana y tras un baño y algunas lágrimas Hide acompaño a Yoshiki en su recamara. Parecía dormido, tenía los ojos cerrados y el semblante tranquilo, sin ruido se metió entre las mantas y con ambos brazos lo atrajo, para protegerlo del mundo, de sí mismo, de él. Sabía que no duraría demasiado, pues en el fondo de su corazón el rechazo constante frente al mundo lo carcomía y le hacía odiarlo un poco, por momentos que era recompensados por estos.

Yoshiki seguía despierto, aunque no quiso abrir los ojos, no era capaz de verlo de frente y saber que el amor que se tenía le aterraba; que la idea de que el mundo supiera sobre ello lo hacía palidecer, por lo que podría ocurrir en la deteriorada mente de Matsumoto, si la felicidad se encontraba en ese título incapaz de portar o seguir resguardado entre sus brazos por las noches y protegerlo el mismo durante el día, de él y de la humanidad.

Odiaba pensar que un día esos brazos no estarían abrazándolo, cuando se cansara de esperar por una respuesta; cuando los besos no fueran suficientes para calmar su ardiente amor o las drogas y el alcohol pudrieran el alma de ambos... si sus conflictos mentales eran más fuertes ¿había modo de salvarse?

Lost By timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora